Capítulo Dieciocho.
En otro día aburrido en mi pueblo ubicado al norte de Tennessee, en el primer recreo que tenemos en la universidad, a éso de las 13:00 p.m. me acerqué a la cafetería, por primera vez, e invertí mis papeles con Kimberly, ya que ella se quedó sentada en un banco del patio.
Nunca había visto la cafetería tan de cerca.
— ¿Me da un Frappé, por favor? — La trabajadora de la cafetería asentió, amo ésa bebida, se prepara con café, leche e hielo, y se agita bien.
Esperé unos segundos hasta que ella me dió mi bebida, pegué mis labios a la pajita y bebí de ella.
Estaba tan contrada en tomarme el Frappé que no me dí cuenta que alguien pasó por delante de mí y choqué con ella, haciendo que parte de mi café se derramara encima de ella al caer, y el resto, encima de mí.
¡¿Por quéeeeee?! Tal parece que no puedo pasar desapercibida, ¡siempre tengo que cagarla!
Varios chicos y chicas se acercaron a nosotras para ayudarnos.
Miré a la chica. ¡Oh por Dios! Es la misma de la otra vez, que en las mismas circunstancias casi le hago fracturarse un hueso.
Ella me miró mal — ¡¿Dónde demonios tienes la cabeza, maldita torpe?!
Kimberly me ayudó a levantarme, y ella se puso de pié sola. — Fué sin querer, y no eres la única que salió embarrada.
— ¡No estaríamos así si viéras por dónde vas!
— ¡Qué te estoy pidiendo perdón! ¿No escuchas? — Ella renegó con la cabeza, me miró mal y se fué. Miré a Kimberly.
— Nena, mírate — Le hice caso y bajé mi vista hacia mi ropa, ¡Dios mío! Estoy completamente llena de café, y siento toma mi piel sucia y pegajosa.
Miré a mi derecha y ahí ví a Eduard viéndome, no es una sopresa, muchas personas están a mi alrededor presenciando el "nuevo show" ahora sí, me pueden llamar "Torpeza personificada".
— ¿Estás bien? — Me preguntó. Me miré, diciéndome con la vista; O sea, ¿tú me ves bien?
Él se rió, al parecer entendió mi indirecta visual. — No sé cuándo dejaré de ser tan torpe.
— Da igual, de cualquier modo eres linda.
Lo miré, solté una pequeña carcajada. — Pues gracias, no todos los días te dicen linda mientras tiene la ropa y el pelo lleno de café. — Se rió, sonreí. Miré a Kimberly.
— Deberíamos ir al baño a tratar de arreglar éste desastre — Habló Kim mirando a mi ropa, suspiré y asentí.
— Nos vemos luego, Eduard —. Digo y desaparezco de su vista, fué incomodo ése trayecto hasta el baño porque todos me miraban. Puedo decir que hasta ví a Caleb mirándome.
Cerramos la puerta del baño a nuestro paso, Kimberly me miró, al parecer no pudo contenerse porque casi se desmaya de la risa.
— No te rías Kim, no es gracioso.
— ¿Sabes de qué me río? — Negué con la cabeza — De ésa chica, le jodiste la vida por lo menos.
— Basta Kimberly, también jodí la mía.
— ¿De qué hablas? A pesar de estar repleta de Frappé te dijeron que te ves hermosa, y yo también lo creo.
— Porque me ves con ojos de amor.
—Lo que sea, ven acá — Me acerqué a ella, estuvimos unos treinta minutos tratando de quitar las manchas de café en mi pullover, aunque lo quitamos bastante, fué difícil, sonó el timbre de regreso a los salones.
¡Maldición! Y con éstas manchas de café, tal parece que mi ropa es animal print.
Las próximas horas fueron duras, muchas personas, que yo no conocía sobre todo, me preguntaron qué me había pasado, hasta que, por fin, sonó el timbre para irnos a casa.
Salí desesperada, pero atenta a todos lados, no puedo chocar con nadie más. Creo que hasta dejé a Kimberly detrás, pero ella me entenderá.
Al salir de la universidad busqué por todos lados el auto de mi padre, para subirme y largarme de aquí de una buena vez.
Pero no, no lo ví a él, ví a Jason, con su moto estacionado, con lentes oscuros y al parecer, mascando chicle. Vaya día de mierda, sólo espero que no se burle de mí por mis incontables manchas de café. Caminé hacia a él, supongo que me llevará a la casa.
A penas me vió, bajó sus lentes dejándome ver sus ojos fijados en mi cuerpo, o más bien, en mi ropa, tras éso se echó a reír.
Apreté mis labios conteniéndome.
— ¿Nuevo grito de moda? — Habló, aún entre carcajada.
— Tuve un pequeño percance — digo apartando la mirada de él.
— ¿Pequeño?
— Eres idio... — una voz femenina me interrumpió haciendo que me voltera.
— ¡Jason! — Gritó. Es la chica de antes, se acercó a nosotros con las manchas de café aún en su ropa. No sabia que él la conocía.
Cuando se acercó a él, le dió un pico. Abrí los ojos, ¿Ahora éstos qué son, novios, o derechos amigos de ésos?
Jason me miró a mí y luego a ella — ¿Y ustedes por qué están vestidas iguales? — Se rió. Ella me miró, al parecer no había notado mi presencia.
— ¿Tú? — Miró a Jason —¿Tú conoces a ésta torpe que lanzó café encima de mí?
Miré a Jason — Atenea es mi prima.
¡En tu cara, arrogante! Ella abrió los ojos estupefacta, sonreí.
— Vaya — Me miró — Perdón por decirte torpe.
¿Ah? Es una bien queda, resuelta que ahora me pide perdón porque está delante de Jason, venga ya. No le respondí, simplemente lo miré a él.
— ¿Me llevas a mi casa? — Le preguntó.
— No puedo, tengo que dejar a Atenea en la suya.
Rodó los ojos, se acercó a él, y le dió un beso un poco largo. ¿Hasta cuándo se besarán éstos dos? Cuando, al fin, se separaron, yo me subí a la moto.
— Cuidado, no me ensucies de café.
— Imbécil — Se rió.
— Coge el casco — Me lo pasó, con dificultad me lo puse — Agárrate.
Le hice caso y pasé mis manos abrazándolo desde atrás. Arrancó de repente, gracias a Dios por fin llegaré a mi casa.
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Nota de la autora: ¿Celos de chica o de prima? Venga ya Atenea, ¡No te tomamos en serio con esas manchas de café!
Pero tenemos que admitir que Jason es sexy en todo momento.
Dejen sus comentarios y votos, los amo Mel/ómanos! :D
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PROHIBIDO ©
Romance¿Es una locura enamorarte de tu primo? Pues, creo que entenderían un poco más mi historia si conocieran a Jason, un chico tan... único a su forma, y a la vez tan jodido, creo que pensarían distinto. Él está prohibido para mí. Lo sé. Es difícil para...