LVI. Las cosas salen a la luz.

1.1K 64 14
                                    

Capítulo Cincuenta y seis.

Y no sé ni siquiera qué me está proponiendo, pero... creo que aceptaré. ¿Que si soy idiota? No lo descarto, puede ser, pero es imposible resistirme a él, y menos luego de haberlo hecho por mucho tiempo.

Es difícil resistirse a Jason Weller y no caer en la tentación, y una vez que no haces, es imposible sacarlo de tu cabeza un mísero segundo.

—¿Qué estás proponiéndome? —Escuché sus carcajas rápidas desde atrás de él.

—Ahora mismo no es sexo, Diosa.

Abrí la boca, pero él no lo vió por que el casco cubre mi cara. No es por jusgar, pero realmente creí que me estaba propiniendo sexo duro en la montaña, a ver, tampoco así pero algo similar. Pero me alegra de que piense en algo más que sexo y drogas.

—Oh, de acuerdo. Entonces no hay problema—. Él no respondió, sólo cambió el rumbo de su moto— ¿Iremos ahora?

Asentió. Vaya, es rápido. Tengo bastante claro que a penas llegue a casa se armará un problema por haber ido a algún sitio sin el concentimiento de mis padres, y aunque no soporto los regaños de mi papá, no quiero decirle que no a Jason.

Y no por él, sino porque tengo ganas de ir con él.

Jason condujo con mis manos rodando su cintura, para no caerme. Estuve de ésa forma hasta llegar a una calle, bastante desolada. Las paredes se ven viejas y agrietadas, pero le da un toque bastante original. Me fijé que a mi derecha hay una gran puerta, y un cartel que dice; "Regresa luego". No sé si el nombre o simplemente una frase típica de bares.

Tal vez me trajo aquí para hablar un poco y beber algo. Y no me desagrada la idea, de hecho, me gusta. Han sido pocas las veces que hemos cruzados palabras más allá de su coraza, y no digo que ahora vaya a contarme todos sus problemas, porque estoy segura de que no lo hará. Pero quiero conocer más a Jason, porque a pesar de que a veces pienso que sé todo de él, otras siento que no lo conozco nada.

Él se bajó de la moto, y luego yo con cuidado. Me quité el casco, y lo guardé debajo del asiento al igual que él.

—¿Qué hacemos aquí? —Quiero saber para qué me trajo aquí.

—Para hablar.

Siguió caminando, y yo me quedé parada ahí durante unos segundos sonriendo. Negué con la cabeza menteniendo mi risa de boca cerrada y lo seguí. No hay fila ni personas esperando así qie entramos sin problemas.

Hay varias mesas, y supongo que deben haber más que no puedo ver. Pero él y yo caminamos hasta la barra, y nos sentamos cada uno en una silla.

—¡Hey, Jason! —Le dijo el barman de la barra. Al parecer se conocen, empezaré a creer que Jason conoce a cada persona de éste pueblo.

Y supongo que al venir aquí no le van a cobrar. —¿Qué tal? Dame dos vasos de Tequila.

El chico asentió y Jason regresó sus ojos a mí.

—¿Sólo dos? —Pregunto yo—.

—¿Imaginaste que te ibas a embriagar? Pues no, y agradece que te dejo beber al menos un vaso, porque no deberías tomar.

Yo solté una pequeña carcajada— ¿Que me dejas? Yo puedo tomar si me apetece, no debo pedirte permiso, Señor Anacon... —Detuve mis palabras estúpidas.

¿Cómo demonios le he podido decir el apodo que le dí? ¡Ah, tierra trágame!

Jason se rió y me miró a los ojos— ¿Señor Anaconda? —Pregunta sonriendo, yo aparté los ojos de él y los cerré fuertemente, deseando que ésto sea un sueño— ¿Y por qué ése apodo? No creo que sea porque soy venenoso.

PROHIBIDO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora