XXIII. Fiesta.

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Capítulo Veintitrés.

Las horas que quedaron hasta que Kimberly llegáse a mi casa, las dediqué a ordenar un poco mi habitación, ya hacía falta, además, suelo traerle a Mika de vez en cuando algún juguete aquí, y ya habían algunos tirados por la habitación.

La luz del Sol comenzó a llegar a cada rincón de mi habitación, dándole a las paredes un tono anaranjado. Mika se quedó a gusto en su cama, tomando Sol desde allí y yo terminé de ordenar todo.

Qué extraño.

Atenea yendo a fiestas, no me lo creería. Ayer, veintitrés de octubre pasé por una situación muy vergonzosa al tener que ir con Jason a ése bar, pero trataré que hoy no sea así.

También en ése tiempo que tenía le pedí permiso a mi padre para ir, me dijo que sí, pero obviamente poniéndome una hora de regreso.

Más tarde, escuché el timbre de la casa, salí de mi habitación y bajé las escaleras, no había nadie en la sala así que yo abrí. Es Kim.

Levantó dos bolsas que al parecer tienen ropa, enseñándomelas mientras sonreía, no pude evitar reírme.

— Vamos a mi habitación.

Ella no respondió, simplemente me siguió hasta allá. A penas entramos sacó los vestidos poniéndolos encima de la mesa, los miré un poco pero sin prestarles atención.

— ¿Cuál te gusta? — Giré mi cabeza para ahora si ver bien ésas cuatro prendas.

Uno de ellos es de mi color favorito, el blanco. Sí, aunque no suele considerarse un color sino la presencia de todos éstos, es el que más me gusta. No es tan corto, pero rompe ése toque "conservador" en su escote, él cuál está bastante pronunciado.

Los demás eran excesivamente coquetos, nunca me pondría algo que no dejara prácticamente nada para la imaginación.

Miré a Kimberly. — Todos están muy lindos, pero no creo que sean de mi estilo.

— Vamos, Atenea. Te verás hermosa.

Suspiré — De acuerdo, me pondré el blanco.

Ella sonrió, cogió el resto de los vestidos y los devolvió a las bolsas — Lo sabía.

Me quité la ropa quedando en sujetador y bragas, Kimberly me ayudó a ponerme el vestido y a subir la cremallera que tiene en la espalda. Para mí sorpresa, también trajo un par de zapatos de color rojo, no son tan altos y están muy bonitos, me los puse, por suerte eran de mi pié.

Kim quiso maquillarme pero no la dejé.

Cuando estaba lista ella se quedó mirándome unos segundo para luego romper el silencio.

— Estás preciosa, nena.

— ¿De verdad? — Pregunté sonriendo.

Sonrió — Sí. — No dijo nada más y miró su reloj, a los segundos me miró. — Tenemos que irnos ya.

— ¿Ya? — Asentió. Cogí un bolso pequeño para meter mi celular, carnet y algo de mi dinero, por si acaso. — ¿Ya tienes gasolina o tenemos que pedir un Uber?

— No tranqui , — Respiré tranquila — ¿Crees que no me prepararía para la fiesta?

Me reí.

Salimos de mi habitación para luego bajar las escaleras, con cuidado de no caerme, aunque mi calzado no sea tan alto, tengo miedo a tropezar y caerme.

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