Capítulo Cinco.
Atenea Weller.
Desperté al día siguiente sin necesidad de alarma, creo que son las ganas de ir ya a la universidad. Me levanté sobresaltada del entusiasmo y fuí al baño. Eché agua en mi rostro.
Bajé al comedor, ahí estaba mi madre sentada con mi padre esperándome.
— Buenos días — hablé con una sonrisa de oreja a oreja, ellos sonrieron.
— ¿Estás emocionada por entrar a la universidad? — le asentí a mi padre mientras sonreía.
— Mucho. De hecho, te quería preguntar si Kim puede pasar por mí para irnos juntas.
— De acuerdo — Sonreí y me llevé una tostada a la boca. Desayuné a la velocidad de la Luz, regresé al baño, cepillé mis dientes y entré a la ducha, me bañé sin mojar mi cabello, al salir, envolví mi cuerpo con un albornoz y regresé a mi habitación.
Me puse unos jeans vaqueros con un suéter ancho de color negro, y unas botas del mismo color. Mi cabello lo dejé suelto, no me gusta experimentar peinados, porque creo que no todos quedan bien con el cabello corto, simplemente lo alicé con el peine.
En una mochila, metí mis libros, y cuadernos. Mientras lo hacía llegó un mensaje a mi móvil, lo saqué del bolsillo de mis jeans, es de Kim.
Mensaje de texto.
— Nena, estoy abajo.
— Perfecto, ya voy — Salí del chat.
Miré a Mika — Hasta luego, preciosa — Bajé hasta la sala de estar, ahí estaban mis padres.
— Buena suerte, princesa — mi padre me dió un beso en la mejilla y luego mi madre un abrazo. Sonreí y salí de la casa, ahí estaba Kim en su auto, sí, tiene auto, no es de extrañar, sus padres se lo regalaron cuando cumplió los 18 años, ellos no son sobre protectores como los míos.
Abrí la puerta del auto y me subí al asiento del copiloto.
— ¿Preparada? —. Preguntó ella.
— ¿Se vale decir no sé? , — Ella se rió. Arrancó el auto y condujo hasta la universidad. Estoy nerviosa, tengo miedo a millones de cosas, caerle mal a alguien, tropezarme, o simplemente hacer el ridículo, tengo pavor.
Cuando llegamos ella estacionó su auto. Al parecer sintió mi miedo porque habló antes de bajarnos — Ey, nena, no tengas miedo. Verás que siendo tú misma todo saldrá bien.
— Éso espero —. Solté un suspiro, y ahora sí nos bajamos del auto.
Sentí tantas vistas encima de mí, que no sé si es una ilusión de mi cabeza o si en realidad me están mirando. Kim y yo caminábamos una al lado de la otra, ella estaba mirando chicos. Por dios Kim, ¿En este momento?
Escuchamos un timbre y seguimos el camino de todos. La miré, ella me habló — ¿Sabes cuál es nuestro salón?
— Sí, lo tengo anotado — Le respondí. Busqué en las notas de mi móvil el lugar donde está nuestro salón, nos guíamos por ahí y llegamos.
Todos ya estaban en sus asientos, así que Kim y yo nos sentamos en la mesa que quedó libre.
El profesor comenzó a darnos una charla de bienvenida, y no puedo negar que sea lo que sea que tenga que ver con mi carrera me interesa.
Nos dieron apuntes necesarios y una que otra clase, pero no tan fuerte, a penas es nuestro primer día. En un momento sonó el timbre, deduzco que es la hora que tenemos para ir a las cafeterías y socializar.
Rayos, socializar.
Kimberly y yo salimos del salón para ir a uno de los inmensos patios de esta universidad — ¿Vamos a la cafetería? — Preguntó.
— Yo te espero aquí.
Asentió y fué. Miré a todos lados, todos estaban en grupos a partir de dos o tres personas, hablando. Miré al suelo, ví los zapatos de alguien delante de mí. Levanté la vista, es un chico.
Alto. Sus ojos son cafés y su cabello ondulado, no pude ver más porque sólo tuve cinco segundos antes de que habláse.
— ¿Eres nueva? — Asentí — ¿Puedo sentarme?
— Emm sí, claro.
Vamos Atenea, no puedes ser borde, tienes que ser simpática, venga, eso es fácil para tí.
Me habló — ¿Cómo te llamas?
— Atenea — Abrió los ojos.
— Vaya, como la diosa de la sabiduría — Sonreí. Venga, es una de las pocas personas a la que no he tenido que explicarle de dónde proviene mi nombre.
— Sí — Hablé sonriendo — ¿Tú cómo te llamas?
— Eduard, no es el nombre de ningún Dios, pero está lindo — Me reí por su comentario, él sonrió — ¿A qué carrera vas?
— Filosofía. ¿Y tú?
— Igual — Vaya. Abrí los ojos - Y, ¿Por qué estás sola aquí?
— Mi prima está en la cafetería, y socializar no es mi fuerte.
Él sonrió — Pero no se te da nada mal.
Sonreí — Sí, estoy sorprendida. Él sonrió. Kim regresó acercándose a nosotros.
— Hola , — habló al llevar. Eduard la miró, —¿Qué tal? Soy Kimberly.
— Eduard, mucho gusto — Kim sonrió — Bueno, yo me voy. Pero, — me miró — ¿Me das tu número?
— Necesitas más que saber de dónde proviene mi nombre para que te dé mi número.
Él sonrió — Bueno, entonces, nos vemos luego.
Asentí, él sonrió otra vez y se fué.
— Te dejó sola unos minutos y te encuentro coqueteando.
— ¡Dios, no! — Me reí — No estaba coqueteando. Simplemente se acercó a presentarse.
— Pero está guapo, ¿O no?
— No me fijé.
Ella exhaló — Venga ya, Atenea. ¿No lo estabas mirando a la cara?
— Sólo unos segundos, lo demás no hice contacto visual, me daba vergüenza.
— Te mereces que Zeus lance un rayo específicamente encima de tí — Me reí.
Después de unas cuatro horas, ya todos estábamos saliendo de la universidad, caminando entre la multitud.
Choqué con alguien haciendo que la otra persona cayera al suelo.
La miré, es una chica.
— Ay, perdón — Extendí mi mano para ayudarla a levantarse.
— Imbécil , — Se levantó — Deberías mirar por dónde vas.
Sin decir nada más siguió caminando, miré a Kimberly — Tranquila, de seguro está así porque no folla hace un mes. — Me reí por lo bajo.
— ¿Cuándo no eres virgen, es una necesidad hacerlo? — Le pregunté. Sí soy virgen a los 18 años, por una simple razón, mis padres, ellos no quieren que tenga novio ni hacer nada que se haga con ellos, hasta que salga de mi casa casada de blanco.
Siempre ha sido una tradición que han seguido, y pues, yo también tengo que hacerlo.
— Obvio, a veces hasta te calientas sin motivos.
— Vaya.
Seguimos caminando sin decir nada, nos subimos al auto de Kim, ella arrancó.
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PROHIBIDO ©
Romance¿Es una locura enamorarte de tu primo? Pues, creo que entenderían un poco más mi historia si conocieran a Jason, un chico tan... único a su forma, y a la vez tan jodido, creo que pensarían distinto. Él está prohibido para mí. Lo sé. Es difícil para...