XXXIV. Pelis y palomitas.

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Capítulo Treinta y cinco.

—¿Y tú cómo sabes lo de Jason? —Pregunta ella. Y yo me quedé algunos segundos pensando en qué le respondería.

—Me lo imaginé.

—De acuerdo —Respondió con duda, como si no creyera del todo lo que le acabo de contar. Y sí, tengo que admitir que debería contarle a Kim.

Explicarle todo lo que ha pasado, porque es mi amiga ¿No? Pues, la respuesta es sencilla, no puedo. Me da vergüenza contarle que he besado a Jason, y que si él intenta hacerlo otra vez probablemente volvería a pasar, sé que ella no me juzgaría, pero me sentiría extraña y con los brazos abiertos para recibir cualquier tipo de insulto por mis actos, me lo merezco.

Prefiero ahorrarme ése mal trago, y tratar de evitar cualquier otro tipo de contacto con mi primo.

Y lo sé, no soy perfecta, de hecho, tengo miles de defectos y actitudes cuestionables. Además, creo que son cosas que por más que intentemos cuesta mucho cambiar.

Y yo estoy condenada a sentirme mal por algunas cosas que hago y por lo que puede pensar la gente. Sé que está mal, y debería cambiarlo, pero no es así de fácil.

No lo es.

O quizás yo lo hago más difícil.

Respiré ondo tratando de borrar el sin fin de pensamientos que estaban llegando a mi cabeza, le avisé a Kim que iba a por palomitas a la cocina.

Necesito una buena ronda de palomitas y una reconfortante película de Netflix.

Ya en la cocina, cogí un paquete de palomitas y lo metí en el Microondas. Y de un momento a otro, sentí ése exquisito olor, palomitas mezcladas con mantequilla, al instante me dió hambre. Escuché las palomitas explotar dentro del paquete.

Y en unos treinta segundos ya estaban listas para devorarlas. 

Saqué el paquete del Microondas, con cuidado porque estaba caliente, para echar su contenido en un bol. Me acerqué al refrigerador y de ahí saqué dos botellas de Coca Cola.

Éste momento me va a servir para desconectar.

Cogí todo y salí de la cocina, no me percaté que por delante de mí pasaba Jason, por suerte no llegué a chocar con él.

—Eh, cuidado Diosa —Se detuvo y sonrió. ¿Por qué tenía que verlo ahora? Luego de que estaba desconectando de todo. Con su pelvis un poco más hacia delante y una camiseta dejando ver sus brazos, Jason cogió una palomita y se la llevó a la boca —¿Quién está arriba? ¿Tu girasol? ¿Tendrán fiesta de pijamas? —Habló serio y con frialdad. Algo que provoca escalofríos en mí.

Pero yo, con un bol lleno de palomitas y dos Coca- Colas en la mano le respondí, si tuviera un espejo delante me reiría, me imagino lo ridícula que me veo ahora mismo.

—Se llama Eduard, no girasol. Las fiestas de pijamas son en las noches y arriba está Kim, no nadie más —Digo, rectificando todo lo que él acaba de decir, lo cuál por alguna extraña razón lo hizo sonreír.

—Bien, buena suerte con éso —Cogió otra palomita y se fué. «Buena suerte con éso». Ahora ¿Que habrá querido decir? Rodé los ojos y subí las escaleras con cuidado de no tirar las palomitas o derramar la soda. A penas entré a mi habitación cerré la puerta con seguro.

—Rayos —Habló Kim y relamió sus labios, al parecer con mucha hambre también.

Dejé todo encima de la mesita de noche y me metí la cama, acomodé la laptop. Cogí otra vez nuestro alimento y lo puse en el medio de nosotras. 

PROHIBIDO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora