XXII. Qué atrevida.

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Capítulo Veintidós.

Tengo entendido que el consumo de drogas daña demasiado la salud, además de hacerte adicto, que no puedes coordinar o simplemente estar tranquilo si no consumes.

Aún sin creerlo, apagué mi celular y me acosté mirando al techo.

Jason.

Fué mi último pensamiento antes de quedar profundamente dormida. Él me preocupa, así que en la mañana hablaré con él.

Me costó un poco dormir bien, tal vez porque tenía muchas cosas dando vuelta por mi cabeza y no me dejó pegar ojo.

Así que a las 7:30 a.m. me levanté de la cama, salí de mi habitación y fuí al baño, ahí eché agua en mi rostro, bostecé mientras salía rumbo a la sala de estar.

Bajé las escaleras con cuidado, estoy cansada y fácilmente podría caer por ellas.

Sin poder evitarlo, miré la puerta de la habitación de Jason. Y mi cerebro se dividió en dos pensamientos, ir o no ir.

Quiero ir, pero sé que me tratará mal o puede estar durmiendo. Pero por otro lado, repito, quiero ir.

Sin darle más vueltas, caminé hasta su habitación. Toqué la puerta un par de veces.

—¿Quién es? — Preguntó desde dentro.

—Soy yo, Atenea.

—Coño Diosa, estoy durmiendo.

—Será un segundo.

No respondió más, pero abrió la puerta. Abrí los ojos como platos y aparté la mirada al instante cuando me fijé en que estaba prácticamente desnudo, sólo llevando puestos unos bóxers Calvin Klein.

Escuché su risa — Oh cielos, ¿Te asusté?

Continuó riéndose, lo miré, para demostrarle que se equivoca, aunque no sea así — No, para nada.

Negó con la cabeza mientras sonreía, cerró la puerta y me miró — ¿Qué querías Atenea?

— Em, sí , — Miré a un lado, para poder concentrarme, pero no sé de qué forma decirle que sé que se droga — Jason, sé lo que haces.

— ¿Qué hago?

—Que tú... tú , — Lo miré —. Te drogas.

Se acercó a mí, dejando pocos centímetros de distancia entre su cara y la mía.

— ¿Cómo demonios sabes éso? — Me habló en un tono que me hizo saltar del susto.

—Lo noté ayer en el baño del bar.

Lamió sus labios y me miró a los ojos, y como he dicho, me intimidé — Cómo digas algo Atenea, te juro que... — Lo interrumpí.

—Yo no diré nada, no quiero meterte en problemas, pero deberías dejarlo, éso provoca muchas... — Él irrumpió en mi diálogo.

—No necesito clases de filosofía, gracias.

—Intento ayudarte.

—Siempre intentas ayudarme, ¿No acabas de darte cuenta que no necesito tu ayuda?

Me quedé mirándolo — De acuerdo, si no quieres que me meta no lo haré. No te quiero molestar.

Sin darme cuenta bajé mi mirada a ... la única parte que no puedo ver ahora mismo en su cuerpo, la única zona que está cubierta. De inmediato devolví mis ojos a su cara.

Él se rió, y miró él también ahí, para luego mirarme a los ojos.

— Qué atrevida.

— No, yo sólo... — Me interrumpió.

— Tranquila, sé que es inevitable mirarme.

Abrí la boca mirándolo, ¿Qué se cree? — Eres mi primo, ¿Por qué te miraría con otros ojos?

— ¿Quizás porque te gusto?

— Por Dios, estás loco.

— Ni tanto.

Rodé los ojos, caminé hasta la puerta para salir, pero él puso su mano en la misma, bloqueándola, lo miré.

— Hasta luego, primita.

Me quedé mirándolo unos segundos, él quitó la mano de la puerta así que salí de inmediato. Dios, qué minutos más tensos y nerviosos.

Aclaro que no quería bajar mi mirada a sus partes íntimas, simplemente estaba nerviosa y los ojos se desviaron solos, sin darse cuenta.

Por todos los Dioses, hay que estar muy loco para decirme que él me gusta, ¿Cómo me va a gustar mi primo? En mi familia éso es un pecado mortal, y aunque muchas personas no lo vean mal, puesto que en muchos países los primos se casan para mantener las herencias dentro de sus familias, yo nunca tendría nada con Jason.

Fuí rumbo a la cocina, ahí comencé a preparar el desayuno.

No tardé mucho, simplemente tosté pan, cogí mermelada, mantequillla y a la mesa. Llamé a mis padres y a mi primo, esperé unos minutos hasta que llegaron a la mesa.

—Buenos días —. Habló mi padre.

—Buenos días — Respondimos al unísono mi madre, Jason y yo.

Sentí todo el tiempo la mirada de mi primo sobre mí, sin mirarlo, acabé de desayunar para llevar los platos a la cocina y lavarlos.

—Hija.

Me volteé para mirar a mi padre.

—¿Qué pasa?

—Kimberly está en la sala.

Sonreí, sequé mis manos con una de las toallas de cocina y salí de ésta caminando hasta el living, me acerqué a Kim, ella se levantó del sofá y me dió dos besos en las mejillas.

— Vamos a la habitación.

Ella asentió y me siguió por las escaleras, al entrar a mi cuarto, cerré la puerta después de mi paso.

—Arréglate.

— ¿Ah? — Me miré, ¿Qué pasa, habrá algo mal en mi ropa?

— ¿Qué sucede?

—¿No leíste el mensaje de Eduard?

— ¿Qué mensaje?

— Uno que le envió a la mayoría de las personas de la Uni por WhatsApp.

— No me he conectado, ¿Pero de qué se trata?

— Hoy en la noche hará una fiesta en su casa, para celebrar las primeras semanas en la universidad. Y tenemos que ir... — La interrumpí.

— No, no iré.

— No me hagas éso, Atenea.

— Lo siento, pero ayer fuí prácticamente obligada a ése bar, y no lo pasé nada bien, no tengo ganas de que se repita.

— No de repetirá porque ésta vez no estará Jason.

Me quedé mirándola unos segundos. ¡Por todos los Dioses! Qué fácil puede convencerme ésta rubia.

— ¡Assh! Está bien, iré contigo, además me llevo bien con Eduard.

Ella sonrió, se acercó a mí y me abrazó. No pude evitar sonreír también.

— ¿Me dejas que te dé uno de mis vestidos?

— No, éso sí que no.

— Venga, estará toda la universidad y te tienen que ver hermosa. — Continuó hablando —. Me iré ahora y vuelvo antes de irnos con los vestidos, al menos te los pruebas ¿Okay?

— De acuerdo, pelusa.

Ella sonrió, se levantó de la cama y salió de mi habitación. ¡Diablos! Qué floja soy con ésta chica, no pude evitar sonreí.

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