Capítulo Cuatro.
La alarma que tengo programada para las 10:30 de la mañana comenzó a sonar, aún dormida, extendí mi mano para apagarla.
Buen día, alegría. Hoy es domingo, y quiero tener todo listo para la universidad desde hoy. No me gusta hacer las cosas a última hora.
Me levanté de la cama, sin fuerzas, siempre me despierto prácticamente sonámbula, salí de mi habitación y fuí al baño. Abrí la llave del grifo y eché agua en mi cara, con una toalla me sequé y bajé a la cocina, mi madre estaba haciendo el desayuno.
— Buenos días, mamá , — sonreí. Ella me devolvió la sonrisa — Te ayudo.
Cogí un pan y lo corté en rebanas para meterlo en la tostadora, mientras ella hacía café y leche. Abrí el refrigerador, cogí un bol con fresas, lo dejé fuera.
Cuando la tostadora sonó, ya estaban listas las tostadas. Las saqué y las puse en un plato. Mi madre sirvió café en tres tasas, sí, amo el café, pero sólo si es con leche, así que a mí tasa le echó la leche.
Cogí mantequilla y mermelada. Con la ayuda de ella llevamos todo a la mesa, incluyendo las fresas y lo acomodamos todo.
— ¡William el desayuno está listo! — Gritó mi madre. Cuando él bajó nos sentamos en la mesa.
— Buenos días, papá.
Él sonrió, cogió su tasa de café — Buenos días, princesa , — Sonreí y le dí un sobro a mi bebida. Cogí un cuchillo y eché en una tostada mantequilla y luego mermelada. Le dí un mordisco. — No puedo tardar, tengo que llegar al restaurante.
— ¿Tan temprano? — Le pregunté.
— Sí, el otro cocinero principal tuvo una lesión así que tengo que cubrir sus turnos.
— Ay cariño — Suspiró mi madre — ¿Pero te pagarán por eso?
— Por lo que dijo el jefe sí.
Hablé yo — Pues mejor.
Mi madre lo miró — Ya te he dicho que puedo volver a trabajar de secretaria, cariño.
— No Raquel, yo soy el hombre de la casa, y mi sueldo alcanza para vivir bien, mientras tanto ustedes no tendrán que trabajar.
Suspiré — Ay papi.
Seguí desayunando hasta acabar. Ayudé a mi madre con los platos y luego a lavarlos. Abrí la estantería y cogí la comida de Mika. Subí con ella a la habitación y la serví en su comedero, ella fué desesperada hacía allá.
Luego fuí al baño y cepillé mis dientes. Mientras lo hacía me quedé mirándome.
Chica con poco cabello.
Pasaron las palabras de Jason por mi cabeza. Y hablé para mí misma — No tengo poco cabello.
Me miré unos segundos — Mi cabello es lindo.
Atenea hablándose a sí misma a través del espejo, qué nivel de locura. Dejé el cepillo de dientes en su sitio y regresé a mi habitación a organizar mis libros, cuadernos y todo lo necesario para la universidad.
Jason Weller.
— Voy en camino — Colgué el teléfono y salí de mi casa. Fuera estaba mi moto estacionada, me subí en ella, metí la llave y arranqué.
Manejé hasta la casa de Dylan, para que me diése el dinero para comprar la cocaína. Al llegar toqué el cláxon de mi moto.
A los minutos él salió, se acercó a mí — Aquí lo tienes — extendió su mano con el dinero, antes de dármelo me miró — Antes de un mes.
Lo cogí sin decirle nada y arranqué. Fueron más o menos 3 minutos hasta el callejón. Cuando llegué estacioné mi moto, quité la llave y me bajé.
A algunos pasos de mí ví a Connor, el que me venderá la coca. Me acerqué a él.
— Ey, Jason — Chocó puños conmigo.
— ¿Ya tienes el encargo aquí?
Asentió — Sígueme.
Lo hice. Entramos a su casa, estaba al frente de nosotros. Yo he venido varías veces, no es la primera vez que le compro éso a él.
Buscó en un cajón, cuando sacó algo me miró y me lo dió. La cocaína estaba metida en una bolsita de plástico, la abrí y metí un dedo en mi boca para mojarlo luego lo metí en la bolsita, probé lo que se quedó pegado en mi dedo para comprobar que no me está dando algo que no es.
Lo miré. Saqué el dinero de mi bolsillo. Extendí mi mano y se lo dí — Cuéntalo.
Él lo hizo. Cuando corroboró que estaba todo el dinero me miró, extendió su mano — Siempre es un placer hacer negocios contigo, Jason.
Hice una pequeña sonrisa.
Y sin decirle nada más salí de su casa. Caminé hasta mi moto y me subí en ella para comenzar a conducir. Quiero llegar a mi casa, necesito que lo que acabo de comprar haga efecto en mí, ya.
A penas llegué estacioné la moto, entré a mi casa y fuí a mi habitación pasando de mi padre. Cerré con seguro, cogí una hoja de papel y eché ahí la coca, no toda, sólo la que inhalaré. Con un dedo tapé un hoyo de mi nariz y con el otro inhalé todo lo que había.
Al hacerlo mojé mis labios. Arrugué el papel y lo tiré a la papelera de mi habitación.
Ahora sí puedo decir que el día comienza a ser bueno.
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PROHIBIDO ©
Romansa¿Es una locura enamorarte de tu primo? Pues, creo que entenderían un poco más mi historia si conocieran a Jason, un chico tan... único a su forma, y a la vez tan jodido, creo que pensarían distinto. Él está prohibido para mí. Lo sé. Es difícil para...