LXII. Vales la pena.

1K 61 7
                                    

Capítulo Sesenta y dos.

Él me hizo ponerme a cuatro patas, madre mía. Tengo miedo, nunca me había puesto en ésta posición y me da temor que me pueda doler más de lo normal. Jason se posicionó en la entrada de mi intimidad, sus dos manos las puso en mi cintura, y me penetró de repente.

—¡Ah! —Grité, por su embestida inesperada. Mis piernas tiemblan y siento que en cualquier momento caeré al suelo, sin fuerzas. Jason desde atrás dejó una mano en mi cintura, y la otra la utilizó para estimular mi clítoris, tocándolo de forma circular, haciendo que por todo mi cuerpo pasara una especie de corriente eléctrica desgarradora.

—Quiero que tengas un orgasmo, Atenea, —Me dice desde atrás. Con su voz ronca y agitada — Otro más, por mí.

Acelera el ritmo de su dedo, a la vez que aumenta la velocidad de sus movimientos. Y me tengo que contener demasiado para no gritar ahí mismo, tengo tanta sed de Jason, y lo peor es que siento que nunca saciará, que seguirá siendo la misma y que cada vez aumentarán las ganas de tenerlo cerca de mí, aunque lo tenga o no, siempre necesitaré de él. De cada parte de su piel.

—Jason. —Jadeo, de una forma que no puedo contener. Mi voz se vuelve más aguda mezclada con mi respiración agitada y los movimientos que hago con mis caderas a la vez que él me penetra, son incontrolables.

Siento que en cualquier momento podré estallar del deseo, de las ganas que jamás pensé que llegaría a sentir en mi vida y que son más fuertes de lo que pude imaginar en algún momento.

Los dedos de Jason no se detienen en mi intimidad mojada por él. Por culpa de Jason. Y ni siquiera todo el viento que hay en éste lugar es capáz de cambiar éso.

Me debilité, al experimentar nuevamente aquella sensación que provoca un orgasmo. Él se percató, y quitó sus dedos. Que siguiera estimulando ésa parte de mí, haría que me doliera. Regresó ésa mano a mi cintura, y con unas embestidas más, se corrió. Fuera de mí. En aquel césped verde. Yo me acosté mirando al cielo, aún desnuda. Ahora mismo no siento vergüenza, al contrario, estoy tan exhausta y con mi pecho agitado que necesito algunos minutos para relajarme. Jason se acostó a mi lado, sobre aquella manta. Giró su cabeza hacia su izquierda para verme. Yo también lo miré, con todo mi cuerpo sudado.

—Dijiste que me querías.

Dijo él. Al parecer no pudo sacar de su mente aquellas palabras que le dije.

—Es la verdad, —Respondí, y ambos no quedamos mirándonos, sin decir nada. ¿Para qué? Si ahora mismo su mirada me está diciendo todas las cosas que él tiene ocultas, que no quiere expresar— Pero tú aún no me has dicho qué es lo que sientes por mí.

Aparté mis ojos de é, esperando que se quedara en silencio. Pero no, Jason respondió.

—¿Sabes? —Lo miré otra vez— No lo tengo claro. No sé ponerle nombre a lo que siento por tí.

—De acuer...—Iba a terminar de hablar, un poco molesta. Pero él me interrumpió.

—Pero deseo estar a tu lado, sentir tu calor, abrazarte tan fuerte que pueda sentir los latidos de tu corazón. Sé que deseo que me desees como yo te deseo a tí. Y créeme, lo único que tengo claro es que quiero que nunca te vayas de mi lado.

Intenté decirle algo, pero simplemente no pude. Estoy petrificada con sus palabras. Jason me quiere, lo sé. Y me quiere tanto que no sabe cómo llamar a ése sentimiento que está experimentando, que es completamente nuevo para él.

—Yo... —Me callé unos segundos, buscando las palabras adecuadas para decirle, pero no las hallé. ¿Qué le digo, te amo y casémonos? No. Así que le cambié el tema de la forma que pude— Deberíamos vestirnos y volver con los chicos.

PROHIBIDO ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora