XX. Noche en el bar.

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Capítulo Veinte.

Atenea Weller.

!Ah! ¿Por qué demonios tengo que ir yo?. Me fuí a mi habitación cuando terminé de prepararle el café a mi padre. No tengo ganas de ir, Jason irá con dos chicas, ¡Con dos! El no aclaró sexos, pero me imagino que irá con dos mujeres más. Y espero equivocarme porque éso me parece asqueroso.

Cogí mi teléfono, llamaré a Kimberly, tengo que pedirle que vaya conmigo, me sentiré muy incómoda allá si ella no está.

Llamada telefónica.

Ella: ¡Hola, nena! — Habló a penas contestó.

Yo: Necesito que vayas conmigo a un bar.

Ella: ¿Qué? ¿En serio vas a salir?

Yo: A ver, no, Jason le pidió el auto a mi padre para ir con dos personas más, pero.... — Ella me interrumpió.

Ella: En pocas palabras nena.

Yo: Tengo que ir con él — Me quedé callada unos segundos — Aunque pensándolo bien, ¡tú puedes prestarle tu auto!

Ella: ¡No! Ni lo pienses, mi padre no me dejaría. Además, no tengo gasolina, tendré que ir a tu casa en Uber.

Yo: Vaya — Se quedó callada unos segundos y yo también, esperando una respuesta

Ella: Pero claro que voy, tonta. ¿A qué hora es?

Yo: A las diez.

Ella: Vale, a las 9:30 p.m. estoy en tu casa.

Yo: Te espero.

Ella: Ponte guapa.

Yo: Byeeeee — Colgué el teléfono. No había pensado en el tema de la ropa, y ahora que pienso, no tengo nada que ponerme, madre mía.

Más tarde, a las 9:00p.m. decidí ponerme un vestido de color blanco de mangas largas, bordado completamente, y unos centímetros más alto que las rodillas. También me puse unas zapatillas de color rojo, y pues, ya. Creo que ya estoy lista.

A los minutos escuché el timbre, bajé rápido, supongo que es Kim. Abrí la puerta, ella se quedó mirándome unos segundos.

— Hice bien en traer opciones de ropa. — A penas terminó su pequeño diálogo entró a la casa y caminó rumbo a mi cuarto, la seguí.

— No me pondré nada de lo que traigas, debe ser muy... — Ella me interrumpió.

— Muy despampanante.

Ella soltó una pequeña risa — ¿Despampanante?

— Ya sabes, nada que ver conmigo.

— Ay chica, no exageres, apuesto que te verás hermosa.

— Pues perderías la apuesta.

Rodé los ojos, ella puso su bolso encima de la cama, lo abrió y sacó dos vestidos, madre mía, lo que yo decía, uno es de color rojo pasión, escotado y no tan corto, el otro, de color negro, de tela de poliéster, con brillo y apariencia arrugada, no tan corto y un poco más sofisticado.

La miré — No me pondré nada de éso.

— ¿Cómo qué no, Atenea? Te verías hermosa.

— No me sentiría cómoda con éso, Kim. Prefiero quedarme con lo que tengo.

— Está bien, chica, no te puedo obligar — Suspiró y los guardó otra vez en su bolso.

No me lo pondré porque ésos vestidos no van conmigo, prefiero usar lo que tengo y así me sentiría más cómoda y más Atenea.

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