Parte II. Capítulo 3.- No Lo Hiciste, ¿Verdad?

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MAGNUS


-¿Mamá?, soy yo – dije al teléfono esa mañana... – recuerdas que la próxima semana iremos para allá, ¿verdad?

-Magnus... la voz de mamá... sonaba nerviosa – todo lo que nos has contado, ¿no era una broma?... en verdad vas a venir con ese... mmmm...

-Hombre, ¡si, efectivamente!

-...

Estoy seguro de que mamá había murmurado – ¿dijiste algo?

-Nada... es solo algo que tu padre dijo al respecto y...

-Mmmm, usualmente papá nunca reclama por nada – dije mientras me alejaba de la ventana.

-...

-¿Mamá?, mamá... – no pude evitar apretar mis labios, reprimiendo un suspiro... cuando escuché a mamá sollozar – mamá, por favor, no llores.

-...

-Te amo – dije, tratando de consolarla – por favor, dile a papá que también lo amo.

Dios, dame fuerzas... porque realmente las voy a necesitar.

Cuando colgué el teléfono, me quedé sentado en el sillón, con mis manos cubriendo mi cabeza... pensando... pensando en que debería hacer para que todo realmente saliera bien... no esperaba... que mi madre lloraría, no lo había hecho la primera vez que le hablé sobre Alexander, ni las escasas pocas llamadas que tuvimos después, hoy... hoy fue la primera vez.

Suspiré mientras veía el vaso con agua que había estado bebiendo, deteniéndome en los dos cubos de hielo que chocaban entre sí mientras flotaban en el líquido, los veía, como si estos pudiera darme todas las respuestas que necesitaba pero, cuando mi vista voló al cesto de basura que estaba junto a la mesa de café, un libro llamó mi atención.

Dubitativo, saqué aquel libro del cesto... no era... ¿la novela romántica que le gustaba a Alexander?, ¿la había botado hoy?, ¿Por qué?

Esa novela... la que siempre veía en el departamento de Alexander, siempre me ha dado... extrañamente... un extraño sentimiento, me pregunto, ¿Por qué será?

El repentino sonido de alguien llamando a la puerta, me sacó de mis pensamientos. Volví a suspirar mientras dejaba el libro sobre la mesa e iba a atender.

-¿Si? – pregunté al abrir la puerta, aunque lo primero que vi, fue un sobre siendo mostrado a mis ojos.

-Hola – dijo un hombre de cabellos rubios, rizados – disculpa por interrumpir, pero esto le pertenece al señor Lightwood, hay un currículo adentro y por ello sabía dónde podía devolverlo.

-Emm, gracias... por la molestia – dije mientras tomaba los papeles de Alexander.

-¡Un gusto conocerte, por cierto! – Dijo tendiéndome su mano – mi nombre es Andrew Underhill, pero todos suelen llamarme solo Underhill – le miré frunciendo el ceño, sin el más mínimo intento de estrechar su mano – bueno, creo que estoy molestando, ¿cierto?

-Para serte sincero, si, ¿podrías irte ahora, por favor?, y gracias por devolver esto.

-Vale, vale, tranquilo – me dijo sonriente – solo quería ver al nuevo amigo de Alec al menos una vez.

Mmmm.

Le miré unos segundos más, mientras me recargaba sobre el marco de la puerta – ¿Quién... eres tú?

Nueva York, Con AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora