Parte I. Capítulo 2.- Calor En Aumento

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MAGNUS


Esa misma noche, regresé a Manhattan después del trabajo. Me había escusado con mis compañeros nuevamente diciendo que tenía un compromiso el cual debía atender, pero la realidad era... que inconscientemente deseaba ver a Alexander de nuevo. Pero luego de alrededor de una hora... sabía que toda aquella esperanza había sido en vano.

-¿Estas solo? – alcé la vista hacia un chico pelinegro que se me había acercado.

-Si – dije simplemente, con una sonrisa.

-Supongo entonces, que no te molesta si te hago compañía, ¿cierto?

-Para nada, de hecho, compañía es lo que estaba buscando.

-Es bueno saberlo, esperaba que este apuesto caballero se encontrara disponible.

Durante esa espera, y la aparición de este chico, me di cuenta de algo. Yo... tengo una gran debilidad por los chicos cuyo cabello negro es tan intenso como la medianoche. Y si lo pienso mejor, aquella chica en la secundaria... cumplía con esa característica.

No estoy seguro de cuánto tiempo estuvimos platicando, mucho menos cuando nos habíamos aislado un poco, donde me encontraba besándolo mientras él, con descaro, tenía sus manos sobre mi trasero, emitiendo leves jadeos entre cada beso.

-Deberíamos irnos – me dijo una vez que rompimos el beso – ¿te parece si vamos a un hotel?

Normalmente, por no decir que "nunca" llevo a nadie a mi departamento... además que la mayoría de chicos, prefieren los hoteles.

-Si estás de acuerdo, podemos ir a mi casa.

Pero... el calor que sentí la noche pasada... me hizo olvidarme de mis principios.




-Mi primo vive cerca de aquí – me comentaba el chico mientras subíamos las escaleras del edificio.

-¿En serio? – Me sorprendí – ¿eso no te preocupa?

El chico rio – de haber sido otra persona, seguro que me preocuparía, pero a decir verdad, él es bastante agradable, bueno... al menos me entiende, si sabes a lo que me refiero.

-Bueno, supongo que ese tiene...

Sentí que aquella frase se quedó atrapada en mi garganta al momento que había alzado la vista del chico, y escuchar unos pasos extra.

Mi acompañante y yo nos detuvimos al vernos obstruidos por una persona que iba bajando, pero que también se detuvo al vernos... o mejor dicho... al verme.

Era... Alexander.

No pasó ni un minuto cuando, sin mediar palabra alguna, Alexander continuo bajando las esclareas. Y nuevamente, sentí un nudo en la garganta... ¡maldición!... ¡¿Por qué tenía que aparecer justo ahora?!

Esperé toda la noche para verlo de nuevo... y pasa esto.

-¿Acaso hice algo malo? – preguntó mi acompañante, sacándome de mis pensamientos.

-¿Eh?

-¿Ese chico era amigo tuyo?

-...

No estaba seguro de querer responder, así que esperaba que mi silencio al menos le diera una pista. Distraídamente comencé a abrir la puerta de mi departamento pero, al abrirla, noté como un trozo de papel amenazaba con caer al suelo si abría la puerta por completo.

Nueva York, Con AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora