Parte VI. Capítulo 3.- Misterios De La Vida

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Rafa (13 años)


Los años continuaron pasando y yo, no podía estar más contento con la familia que me había acogido. Sin embargo, pese a todo... como cualquier familia, Max y yo teníamos diferencias de vez en cuando, él aún era un niño... y yo estaba siendo un poco más "adulto", por lo que a veces no quería jugar con él... no todo el tiempo, claro, pero había ocasiones en las que solo quería mi espacio.

Durante ese tiempo, cada vez que tenía algún tiempo libre, generalmente los fines de semana, yo solo me sentaba en uno de los sofás, contemplando a mi papá y a mi padre.

Realmente, me gustaba mucho verlos juntos. Ver a Magnus y Alec juntos... era como ver el yin y el yang, un equilibrio perfecto, una armonía perfecta... un amor incondicional. Y verlos a diario, mostrándose ese afecto tan hermoso, mostrándonoslo a mí ya Max, solo renovaba mi resolución.

Que yo quisiera ser así... con mi futura esposa.

Debo decir que el abuelo y la abuela son también una pareja encantadora, tanto, que son tan acaramelados como cualquier pareja joven. A ellos realmente no les importa expresar abiertamente como se sienten al lado del otro. Sin duda los abuelos y mis padres son realmente parecidos en ese campo.

Bueno, en realidad, pensando ello, son similares en algunas otras cosas. Por ejemplo, Alec y la abuelita son muy estrictos acerca de las cosas, quiero decir, para ellos, siempre quieren, o al menos la mayor parte del tiempo, que las cosas sigan de acuerdo a un plan, o incluso, pensar en todos los pros y contras para que las cosas resulten lo mejormente esperando.

Por el contrario, Magnus y el abuelo, tienden a dejar que las cosas funciones por si solas... en otras palabras, son personas bastante prácticas. Lo que resulta bueno en muchas ocasiones, pero no está demás seguir los consejos de la abuela y de Alec... un poco de ambas partes ha funcionado bien para mí.




-Raphael, toma.

Me gire a ver a mi abuela. Me encontraba en la sala, descansando ese fin de semana, escuchaba música mientras leía entretenidamente un libro que papá me sugirió. Quitándome los audífonos, miré a mi abuela, prestándola toda mi atención.

-Sé que aún eres joven, pero es bueno que sepas un poco más al respecto. - Dijo ella, mostrándome una peculiar caja... ¿era una broma, verdad? - No está demás que tengas un par de condones en tu habitación, el cuidado siempre es importante, aunque aún eres demasiado joven como para siquiera pensar en eso, es mejor estar prevenido.

Estoy seguro de que mi rostro debió haberse enrojecido un poco por aquellas palabras, la abuela, por su parte, parecía realmente divertida por la situación.

-Tus papás me pidieron que hablara esto contigo. - Dijo ella, cubriendo un poco su boca, como si intentara evitar reírse. - Aunque no entiendo muy bien porque, después de todo, los tres son chicos, esto debería ser más fácil hablar entre ustedes.

-No... eso... lo aprenderé en la escuela de todos modos. - Dije, un tanto cohibido por la conversación.

-Sí, sí, eso es seguro. - La abuela concordó. - Pero las dudas que tengas generalmente se resuelven en casa, así que, de tener alguna, no dudes en hablarlo con tus padres, ellos podrán orientarte.

-Creo que el abuelo sería mejor opción.

Los hijos siempre aprenden muchas cosas por sus madres... y también, aprenden ciertas cosas de sus padres. Cuando solo hay un padre o una madre, ellos siempre sienten, de alguna forma, cuando sus hijos están perdidos sobre algo.

Nueva York, Con AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora