Para Samantha Müller ser la CEO de un imperio rodeado de hombres, no le a traído más que una montaña rusa de luchas y sacrificios, que la han vuelto un ser impenetrable, donde cada segundo de su vida está planificado de manera minuciosa.
Una llamada...
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XV. ESPOSA.
—¿Cómo te sientes?.
—Bien.
—¿Solo bien?.
—¿Por que estaría diferente?.
—Vas a firmar un contrato nupcial en unos minutos.
Samantha levantó una ceja hacia Amin, claramente sabía a lo que se estaba sometiendo, pero el rubio pensaba encontrarla hecha un manojo de nervios y estrés previos a su boda.
El inicio de su gran boda.
Los ojos azules de Amin no se despegaban de Samantha, esperando encontrar alguna reacción diferente, pero se encontraba con un rostro sonriente y una mirada iluminada.
—Esto no es fácil. —musitó Amin.
—¿Por qué no es fácil?. —indagó Samantha inclinándose.
—Malik gobierna todo esto. —señalo con su barbilla más allá de los vidrios polarizados del SUVs, donde se encontraba la concurrida cuidad que resplandecía bajo el sol ardiente—. Muchas querrían la oportunidad... —hizo una pausa— no oportunidad, harían lo que sea por estar en el lugar donde estás tú, cualquier cosa. —Amin comento— y tú sabes el significado de ese término.
Samantha asintió lentamente. —Se lo que debo hacer Amin, estoy lista para eso.
—Espero que sea así, eres una guerrera. Pero hay batallas que pueden salirse de tus manos, te pido que tengas el mayor cuidado posible, te lo digo por tu propia seguridad.
—Lo haré Amin, seré más precavida.
Amin sonrió, complacido por qué Samantha no discutiera sus palabras, pero sabía que ella era astuta, y que sus palabras solo fueron un recordatorio y una conclusión de que no solo ella pensaba de esa manera, y no se equivocaba, Samantha lo supo desde el momento de la cena del compromiso.
Las miradas.
Una mirada dice más que palabras, o expresa más emoción de lo que seamos capaces de imaginar. Noto las miradas de envidia, de odio y sin duda Amin siendo participe de una cultura imponente, sabía los movimientos de la gente, y sobre todo de las mujeres.
Amin le contaba en breves reuniones cuando visitaba América, lo que los hombres hacían por qué el escogiera a una o unas de sus hijas para casarse con él.
—Cuentas conmigo para lo que sea, eres la hermana perdida que nunca tuve.
Samantha emite una suave risa. —Te considero un hermano, al igual que a los gemelos.
—Estoy conforme con ello. —le respondió sonriente.
—Ya hemos llegado. —anuncia Mustafa en dirección de Amin y Samantha, deteniéndose frente a su destino.
