Prólogo.

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—Parezco un plumero

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—Parezco un plumero. —el puchero que salió de los labios de la pequeña podía enternecer a cualquier persona—. ¿A quien se le ocurre esto?.

—A la prometida de tu tío. —respondió Sebastián conteniendo una risa, su pequeña hija no paraba de ver su reflejo en los cristales del ascensor y sus quejidos no amenoraban su diversión—. Te ves hermosa, como una pequeña princesa.

—Siempre me ves como una princesa. —contradijo la menor—. ¿Que habrá pensado Melina al escogerme este vestido? ¡NO!, ¿Quién la incentivo a hacer una fiesta de disfraces para celebrar su compromiso?.

El color morado hacia un bello retarde con el antifaz negro con ligeros brillos que tapaban todo su rostro, nada de eso la molestaba, sino, las plumas ubicadas en una de sus mangas y una en su antifaz que revoloteaba sobre su piel.

Sebastián tuvo ciertos compromisos que le impidieron llegar antes, por ello Melina se había hecho cargo de lo que iban usar esta noche, pero aún así desde que aterrizaron está tarde las cosas fueron muy ajetreadas.

Sebastián odiaba la impuntualidad.
Y su hija no se quedaba atrás.

Con 10 años, su hija había trascendido sus propios objetivos y límites, Sebastián acompañaba cada uno de sus logros así tuviera que suspender reuniones importantes.
Vivía por su hija.
La luz de sus ojos.

Nunca entendio el carácter que emanaba Samantha, era como si el mundo girará a su entorno, un aura de poder y decisión que salía a la luz en varias ocasiones.
Una sensación rara, pero no era el único que lo sentía de ese modo.

—¿Papá?. —atrajo su atención Samantha cuando el ascensor abrió sus puertas.

—Si, mi luz.

—¿Estás bien?, Estás un poco distraído últimamente ¿O estás pensando en una forma de irnos de aquí?. —cuestiono con una sonrisa divertida.

Sebastián empezó a reírse dejando que su hija lo tomara del brazo. —Ni siquiera hemos entrado y ya te quieres ir. —Sebastian se detuvo para observar el vestuario de su hija con más detenimiento—. ¿De verdad te molesta?.

Samantha pensó bien su respuesta. —Las plumas me producen cosquillas. —señalo la parte baja de las mangas.

—¿Puedes aguantar una hora?. —inquirió tecleando un mensaje a uno de sus asistentes, una hora era el límite para conseguirle un vestido o por lo menos salir sin ser vistos.

Samantha suspiro, su padre hacía tantas cosas por ella, no podía estar más agradecida por ello, pero realmente en ocasiones molestaba más de la cuenta. —Estaré bien. Entremos, si tengo molestias tu serás el primero en saber.

—¿Segura?.

—Si papá. —respondió Samantha empezando la caminata de nuevo al salón, donde los pocos invitados se acercaron para conversar, o ser un foco de atención para el hombre cabellera azabache.

Una esposa para Malik #2 |TERMINADA|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora