Capítulo 14

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Me despiertan los rayos de sol colándose en la ventana. Anna debió haberla abierto o se olvidó de cerrarla a la noche.

Pero había algo raro; mi cama no era tan cómoda. ¿Y desde cuándo mi ventana es tan grande?

Me tomo unos segundos más para darme cuenta que no estaba en mi habitación. Me doy vuelta para confirmar lo que estaba pasando. Felipe dormía a mi lado muy tranquilo.

Los recuerdos de la noche anterior llegaron a mí; mi madre.

Todo lo que había dejado atrás había vuelto, como una cachetada. Todo lo que había tratado de olvidar estaba de nuevo, a flor de piel. Como si hubiera sido ayer.

Sofoqué las lágrimas que intentaban salir y miré el reloj. Era jueves y en una hora tenía que entrar a la facultad.

Despacio, me senté en la cama. El dolor de cabeza se hizo presente y un repentino mareo me obligó a quedarme sentada en la cama antes de poder ponerme de pie.

Sentí que Felipe se removió detrás mío. Estaba muy apenada por lo de ayer; iba a tener muchas preguntas que yo no estaba preparada para responder aún. Me sentía mal también por ponerlo en esa situación; ya me había visto en demasiados problemas en tan poco tiempo. No sé cómo todavía no había escapado de mí.

Decidí mejorar las cosas, o al menos intentarlo. Muy despacio me subí a horcajadas y empecé a darle besos por toda la cara, haciendo que se despertara.

Murmuró algo inentendible y yo seguí con mi rastro de besos; bajé por su cuello y seguí por su mandíbula.

De repente, me dio vuelta, provocando que quede debajo de él. Chillé por la sorpresa y empecé a reír.

Me besó salvaje y pude sentir su erección de la mañana en mi pierna. No tardé en corresponderle el beso; la verdad es que lo había extrañado.

Nos quedamos sin aire y dejamos de besarnos.

—Qué interesante forma de despertar, señorita Robbins. Eres una caja de sorpresas.

No quería hablar, lo necesitaba. Así que volví a besarlo, demostrándole. Pareció entender mi punto porque sacó la remera que llevaba puesta.

—En una hora tengo que estar en la facultad— dije agitada.

—Es suficiente— respondió.

Empezó a besar mi cuello y esa fue mi perdición.

—¿Puedo usar tu baño?— pregunté una vez que terminamos.

En cuarenta minutos tenía que estar entrando a la universidad y tenía que bañarme.

—Sólo si entras conmigo.

—Si entro contigo voy a faltar a la universidad y no me lo puedo permitir.

Felipe fingió poner una cara triste, le di un beso y entré al baño.

Era demasiado elegante, la otra vez no me detuve a observar detenidamente. El estilo de su hogar era muy parecido al de mis padres.

El dolor volvió a hacer mella en mí pero lo descarté lo más rápido que pude. No quería ponerme mal de nuevo. Al menos no delante de Felipe.

Me metí en la ducha y el agua se sintió tan bien en mi cuerpo. Me detuve un minuto a disfrutar el agua caliente corriendo por mi piel y me apresure en bañarme.

Salí envuelta en una toalla y me dispuse a ponerme la misma ropa que tenía ayer. Tenía que apurarme si quería pasar por la residencia a buscar ropa limpia.

Un nuevo caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora