Capítulo 45

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Cuatro semanas habían pasado desde el encuentro que había tenido con Victoria, quien, afortunadamente, no había vuelto a importunar.

Había empezado nuevamente el voluntariado en el hospital.

La idea de irnos de Barcelona seguía estando pero, antes, queríamos resolver todos los problemas. Y, mientras eso sucedía, necesitaba hacer algo para distraer mi mente; no podía quedarme sentada en el Penthouse todo el día a la espera de Felipe.

Carla me había conseguido ese contacto; estuvo de acuerdo conmigo en la idea de trabajar. Dijo que necesitaba ocupar mi mente en otra cosa y crear una rutina.

Por lo que las últimas semanas se basaron en despertarme con Felipe, desayunar, ir a trabajar, volver y quedarme con él el resto del día. A veces íbamos a comer, al teatro, al cine o simplemente a caminar con un helado. Habíamos quedado con Anna y Henry en algunas ocasiones; resulta que soy muy buena Cupido.

Incluso, un fin de semana fuimos a Venecia, Italia. Pero no queríamos hacer mucho alboroto; Victoria seguía estando en escena y no la queríamos lastimar, no debíamos olvidar que estaba embarazada y que no podía sufrir emociones muy fuertes. Así que, con la excusa de unos negocios de Felipe, nos pudimos escapar unos días solos.

Mi valija había llegado al otro día de la pelea, por lo que toda mi ropa colgaba en el inmenso vestidor de Felipe. Se sentía raro ver esa imagen: mi ropa contrastando con la de él, como una verdadera pareja.

—Preciosa, ¿tienes planes para hoy?— me pregunta Felipe, sacándome de mis pensamientos.

Lo miro con el ceño fruncido, ¿qué se traía entre manos?

—Asumo que mi bello novio me llevará a algún lugar increíble.

Sonríe y se acerca a besarme. Sus labios se sienten suaves en la mañana y sé que lo extrañaré todo el día. Me separo de él y lo miro.

—Déjeme desayunar, señor Mills. ¿Acerté en mis planes?

—Tan locuaz como siempre, señorita Robbins.

Le sonrío encantadora y pestañeo hacia él.

—Paso por ti cuando sales del hospital, ¿está bien?

—Claro, cariño.

Me dio un beso corto y se fue; tenía una reunión importante y debía llegar antes. Hoy no me podía esperar como todas las mañana, pero estaba realmente emocionada por lo que se le había ocurrido hacer a la noche.

Termino mi desayuno y me dispongo a marchar al trabajo. Agarro mi bolso y me despido de la señora James. En el estacionamiento me esperaba el señor Torres; estaba aceptando que sea mi chofer mientras estemos en Barcelona. Porque una vez en Londres, tendré mi propio auto. Bueno, el que me regalaron mis padres.

Llego al hospital y sonrío; me gustaba estar aquí. El resto del día pasó tranquilo pero mis ansias aumentaban a medida que se acercaba la hora de que Felipe pase a buscarme. Cálmate, Meredith, no es como si fuese la primera cita.

Cuando llegó la hora de mi salida, me dirigí a la puerta del hospital con una sonrisa que se ensanchó al ver a Felipe esperándome.

Me acerco a él y dejo que me envuelva en sus brazos, aprovechando a oler su delicioso aroma. Lo besé fervientemente, olvidando que estaba en la puerta del hospital. Él me separó muy a mi pesar.

—Preciosa,— dijo en un jadeo— tenemos cosas que hacer, ya tendremos tiempo para eso.

Un puchero se instala en mi cara y él me roba un tierno beso, haciéndome sonreír. Me muerdo el labio y subimos al auto.

Un nuevo caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora