Capítulo 48

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Felipe se enfermó unos días después que yo; lo había contagiado. Así que tuve que ser enfermera por unos días hasta que los dos estuvimos recuperados del todo. Habían tenido cierta diversión nuestros días en cama pero era hora de volver a la realidad. 

—Cuando vuelvas me gustaría que hablemos sobre algo, preciosa. ¿Es posible?— me pregunta entrando en nuestra habitación.

—Claro, cariño. ¿Está todo bien?— pregunto un poco preocupada.

—Sí, mi amor. No le des vuelta todo el día.

Sonrío y niego con la cabeza.

—Me pides algo imposible.

Nos terminamos de preparar y me deja en el hospital. Presento los papeles correspondientes con el diagnóstico y el alta. El día pasa de lo más normal.

Salgo del hospital y me dispongo a caminar hasta el edificio; estos momentos de caminata los disfruto muchísimo, por eso no decía nada para que Felipe o el señor Torres me pasen a buscar. Escucho que mi celular suena y empiezo a rebuscar en la cartera hasta que doy con él. Respondo rápidamente, sin fijarme el remitente. 

—Hola.

—Hola, Meri— dice mi padre.

—¡Papá! ¿Cómo estás?

—Bien, princesa. ¿Cómo estás tú? ¿Te sientes mejor?

—Estoy bien, hoy volvimos a trabajar.

—Oh, así que Felipe también se recuperó.

—Sí, a él no le pegó tan fuerte como a mi. Así que se recuperó más rápido.

—Meri, necesito pedirte algo que sé que no será fácil para ti. Puedes negarte y buscaremos otra forma. 

—Claro, papá. Dime— digo un poco preocupada.

—En unas semanas es el cumpleaños de tu madre y no está muy bien.

—¿Quieres que vaya a Manchester por su cumpleaños?— pregunto, adivinando.

—Te diría de llevarla a Barcelona, pero de esa forma Beth no podría estar.

Suspiré; mi madre me necesitaba pero no sabía si estaba lista para volver.

—¿Lo puedo pensar? Te daré una respuesta en unos días.

—Claro, claro. Nosotros nos iremos de viaje estos días.

—Qué lindo, ¿dónde van?

—Es un crucero por Australia y otras islas. Es para sacar un poco de la casa a tu madre.

—Es un bello gesto, papá. Me alegro por ustedes. Y, en cuanto a lo otro, déjame pensarlo y te daré una respuesta.

—Claro, Meri. Gracias.

—No hay de que. Ahora te dejo que ya llegué al departamento.

Llego al penthouse y me recibe la señora James.

—Hola, Meredith. El señor Mills te espera en su despacho. ¿Quieres que te lleve algo? Hice una torta de chocolate.

—Hola, Emily. Claro, un té y una porción, por favor.

Ella asiente y se retira a la cocina. Me saco los zapatos que me estaban matando; una semana en cama había sido suficiente para que mis pies se desacostumbren. Toco la puerta del despacho y Felipe me indica que pase.

—Hola, amor.

—Hola, preciosa, ¿cómo has estado? ¿Te sentiste bien?

Está sentado en frente del escritorio, hay muchos papeles en este. Me acerco a él y me siento sobre su regazo. Rodeo su cuello con mis brazos y lo beso.

Un nuevo caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora