Capítulo 9

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Ya había perdido la cuenta de cuánto había tomado. Después del tequila, habíamos seguido con unos tragos. Me sentía muy mareada, sentía la boca dormida y estaba segura de que mis pasos no eran muy derechos. 

—¿Vamos al baño?— pregunto a las chicas.

Nos habíamos cansado de bailar y volvimos a descansar a la mesa.

Mis amigas me miran con cara extraña.

—Acabamos de ir— me dice Mare incrédula.

Cuando bebía mi vejiga se hacía del tamaño de una nuez, sino no había explicación de por qué tenía que ir tantas veces.

—Bueno, iré sola— digo levantándome con cuidado.

El lugar estaba lleno; como conocíamos al dueño, el hermano de Tyler, siempre teníamos una mesa reservada. Veníamos realmente seguido; ni siquiera teníamos que hacer fila para entrar.

Cuando voy al baño, veo que hay algunas chicas esperando, así que me pongo en mi lugar de la fila.

Siento mi teléfono vibrar y lo miro, con dificultad por supuesto.

Me decepciono al ver que marca el nombre de Laura. No la iba a atender; seguro era por lo de La Rusa. Estaba realmente furiosa con ella; mañana la llamaría para arreglar algunas cosas.

Una parte de mí, mentira, todo de mí quería que Felipe me llame.

Entonces, se cruzó la idea más estúpida de mi vida.

Lo llamaré yo misma. Por esperar que actúe él, me quedé sin probar sus labios. Era hora de tomar las riendas. Busco su nombre entre mis contactos y, cómo puedo, lo llamo.

—Hola— pregunta confundido.

Mi cuerpo se estremeció al escuchar su voz.

—Felipee,— saludé— tiempo sin saber de ti...

—¿Estás ebria?

Podía sentir la molestia en su voz.

—Claro que no— respondo de forma lamentable.

—¿Dónde estás? ¿Estás sola?— pregunta ahora preocupado.

¿Qué le pasa a este hombre?

—¿Te importa?— digo con enojo.

O lo más parecido que pude.

—Sabes que sí.

Siento culpa en su voz, pero no me va a derretir.

—Me dejaste, porque no te gustaba. Ya no soy más tu problema.

Oh, cómo me arrepentiría de esto mañana.

—No digas eso, sí me gustas. Demasiado.

Siento que mi corazón se acelera al oír esas palabras.

—¿Por qué no me besaste entonces?— pregunto triste.

—Es complicado. Dime dónde estás para poder ir a buscarte.

—No te diré; te dejo porque es mi turno para ir al baño y cuando salga buscaré alguien que si quiera besarme y me ayude a olvidarme de ti. No me llames nunca más.

Corté la llamada y entré al baño. Cuando termino, vuelvo con las chicas.

Qué lamentable soy; le dije que no me llame cuando fui yo la que lo llamó.

—Ahí estás.

—Bailemos.

Agarro sus manos y las arrastro torpemente por la pista.

Un nuevo caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora