Capítulo 41

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—¿Y? ¿Qué hablaron?— pregunté expectante.

—Le expliqué que mi deseo no era ser su pareja, que me iba a hacer cargo del bebé pero que no quería estar con ella de esa forma. Le dije que no la estoy dejando por su cuenta, que quiero apoyarla durante el embarazo. No pretendo convertirme en padre en 9 meses porque ya lo soy.

¿Era posible estar más enamorada de él?

—En realidad, el embarazo se cuenta por semanas, cariño. ¿Ella qué dijo?

—Se enojó muchísimo, me insultó. Me dijo que si no estaba con ella, me olvide del bebé.

Me quedé helada.

—¿Qué?— pregunté incrédula.

—No puede hacer eso, preciosa. Esto no es una novela en la que me voy a tener que casar con ella si o si; voy a esperar a que entre en razón. Y si no lo hace, lamentablemente, la tendré que denunciar.

—¿Puedes hacer eso?

Sentía que mi mundo se caía abajo.

—Si, preciosa. No lo quiero hacer, pero si no me queda alternativa.

—Felipe, yo no puedo ser la responsable de una familia rota. No quiero que, por mi culpa, tú no puedas acercarte al bebé o que estés en una guerra judicial con ella.

—No es tu culpa, ¿qué dices?

Me miraba confundido.

—Si yo me hubiese ido a Maryland, tú te casarías con ella.

—Meredith, eso iba a ser un error. No es tu culpa, yo quiero estar contigo; pero aunque no estuvieses aquí, no me casaría con ella. Me di cuenta que eso sería un error muy grave.

Tragué grueso.

—Ven aquí, cariño.

Me levantó de la silla del escritorio para sentarse él y sentarme en su regazo.

—¿Ves a esta mujer de aquí?— me dijo mostrando las fotos de la pantalla en las que aparecía.

Asiento avergonzada.

—Te contaré un secreto sobre ella— susurra.

—¿Cuál?

Él agarra mi mano y la pone en su pecho sobre su corazón.

—Ella es la única que logra que mi corazón lata así, es la única a la que amo y es la única con la que quiero pasar el resto de mi vida. Y, si no se hubiera hecho problema, en la noche recibiría esto.

Saca una caja de su saco y ahogo un jadeo.

—Pero no sería la mujer de la que me enamoré si no se preocupara de esa forma. Así que, te doy este anillo de promesa. Una promesa de que cuando las cosas se solucionen, este anillo será reemplazado por uno que te convierta en mi mujer. Te amo, Meredith, ¿aceptas mi promesa?

Lo miraba anonadada, no podía creer lo que estaba diciendo.

—¿Qué dices, cariño?

No podía responder, nada salía de mi boca. Sabía que esperaba una respuesta, así que lo besé con mucha pasión.

—Asumo que eso es un sí— ríe separándose de mi boca.

Asiento con la cabeza, las lágrimas no paraban de salir.

—¿Por qué lloras?

Tomé una bocanada de aire para intentar hablar.

—Es que nunca nadie me quiso así, no creía que eso fuera posible. Siempre sentí que nadie me iba a amar así. Y sé que no es fácil, que lo que se viene es duro. Pero a tu lado, todo vale la pena.

Un nuevo caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora