Capítulo 66

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—¿Cómo te sientes, preciosa?

—Igual que hace 5 minutos, cariño. Bien— digo con un poco de cansancio.

2 semanas después del accidente, me trasladaron a Londres; realmente no podía estar un segundo más en Barcelona. Ahora estábamos en un penthouse en Chelsea mientras esperábamos que terminaran los arreglos de la casa. Hacía un mes que vivía en Londres. 

Y no, aún no me propuso matrimonio. 

—Lo siento, es sólo que quiero que estés bien— dice, sentándose a mi lado.

—Y lo estoy; necesitan dejar de preocuparse un poco. Estoy bien y estaré mejor. 

—Tengo una noticia para ti.

—Dime.

—Encontraron a Victoria y a Laura.

Suspiré y el alivio recorrió mi cuerpo.

—¿Se acabó?

—Se acabó, Meredith. Ya no nos molestarán más.

Me acurruco a su lado y dejo que sus brazos me reconforten. 

—¿Cómo está mi hija?— me pregunta después de unos cuantos minutos de silencio incómodo.

—Olive quiere que papá deje de preocuparse tanto y le haga mimos a mamá. Que le dé un poquito amor a mamá.

—Es un poco manipuladora, señorita Robbins. 

—¿Yo? Soy una santa. Su hija quiere eso, señor Mills.

Sonríe y se acerca a besarme. Lo tomo por el cuello para profundizar el beso pero se aleja de mí. 

—¿Por qué te detienes? Felipe, estoy bien; no me duele nada. Tengo el alta médica.

—Pero el accidente fue hace muy poco.

—Fue hace un mes y medio— digo exasperada. 

—Es poco tiempo.

—Oh, púdrete— espeto enojada y me levanto del sofá.

—Meredith, no te enojes.

—¡Quiero mi vida, Felipe! Quiero superar todo lo que pasó, quiero avanzar y tú no me dejas. Todo el tiempo me recuerdas lo que pasó, me tratas como si fuera de cristal y estoy cansada de éso.

—¿Y qué se supone que debo hacer?

—Bésame, hazme el amor. Ayúdame a sentirme viva. Es lo único que quiero.

Se acerca y me besa con cuidado.

—No me lastimarás, estoy bien. Y, si en algún momento lo haces, te detendré. Confía en mí, por favor— digo al separarme de sus labios. 

Me vuelve a besar, esta vez con más confianza. 

—¿Segura que no te dolió nada?

—No, Felipe, estoy bien. Sólo fue el polvo más aburrido de mi vida.

—Lo siento, me doy cuenta que estoy siendo muy pesado al respecto.

—Oh, por fin lo notas— digo sarcásticamente. 

—Tus pechos crecieron.

—Lo sé, también mi abdomen. 

—¿De verdad? 

—Sí.

—No me mostraste.

—Felipe, no dejas de tratarme como si estuviera enferma. Yo entiendo lo duro que fue para ti verme tan mal. Entiendo que te sientas responsable y todo lo que quieras. Pero ya estoy bien; aprovechemos que todo está bien. Disfrutemos.

Un nuevo caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora