Capítulo 32

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La cena con Henry y Anna había sido fantástica; reímos muchísimo y escuchamos historias de ellos cuando eran chicos. Cuando se conocieron, se odiaron. Se llevaban super mal y vivían peleando; hasta que un día Felipe se cayó de un árbol y se quebró el brazo. Era verano y no podía jugar con sus amigos así que Henry se quedó con él y afianzaron su amistad/hermandad.

Salimos del departamento y subimos al auto.

—Cariño, ¿por qué Henry te llama hermano y mamá a tu madre pero tú no lo haces con él y Luke?

Felipe sonríe y me mira.

—Henry nunca conoció a su madre, la única que conoce es la mía. Yo sí conocí a mi padre. Considero a Luke mi padre, prácticamente me crió, pero sólo no puedo llamarlo "papá". Y con Henry lo hago porque sé que le molesta.

—Comprendo.

—¿Te puedo preguntar algo a ti?

Asiento.

—¿Por qué tu familia te dice Meri?

—Por Meredith, amor mío— río— Es muy largo; por eso a Elizabeth le decimos Lizzie o Liz.

—Pero tus amigas te dicen Mer.

—Porque ellas no saben que me decían Meri. Y porque también está bien.

—A mí me gusta decirte Meredith.

—Lo sé.

—Pero más me gusta decirte preciosa.

—También lo sé.

Las últimas dos semanas con Felipe habían sido maravillosas. Todavía quedaban dos semanas para que tenga que irme pero ya había tomado una decisión; quería estar con él, no me iría a ningún lugar sin Felipe.

Lo observo dormir; hoy le daría la noticia. Teníamos un evento en casa de sus padres para recaudar fondos para la fundación. Decido despertarlo.

—Mmm, qué cariñosa estás hoy, preciosa.

—Te estaba extrañando, duermes mucho.

Me sienta encima de él.

—¿Así que me extrañabas?

—Mucho.

—Me parece que usted es una persona muy insaciable, señorita Robbins.

—Es todo culpa suya, señor Mills.

Sonríe y se da vuelta, dejándome debajo de él.

—¿Y qué voy a hacer con usted, señorita?

—Bueno, le puedo dar unas ideas.

Empieza a besar mi cuello.

—¿Qué ideas?— susurra en mi oído.

—La ducha nos está llamando, señor Mills.

—Es usted muy traviesa, señorita Robbins.

Me carga y nos dirige a la ducha.

Cuando salimos, empezamos a cambiarnos.

—Preciosa, tengo que hacer una llamada. Te espero para desayunar.

—Claro, cariño.

Me termino de cambiar y cepillo mi pelo. Escucho el ruido del ascensor, qué extraño. No sabía que esperábamos a alguien. Cuando entro a la sala de estar mis ojos no creen lo que ven.

Hay una mujer.

Una mujer arriba de mi novio.

Besando a mi novio.

Un nuevo caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora