Capítulo 65

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Ouch. ¿Por qué me duele tanto? ¿Qué está pasando? No quiero abrir los ojos para averiguarlo. Oh, pero tengo sed. Ok, Meredith, tienes que abrir los ojos. Pongo todas mis fuerzas en hacerlo pero el exceso de claridad hace que los vuelva a cerrar. Los hospitales deberían tener paredes más oscuras. Ok, aquí vamos de nuevo. La luz me sigue molestando y veo un poco borroso. 

Una vez que logro adaptar mi vista, hago un conteo de daños. Unos fierros atraviesan mi muñeca izquierda; creo que eso es lo que me duele, me duele al respirar y creo que tengo unas vendas alrededor de mi torso. Me duele la cabeza pero alejo cualquier dolor cuando lo veo. Está dormido, se nota muy cansado, triste. Parece que envejeció 10 años. Su mano está sobre mi vientre y tengo la leve sospecha de que ya sabe la verdad. Estiro mi mano sana y acaricio su cabello despacio; no quería despertarlo. 

Sí, bueno, no lo logré. Aparentemente el accidente me dejó medio tonta porque en el momento que posé mi mano en su cabeza, se despertó. Se levanta rápidamente, desorientado. Todavía no me vió. Así que aclaro mi garganta para que lo haga. 

—Disculpe, doctor, ¿podría tomar un poco de agua?

Su cara era un poema, no pude contenerme y empecé a reír.

—¿Meredith?— pregunta confundido— ¿Sabes quién soy?

—Recuerdo que una vez te burlaste de mí por no saber quién era el magnate Felipe Mills.

Me besa instantáneamente. Creo que todavía está un poco en shock. Me alejo un poco de él y le sonrío.

—¿De verdad eres tú? ¿No estoy soñando?

—No, cariño. Soy totalmente yo.

—Cuando me dijeron que estabas rechazando el respirador y que te lo sacarían, me asusté mucho. Había una posibilidad de que no puedas respirar.

—Estoy bien, pero de verdad necesito agua.

—Llamaré al doctor— dice y se levanta rápidamente.

—Felipe...

No me animaba a hacer la pregunta.

—El bebé está bien si eso es lo que quieres preguntar. Después hablaremos de eso, tranquila— me dice con una sonrisa.

Suspiro aliviada. No parecía tan enojado.

Dos doctores entran en mi habitación.

—Bienvenida de nuevo, señorita Robbins— dice uno de ellos.

—Gracias, supongo. Tengo sed.

—Déjenos revisarla, y podrá tomar y comer algo.

Asiento y empiezan a revisar todas las máquinas.

—¿Cómo se siente?— pregunta la otra doctora.

—Me duelen los lugares obvios. Creo que me está lastimando la piel la armadura que tengo en la muñeca.

El doctor me revisa y suelta la piel que me estaba pellizcando un fierro. Qué alivio. Toca mis costillas y me hace doler un poco.

—Le voy a administrar un analgésico para el dolor.

—Le agradezco.

—Señorita Robbins, tengo que hacerle una ecografía. ¿Quisiera que el señor Mills entre?

—Claro, si él quiere.

En el momento que la doctora abre la puerta para llamar a Felipe, 7 pares de ojos me miraban. Estiro la mano y los saludo. Mi mamá llora, Anna y Mare también. La doctora le indica a Felipe que puede entrar.

Un nuevo caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora