Capítulo 15

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Estaba saliendo de la universidad cuando sentí que mi teléfono vibraba en mi bolsillo, miré el identificador y no era un número agendado. Atendí de todos modos. 

—Hola.

—¿Meri?

Esa voz, estaba un poco cambiada pero la reconocería en cualquier lado. Una gran sonrisa se dibujó en mi rostro.

—¡Lizzie!

—Oh, Meri. Te necesito tanto.

Su voz se quebró y mi corazón se encogió.

—Ay, Lizzie.

Me tuve que sentar, no podía con todo esto. Las lágrimas ya salían de mí.

—Lo lamento tanto, Lizzie. Te dejé sola, te dejé sin mirar atrás.

—Yo te entiendo, siempre lo hice. Es sólo que en este momento me haces tanta falta. Mamá dijo que habló contigo y que querías hablar conmigo.

—Claro que sí, cariño. Nunca quise alejarme de ti.

—Meri, ¿podrías venir?

—¿A Manchester? No puedo Lizzie. Es demasiado para mí.

—Es sólo que no puedo sin ti. No sé qué hacer con todo lo del embarazo, estoy sola, Meri.

—Por supuesto que no estás sola Liz, yo estoy contigo. Estoy dispuesta a ayudarte y apoyarte todo lo que pueda.

—Él me dejó.

Mi corazón se encogió nuevamente. Eran demasiados los recuerdos.

—Oh, Liz. Es un idiota. ¿Era un compañero del colegio?

—No, Meri. Es más complicado que eso.

No comprendía.

—¿A qué te refieres? ¿Quién es él?

—Es un profesor.

Un escalofrío recorrió mi cuerpo.

—¿Qué? Liz, ¿él te forzó o te manipuló?

Me daban náuseas de sólo pensarlo.

—No, Meri. Me hizo creer que estaba enamorado de mí, que iba a dejar a su mujer por mí. Cuando le conté lo del embarazo, él sólo me dijo que lo abortara. Que estaba esperando un hijo con su mujer y que no lo quería joder.

—Lo mataré.

La furia crecía en mí. Aunque sabía en el fondo que la culpa era mía. Había dejado sola a mi hermana cuando necesitaba crecer con los consejos poco sabios que le tenía que dar.

—Sólo no digas nada, mamá y papá no saben esto. Les dije que no sabía quién era, qué sucedió una noche que salí con mis amigas.

—Está bien, prometo no decirles nada. Lo siento, Liz. Siento realmente haberte dejado, no haber tratado de contactarme contigo. En parte siento que todo esto es mi culpa. Que no estuvo tu tonta hermana para aconsejarte.

—Meri, fue terrible lo que te pasó. Yo te entiendo. Sí, me hiciste falta muchísimo pero siempre te entendí.

—¿Es tu último año verdad?— pregunté.

—Sí, el último mes.

—¿De cuánto estás?

—4 semanas.

—¿Y cómo te sientes?

—No tengo los típicos síntomas de embarazo. Me di cuenta porque se atrasó mi periodo.

Un nuevo caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora