Tamborileaba mis dedos en el apoyabrazos del sillón de Carla. Estaba tan sumida en mis pensamientos que ni siquiera la escuché llegar.
—Lo siento por hacerte esperar pero contigo tengo la confianza para hacerte esperar unos minutos hasta que pueda comer algo.
—No te preocupes más— digo emitiendo una leve sonrisa.
—Bien. ¿Quieres contarme qué te pasa o esperarás hasta abollar el pobre sillón?
—Estoy embarazada.
—Bien, cuéntame.
—Estoy aterrada, tengo mucho miedo de que vuelva a pasar lo mismo. Y esta vez sí que no podría superarlo.
—¿Cuál es tu miedo, Meredith?
Suspiré.
—Tengo miedo de tomar una mala decisión y que eso le cueste la vida a mi bebé, tengo miedo de ser una madre terrible y tengo miedo de la reacción de Felipe.
—Empecemos desde el principio— dice demasiado relajada.
¿Cómo podía estar tan tranquila? Yo había estado con los nervios de punta todo el día y en este momento me encontraba llorando.
Ella me entrega un paquete de pañuelos y se lo agradezco.
—¿Cómo te sentiste cuando te enteraste?
—Igual que ahora;— bufo— feliz por un lado y aterrada por el otro.
—¿Qué te pone feliz?
—Saber que voy a tener un bebé— digo e instintivamente pongo las manos en mi vientre.
—Te voy a contar un secreto;— dice acomodando sus anteojos— toda la vida tendrás miedo de que le pase algo a tus hijos. Te haya pasado o no lo que a ti te pasó. Pero, como tu temor es algo que te impide disfrutar a pleno, vamos a trabajar en él.
—Todavía puedo recordar el ruido de los neumáticos al intentar frenar, el golpe que sentí; como si mi vida abandonara mi cuerpo. De algún modo, así fue. Escucho los gritos de los paramédicos, siento los cristales clavados en mis manos. Recuerdo cómo me dolía la cabeza y una de las piernas. Pero lo que más recuerdo es ver la sangre brotando entre mis piernas, sabiendo que había perdido a mi bebé y que no podía hacer nada; me desesperé, me desespera cuando lo recuerdo, saber que no podía hacer nada para frenarlo.
—¿Y cuál es el problema con Felipe?— pregunta después de dejarme llorar unos minutos.
—Con lo que le pasó recientemente, no quiere saber nada con tener hijos. Y estamos atravesando una crisis; hay días que estamos bien y otros que no, está siendo muy difícil hablar sin discutir.
—¿Él aún no sabe del embarazo?
Niego con la cabeza y escondo mi cara entre mis manos para poder llorar.
—¿Por qué no quieres hacerlo?
—Sé que debo hacerlo, que tiene derecho a saberlo pero no puedo. Hoy no me siento apoyada por él.
—A Felipe no se le va a hundir el mundo por enterarse unos días antes o después. Tú te tienes que sentir lista al hacerlo.
—Lo sé— digo pensativa.
Seguimos hablando al respecto y llegamos al acuerdo de que cuando me sienta lista, lo hablaría con Felipe. Y trabajaríamos sobre mi trauma para que no me impida disfrutar.
Anna me pasa a buscar cuando salgo del consultorio de Carla para ir a ver a Mare.
—¿Qué te pasa?— me pregunta al instante que me subo al auto.
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Un nuevo camino
ChickLitMuchas veces buscamos un nuevo comienzo, el problema es que no nos damos cuenta que, para lograrlo, debemos superar las cosas que nos llevaron a buscar ese comienzo. La necesidad de encontrar algo nuevo. Parece un juego de palabras, pero es la reali...