Epílogo

3.2K 104 4
                                    

—Hija, ¿crees que te olvidas algo?— pregunto a mi ya no tan pequeña Olive.

— No, mami, creo que tengo todo.

—Bueno, si te llega a faltar algo, me avisas.

—Mamá, me estoy yendo a la universidad, no a la guerra— dice riendo mientras cierra su valija.

Olive era perfecta. Bueno, soy su madre, ¿qué otra cosa puedo decir? Es sólo que es tan buena, inteligente, divertida.

—¡Mami!

—¿Qué pasa, hijo? Estoy ayudando a tu hermana.

—Amy me está molestando.

—Dile a tu prima que se porte bien o la tía Mare no les hará galletas.

Theodore se va correteando de la habitación de su hermana. Y es que, con sus 6 años, era un remolino que no te dejaba un segundo de paz.

—¿Cómo está Anna?

—Bien, cariño. Pero es un embarazo difícil, tiene que cuidarse mucho.

—Ya está vieja la tía.

—Tiene la misma edad que yo— le digo indignada.

—Es una edad complicada para tener hijos. Tú lo sabes, por eso nos tuviste antes.

—Sé que es una edad difícil pero sabes que a tu tía le costó quedar embarazada. El embarazo de Amy también fue complicado, pero eras más pequeña, no lo recuerdas.

Anna tiene un útero hostil, por lo que le costó tener hijos. Amy llegó hace 10 años y ahora está embarazada de nuevo. Pero son embarazos complicados, por lo que se tiene que cuidar más de lo normal.

—¿Papá dónde está?

—Tu padre debe estar llorando por algún rincón de la casa porque te vas.

—Mamá. — me dice riendo— Tú también vas a llorar.

—Claro; ya lo hice y lo volveré a hacer. Sabes que te extrañaré muchísimo pero también estoy emocionada de estar acompañándote en esta nueva etapa de tu vida.

—Gracias, ma.

Se acerca a mí y me abraza.

—Tú también puedes llorar, ya sabemos que nos extrañarás.

—¿Me puedo quedar con tu habitación, entonces?— pregunta Abigail uniéndose a nuestra conversación.

Abigail tenía 12 años, estaba en la edad en la que quiere que la dejemos de tratar como una niña.

—Ni lo sueñes, tú tienes tu habitación— le dice Oli.

—Pero me gusta la tuya.

—Abby, hija. Tu hermana va a volver a casa, no se va para siempre. Y ella querrá tener su habitación cuando venga. Te tengo una propuesta, ¿por qué no decoramos tu habitación de forma diferente? Podemos sacar los adornos de princesas y poner otros. ¿Qué te parece?

—Bueno, está bien— dice no muy convencida y se va a su habitación de nuevo.

—No sé cómo haces para tenernos tanta paciencia a todos.

—En especial a tu padre— agrego riendo.

Salgo de la habitación de mi hija en busca de mi marido. En realidad no tenía que buscarlo, ya sabía dónde estaba. Abro la puerta de su despacho y, en efecto, estaba llorando mientras veía fotos.

—Sabes que la veremos en unas semanas, ¿no?

—¿Cómo puedes estar tan bien? Es nuestra bebé y se está yendo. Ya no vivirá más aquí.

Un nuevo caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora