Capítulo 47

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Una puntada en la cabeza me hizo despertar; ¿dónde estoy? Oh, en la habitación de invitados. No tenía idea de qué hora era, pero algo era seguro: Felipe no me había buscado. 

Me levanto con pesadez, estaba muy mareada y tenía la boca seca. Qué frío hacía, temblaba un poco. Salgo de la habitación y voy a la cocina. No había nadie pero tampoco estaban las luces prendidas, busco un reloj y veo que marcaba las 10 de la noche. 

Suspiro, había dormido 4 horas. Busco un vaso para tomar agua pero se me nubla la vista y se me cae, provocando un buen estruendo. Me tengo que agarrar de la mesada hasta que se me pase el mareo. 

—Querida, ¿estás bien?— pregunta la señora James.

—Si,—digo con la voz ronca— estoy un poco mareada y se me rompió el vaso.

La señora James me ayuda a sentarme y me da un vaso de agua. Le agradezco y veo que trae un aparato extraño. 

—Estira el brazo, querida. Te tomaré la presión. No preparé comida porque el señor Mills salió y tú estabas dormida, pensé que ibas a seguir de largo. Pero te puedo preparar lo que quieras.

Niego con la cabeza; no tenía apetito. Ella me pone una tela alrededor de mi brazo y enciende el aparato. Empieza a vibrar y la tela se aprieta en mi brazo, luego de unos minutos cede la presión y quedan fijos los números en el aparato. 

—Tienes la presión un poco alta, pero no mucho. ¿Segura que no quieres comer nada?

Estornudo y agarro un papel para limpiar mi nariz. La señora James me mira preocupada y toca mi frente. 

—Oh, querida. Tienes mucha fiebre, espera que busco el termómetro.

Suspiro, lo que me faltaba. Hacía unos días en el hospital estuve con un niño que estaba enfermo, pero como estaba muy nervioso tuve que hablar con él para calmarlo. Asumo que me contagió. 

Emily me entrega el termómetro y, en efecto, tenía fiebre. Tomo un medicamento esperando que baje y decido tomar un baño. 

Mientras el agua moja mi cuerpo pienso en Felipe: ¿dónde estaba? ¿Tan enojado estaba para irse? Yo también estaba enojada; esperaba su apoyo y él sólo decidió que era demasiado difícil. Salgo de la ducha y me pongo un camisón, me peino y seco un poco el pelo. Seguía estando mareada pero cedía un poco. 

La cama sin Felipe se sentía vacía y las ganas de llorar me invadieron de nuevo. Emily toca la puerta y le indico que puede pasar. 

—Te traigo un poco de sopa, sé que no tenías hambre pero no te tienes que deshidratar. También te traje más agua.

Le sonrío agradecida y abandona la habitación, dejándome sola otra vez. La sopa me reconforta, la termino rápidamente. Dejo todo a un lado y me acomodo para dormir. 

El aroma de Felipe está impregnado en las sábanas y lo necesitaba a mi lado. El ruido de mi celular me saca de mis pensamientos y me doy vuelta rápidamente con la esperanza de que sea él, pero no; es mi mamá. 

—Hola, ma, ¿por qué me llamas a esta hora? ¿Pasó algo?

—Hola, cariño. Lo siento, olvido que es un poco más tarde allí, ¿estabas durmiendo?

La voz de mi madre me hace sentir mejor, aunque me hace llorar. La extrañaba. 

—No,— digo con la voz quebrada— estaba a punto.

—Meri, ¿qué pasa? ¿Qué tienes?

—No es nada, mamá. Te extraño.

—Yo también, dulzura. Pero no estás así por eso, te conozco.

Un nuevo caminoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora