Chapter 3- La misión, portal de arena [Sekiam y Naya]

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Maldito desierto, todo era arena. ¡Todo! Arena en los ojos, arena en la boca, arena, arena y más arena. Hasta la comida parecía ser rebozada. La tormenta de arena que le había acompañado desde que había entrado en aquella área, no había parado en ningún momento. Sekiam se había sorprendido de la fuerza con la que soplaba, conseguía que incluso hiciera daño a la piel que estaba debajo del traje negro que le habían proporcionado en el castillo. Pero lo que más le había sorprendido había sido ver a su lado a Naya. ¡A Naya! Aun confuso la arrastro con él hacia una piedra que les aislaría de la arena. Estaba inconsciente, no llevaba ninguno de los trajes negros del castillo, pero aun así no había recibido ningún daño de la arena. De su cuello había caído un colgante que decidió recoger. Después de comunicarse con la central, decidió esperar allí a que Naya despertara, pasando frio detrás de aquella roca. La temperatura descendía más rápido de lo que lo hacia el sol, pero debía quedarse allí. No podía dejar allí a Naya, y si la arrastraba consigo lo único que haría sería llevarlos a los dos a una muerte segura. Las dunas se movían al ritmo de la tormenta, y Sekiam tiritaba por el frio. La tormenta de arena paro en medio de la noche y las estrellas y la luna aparecieron en lo que antes era una nube amarilla. El frio se hizo más intenso que nunca, pero Sekiam ni se inmuto. Ahora contemplaba el cielo como nunca antes lo había visto. Si no supiera que solo era un videojuego habría jurado que era la noche más bonita que había visto. Los ojos se le cerraban poco a poco mientras unas lágrimas empezaban a caerle por las mejillas. Al principio no sabía el porqué de su llanto, pero cuando poco a poco fue volviendo a la realidad se dio cuenta; se estaba congelando, su subconsciente le decía que se estaba muriendo, y poco a poco los ojos empezaron a derramar lágrimas amargas, conscientes. Ya se iba a abandonar, desesperanzado, cuando algo se movió a su lado. Naya... No podía dejarse morir, tenía que conseguirlo por todos aquellos que lo habían intentado, por todos. Aún recordaba la masacre de la sala del castillo, de todos aquellos espectros atravesando con sus espadas a sus amigos, a sus compañeros, a los que, junto a él, eran héroes en los videojuegos, a los que ilusionaban a miles de personas cada día, a los que habían dado su vida y se la estaban jugando para que él pudiera salvarlos. Se levanto y cargo a Naya a su espalda. Pensaba buscar un lugar seguro para que pudieran quedarse, o por lo menos uno alto que sirviese de observatorio. Empezó a caminar, sintiendo la arena en los zapatos. El peso de Naya a su espalda le hacía hundirse, pero no le impedía avanzar. La noche empezó a iluminarse en la misma dirección en la que iban, como si de dedos de tratase. Sekiam estaba cansado, llevaba más de cinco horas caminando con Naya a la espalda, y el hundirse hasta la rodilla en cada paso por la arena no ayudaba. Decidió parar detrás de una piedra para descansar a la sombra. El sol le estaba haciendo sudar demasiado, y aun no habían llegado a mediodía. Volvió a mirar al cielo, encontrándose ahora con una gran masa azul sobre ellos. De repente, Naya se movió mucho más fuerte que las últimas veces. Abrió los ojos, y al ver a Sekiam delante de ella mirándola, intento incorporarse. Pero lo único que consiguió fue volver a caer en la arena.

-¡Ughh!- Los brazos no les respondían.- ¡Yo creía que la arena era más blanda, jolines!

-¡Naya! ¿Estás bien?- No podía haberse levantado en mejor momento, Sekiam casi no podía avanzar y con Naya a cuestas sería prácticamente imposible. La ayudo a incorporarse y la apoyo contra la roca que los cobijaba.- ¿Qué haces aquí? ¿No deberías estar con Lyra?

-¡Lyra! ¡Se me había olvidado!- Se llevo las manos al cuello, y al no encontrar lo que encontraba, de sus ojos asomaron dos lágrimas.- Sekiam, ¿sabes donde esta un colgante que llevaba? De madera con una hadita tallada, con un hilo bastante fino...

-¿Este?- Sekiam saco el colgante que había encontrado al arrastrar a Naya. No sabría decir el porqué lo había cogido, pero no se arrepentía de ello. Al ver que a Naya se le iluminaba la cara se lo dio sin dudarlo. Nada mas cogerlo, Naya lo inspecciono cuidadosamente y seguidamente suspiro aliviada. Miro a Sekiam sonriente y le abrazo sin dudarlo. Sekiam se puso rojo al instante y no supo si devolvérselo o quedarse ahí parado.

-¡Gracias, gracias, gracias Sekiam! ¡No sabes lo que me haría si lo llego a perder!- Rápidamente se puso el colgante al cuello y el hada tallada de madera se transformo en una bella figura de cristal. Además adquirió un tono verdoso.

- ¡Bien! Sigamos.- Naya se puso de pie y miro alrededor.- Esto... ¿por dónde vamos?- Se volvió a sentar y miro a Sekiam interrogante.

-Bueno, yo había pensado en avanzar por la noche. Por el día hace demasiado calor y si nos quedamos quietos por la noche nos congelaremos. Además parece que por las mañanas hay tormentas de arena.- El viento había empezado a levantarse hacia ya un rato y en cualquier momento tendrían que agarrarse a la roca para no salir volando.- Creo que será mejor que intentemos cazar algo para comer.

-¡Me parece bien! ¿Por dónde empezamos a buscar?
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Hey que taaaal. Pues nada otro capítulo. Hoy nos quedamos con Sekiam y con… ¿Naya? Ya veremos que está pasando aquí. Pero eso sí, el jueves. Así que nada. Un besazo y un saludo de parte de Pink Jeans

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