Capitulo 36: ¡Idiota!

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Pov Calle

Cuando Poché ve a Felipe entrar a la sala ella se levanta enseguida del sofá con una expresión de furia en su rostro. Yo me levante también posicionado al lado de Poché.

— ¿Se puede saber qué haces en MI casa? — dijo Poché, sería. — ¿Como sabes que ella está aquí?
— Viene a ver a esta hermosura. — me miró con una sonrisa. — Que por cierto tu hermana no me querías decir dónde estabas, pero imaginé que estarías aquí por que si no estabas en tu casa, ni en la de tus padres, entonces ¿donde más estarías? — dice Felipe con una sonrisa maliciosa.

Se empezó a cercar a mi dándome el ramo de flores para después acercarse a darme un beso en la boca, pero yo giré mi cabeza haciendo que el beso cayera en mi mejilla. Podía ver como Poché se ponía más furiosa.

— ¿Que pasa bebé? Oh, ya entendí no me quieres recibir con un beso porque esta ella. — ríe bajito. — María José ¿puedes déjame sola con mi futura novia para poder recibir sus besos? — él me toma de la cintura pegándome a él posesivamente.

Yo puse mi mano en su pecho tratando de alejarme de él pero su agarre era más fuerte. Mire a Poché que estaba que echaba humo de lo furiosa que estaba.

— Suéltame. — forcejee para salirme de su agarré.

En un abrir y cerrar de ojos él estaba en el suelo con Poché arriba de él pautándole con una pistola en la cabeza. ¿De donde salía tanta fuerza de aquella pequeña? ¿De donde sacó esa pistola?

— Te dije que si te acercabas a Calle ibas hacer hombre muerto. — dijo Poché.
— Hazlo mátame. — provocó, Felipe. — Varias personas saben que estoy aquí y tienen órdenes de ir a la policía si no aparezco en menos de 8 horas. — dije Felipe con una sonrisa retadora.

Antes que ella hiciera alguna locura me arrodillé al lado de ella y le tome el brazo.

— Poché, mírame. — dije a lo que no funcionó porque ella seguía mirando a Felipe que tenía una expresión asustado pero la estaba disfrazando con una sonrisa cínica. — Por favor, mírame. — pedí de nuevo.

Felipe soltó una risa sarcástica.

— ¿Que pasó Pochesita? ¿Porque no halas el gatillo? Hazlo cobarde.

Pude sentir como ella se tensaba y apretaba más la pistola en la cabeza de Felipe.

— Calle, por favor déjame sola con él. Déjame darle su merecido a este idota. — dijo molesta matando con la mirada a Felipe que seguía riéndose. — Manuel llévatela de aquí. — le dijo al hombre que se mantenía al manejen de todo.

El tal Manuel se iba a ser a mi, pero yo lo fulminé con la mirada y se quedó quieto en su lugar.

— ¡No! Quiero que tus hermosos ojos se conecten con los míos, ¿puedes hacer eso por mi? — acarició su rostro y con ese gesto ella se empezaba a relajar. Pero no le quitaba la vista a Felipe. — Amor. — con eso logre que me mirara. — Déjalo. Recuerda que te elegí a ti, que vamos a construir momentos nuevos juntas. — ella asiente. — ¿Puedes darme el arma? — estaba a punto de negarse, pero hablé rápido. — Por favor.

Ella resignada me dio el arma y yo se la di a Manuel que siempre se mantuvo al margen de la situación, pero preparada por si algo sucedía.

Poché se paró del suelo y me ayudó a mí a levantarme. Felipe también se levantó con una expresión ahora molesta.

— No puedo creer que te dejes llevar por lo que una mujer te dice. — dice Felipe negando con la cabeza. — Eres una cobarde gobernada.
— ¡Cállate ya! — grite molesta. — Nunca me imaginé que fueras de esta clase de persona Felipe. Desde el día que fuiste al hospital cuando desperté, tenía que a ver imaginado que lo primero que quería era perjudicar mi relación con María José y me imagino que la tal Angelis también, para que empezara a desconfiar en Poché. Pero déjame decirte que no te salió como esperabas, tú no llegarás hacerme sentir todo lo que ella me hace sentir. — dije sería.
— ¿Que tiene ella que no tenga yo? Yo si te puedo hacer sentir mujer.
— Ella tiene todo, me hace sentir mujer, me hace sentir muchas cosas. — conteste ya irritada por la situación. — Si ya terminaste te puedes ir. Manuel acompáñalo a la salida.

Felipe se fue de la casa no sin antes decir que iba hacer de él sea como sea.

Pov Poché

Cuando Felipe se fue, Calle se acercó a mi.

— ¿Ya estás más tranquila? — me pregunto.
— Algo. — le di una sonrisa cerrada.
— ¿Qué sientes?
— Siento de todo, pero lo más que me molesta es que hayas besado a ese idiota en el hospital. Aunque se que no fue totalmente tu culpa pero igual me moleta. — caminaba de última lado a otro. - Yo... estoy muy celosa de solo imaginar que tus labios tú vieron sobre otra persona me hierve la sangre.

Ella me tomó del brazo y me acercó a ella tomándome de la cintura.

— Hablas mucho. — dijo con una sonrisa.

Y sin más me beso suavemente acercándome más hacia ella. Rodee su cuello con mis brazos. No podía creer que con solo un beso allá hecho que se me bajara todo el enojo que tenía. Ella se separó un poco de mi.

— Para que te quede claro, él no me llegó a besar, giré la cara antes que lo hiciera.
— ¿Enserio? — dije con una sonrisa.
— Enserio. — me devolvió la sonrisa. — Tengo hambre ¿ya estará la comida?

En ese mismo instante aparece Rosa en la sala.

— Señoritas ya la cena está servida.
— Enseguida vamos Rosa. — dije dándole una sonrisa.

Ella asiente y se retira.

— Vamos a ir a llenarte la pancita de comida. — ella se empezó a reír y yo la tomo de la mano empezando a caminar al comedor.

Ya en el comedor corrí la silla de Calle para que esta se sentará. Yo me senté en la silla que estaba al costado de ella.

— ¿Hoy te he dicho lo hermosa que te ves? — la miró directamente a los ojos.  Ella se ruboriza y baja la mirada con una sonrisa. — No, no bajes la mirada te ves hermosa con ese color.
— Ya para Poché que me sonrojas.

Rosa llega al comer comedor y nos coloca los platos delante de nosotros y se retira enseguida.

— Buen Provecho. — dije.

Ella no contesto, pero si sonríe. Tomó el cuchillo y el tenedor y corta el churrasco, y se lleva una porción a su boca. Cierra los ojos como saboreando la camina.

— Oh, esto está tan bueno. — dice después de masticar. — ¿Tú no piensas comer o solo te quedarás mirándome? — me mira. — Come.

Yo como buena gobernada que soy por Daniela, empiezo a comer mientras escucho la risa de ella.

— ¿Que es gracioso? — la miro confundida.
— Lo gobernada que eres. — dije siguiendo riendo.
— Eso no es gracioso. — dije haciendo un puchero.
— Eres demasiado de tierna. — me mira con ternura.

Y así cenamos entre practica y bromas. Amaba los momentos así con ella.

Enamorada de su sonrisaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora