Parte sin título 2

3.3K 211 3
                                    

Aquella noche la Sra. Campbell había tenido un microinfarto a las 7.50 de la mañana, diez minutos antes que Lucía fuese a despertarla, por lo que eso la salvó la vida, de momento, ya que con su edad y el ictus sufrido, hacían de su caso uno grave.

- ¡Dr. Scott! ¿Cómo está la Sra. Campbell? -preguntó Lucía al médico que solía visitar a Rose-.

- Hola Lucía. Tranquila está estable. Acabo de hablar con el médico y gracias al poco tiempo que pasó hasta que la encontraste, ha podido estabilizarla, pero no quiero engañarte... Si el infarto se repite, con su edad y su historial... no podrá soportarlo... ¿Has llamado a su nieto?

- Sí. Lo hice antes de salir de casa, pero ya sabe que él vive en Edimburgo...

- Bueno... Pues esperemos que todo se resuelva favorablemente.

Aquel día volvió a llover mucho. Eso era algo a lo que Lucía estaba acostumbrada, pues ella era de Galicia y allí también llovía mucho, pero a diferencia de la de su país, la lluvia británica le entristecía mucho.

A las tres de la tarde Lucía se sacó un sándwich y un café de la máquina del Hospital de Lorn & Islands. Llevaba siete horas dando tumbos por allí, cuando de repente vio entrar al hombre más guapo que jamás había visto. Era alto, ancho de espaldas y cintura estrecha. Su americana daba señales de su torso y abdomen musculado, seguramente incluía una tableta de chocolate bajo su camisa blanca. Su pelo era cobrizo y sus ojos azules. Llevaba una pequeña perilla cobriza y un traje, que se veía a todas luces de ejecutivo. Andaba rápido y como nervioso y apenas se fijó en Lucía que, le miraba con la boca abierta. Se acercó al mostrador y preguntó por Rose Campbell.

Lucía abrió mucho los ojos cuando escuchó ese nombre, pero se quedó allí clavada, perdiendo el tiempo que él tardó en desaparecer a la carrera. Cuando por fin pudo ubicarse y darse cuenta que era su jefe, intentó tranquilizarse e ir hacia su dirección.

- Buenas tardes Sr. Campbell, soy Lucía. Su abuela está estable dentro de la gravedad. Los médicos esperan que, si no se repite el infarto pueda sobrevivir –dijo casi sin respirar-.

- ¿Dónde se supone que estaba usted cuando le dio el infarto a mi abuela? –Dijo con tono acusador-.

- ¿Eh...? Eran las 7.50 de la mañana y yo la despierto a las 8... -consiguió balbucear-.

- ¿Qué dónde estaba? –Volvió a preguntar visiblemente más enojado-.

- En la cocina... Preparándola el desayuno...

- Si mi abuela sobrevive a esto, las cosas aquí van a cambiar...

Eso fue lo que sintió esa mañana húmeda, antes de saber qué había ocurrido, que su vida iba de nuevo a cambiar...

- ¿Cree que no he hecho bien mi trabajo? –Le preguntó Lucía con cierta dosis de autocontrol-

- Es obvio. Si hubiera hecho bien su trabajo mi abuela no estaría hoy aquí...

- ¿Cree que es posible saber cuándo va a ocurrir un infarto?

- No lo sé, pero la pago para que mi abuela esté sana y salva y no es eso lo que veo...

- Bien, si es eso lo que piensa de mí no tiene ningún sentido que siga trabajando para usted. Recogeré mis cosas y me iré.

- No tan rápido señorita. He dicho que las cosas van a cambiar, pero no he dicho que pueda librarse de su obligación para con mi familia.

- No entiendo Sr. Campbell... ¿Quiere que siga cuidando de su abuela aunque no se fía de mí?

- A partir de ahora la vigilaré de cerca para comprobar que hace mejor su trabajo. Ustedes los del sur no pierden la oportunidad de escaquearse.

La cara de Lucía se puso roja de la ira. El discurso de su jefe era del todo incongruente, pero lo peor de todo había sido su ataque personal. ¿Quién demonios se creía que era?

En sus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora