Parte sin título 38

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La fiesta acabó sobre las cinco de la madrugada. James pudo dedicarse a todos sus invitados, relajado, tranquilo, sin tener que ojear hacia Lucía para ver con quién estaba. Tenerla allí, donde él la había dejado, le producía una satisfacción y una comodidad que sabía que eran enfermizas, pero no podía negar sentirlas, pese a una insistente voz interior que, le decía que eso no estaba bien. Se movió como pez en el agua, hablando con unos y con otros, riendo, bebiendo e incluso bailando, sabiendo que Lucía estaba fuera del alcance de cualquier baboso. Él sabía lo especial que ella era, aunque nunca se lo había dicho ni se lo había dejado notar, pero por eso mismo no quería que nadie tuviese la ocasión de apartarla de él. Todavía no estaba preparado para dejarla ir y a veces se preguntaba cuándo lo estaría...

Marion y Henry le preguntaron varias veces por Lucía, pero él salió airoso diciendo que estaba indispuesta, porque llevaba muchas semanas trabajando sin descanso.

- ¿Podría verla? -le preguntó Henry-.

- Está durmiendo Henry -dijo algo molesto-.

- ¿Podrías darme su teléfono? La llamaré mañana para ver cómo se encuentra...

- Claro, Henry, luego te lo doy –dijo mientras le dejaba con la palabra en la boca y se iba de su lado, para que no viese cómo se le hinchaba la vena del cuello-.

Por su lado, Marion, nada preocupada por Lucía, pensó que era una buena ocasión para avanzar con James.

- ¿Bailas conmigo otra vez? -le preguntó Marion-.

- Tengo a muchos invitados Marion, no puedes monopolizarme...

- ¿Te he dicho que hoy estás muy guapo? –Le dijo mientras rodeaba uno de sus dedos entre un mechón rubio del cabello de James-.

- Gracias Marion. Tú también estás muy guapa hoy.

Como todos los invitados habían llegado desde Edimburgo, Lucía había reservado una habitación para cada uno de ellos y sus familiares en un hotel de la localidad y al llegar el final de la noche, James procuró que todos llegasen a él sanos y salvos.

- Vente conmigo al hotel James... -dijo Marion ronroneando- Recordaremos los buenos tiempos y... ¿Quién sabe? Igual los reanudamos...

- Lo dudo Marion. Tengo obligaciones familiares, ya sabes.

- ¡Oh! ¡Vamos, James! Tu abuela ya está bien y no se queda sola. He aguantado que te desplaces a vivir aquí por un tiempo, pero... ¿no puedes salir una sola noche a divertirte?

- ¿Aguantado? ¿Por un tiempo? Marion creo que no voy a responderte en este momento... Es tarde, hemos bebido y quiero que la fiesta nos deje a ambos un buen sabor de boca. No creo que estés en posición de decirme dónde tengo que vivir o dormir, así que buenas noches Marion.

James no podía imaginarse estar en otra cama y con otra mujer que, no fuese su enfermera... Ninguna le había hecho sentir lo que Lucía conseguía, así que cuando todos sus invitados se marcharon, volvió deprisa junto a ella. Lucía se había quedado dormida con su hermoso vestido, tal y como él la dejó en la cama. Su rostro era tranquilo y dulce; su pelo, antes recogido, colgaba ahora en mechones por sus mejillas y el vestido se ceñía por todo su cuerpo, que seguía emanando un dulce olor a pasión y sexo. James se desnudó, la desnudó a ella y se metió en la cama a su lado, acercándose lo máximo que pudo a su cuerpo, en el mismo momento que Lucía pareció despertarse, le tocó la cara, sonrió, le dio un beso en los labios y volvió a dormirse abrazada a él. James no podía creérselo.

En sus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora