Parte sin título 27

2K 162 6
                                    

- ¿Quieres que te cuente mi verdadera historia? -le preguntó James-.

- Si no va a hacerte daño...

- No, contigo ya no...

- Pues adelante entonces -dijo ella-.

- Sir Eduard Campbell III era estéril, debido a una enfermedad que tuvo de niño, cuando se casó con mi madre, Margaret Hill.

- ¿Entonces...?

- Si, mi padre biológico era el mayordomo. Según decían un hombre muy guapo que tenía mucho éxito entre las mujeres.

- Entiendo... -dijo sin querer mencionar la relación del atractivo de James-.

- Desconozco el tiempo de feliz matrimonio hasta que mi madre le fue infiel con el mayordomo. Lo que sé es que Margaret se obsesionó con Frank, hasta el punto de quedar psicológicamente traumatizada. Mi padre, Eduard, porque para mí es mi verdadero padre, acabó echando a Frank de casa, porque venían a pedir explicaciones hermanos, padres y maridos de todas las mujeres con las que jugaba. Tiempo después mi madre supo que estaba embarazada y lo ocultó todo el tiempo que pudo, hasta que se fue a Edimburgo a terminar la gestación y el parto. Yo nací en la habitación de un hostal de mala muerte, de esos que por unas libras no hacen preguntas. Por supuesto mi madre le dijo a mi padre que había ido a visitar a una amiga enferma.Yo entré en esta casa escondido en una sombrerera y de ahí a esta habitación que, mi madre preparó en un par de horas y donde estuve escondido hasta los once años.

- ¡Qué crueldad! -gritó Lucía realmente conmocionada-.

- Yo creo que mi madre no tenía un plan más allá del parto y a medida que yo iba creciendo, el problema se hacía cada vez más grave. Al principio me dejaba sólo durante horas. Sus crisis las pagaba conmigo; me pegaba, me ataba y me vejaba verbalmente. A los nueve años la cosa cambió. Ella ya estaba muy deteriorada y yo cada vez le recordaba más a su mayordomo y a su infidelidad, así que un día me hizo desnudarme y me hizo una felación. Yo no tenía ni idea de qué era eso y si era normal entre una madre y un hijo, pero claro, la sensación fue muy agradable para mí, no tanto como cuando me obligó a hacérselo a ella, pero tenía que obedecerla, porque si no me castigaba de otras maneras...

- ¡Qué barbaridad! No puedo ni imaginarlo...

- Un día que estaba azotándome y tocándome, Sir Eduard abrió la puerta. El pobre se quedó petrificado, no sabía qué y a quién estaba viendo exactamente, pero la imagen era tan evidente que, mi madre no pudo mentirle más.

- ¿Y qué hizo?

- Bueno... Mi padre la encerró en la otra habitación que tan poco te gustó y a mí me llevó arriba. Me adoptó, me cuidó y me trató con tanto cariño que nunca lo olvidaré. También contrató a diversos psiquiatras tanto para Margaret como para mí, pero mi madre acabó quitándose la vida y yo fui "recuperándome" poco a poco, entre comillas, si es que se me puede considerar recuperado...

Lucía se rió.

- Entonces vino a vivir con nosotros mi abuela, luego Mary con su pequeño Albert. Mi padre me dio unos estudios, una vida acomodada... y cuando más feliz era yo, murió por las secuelas que le dejó la poliomielitis.

- ¿El no se suicidó?

- No... Pero es mejor dejar que crean que fue el amor lo que les destruyó y no la locura, la traición y la enfermedad... ¿No crees?

- Bueno... No sé... Personalmente prefiero una verdad desnuda que una mentira disfrazada.

Y así pasaron hablando toda la noche.

En sus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora