Parte sin título 51

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- ¿Qué haces con Samuel? -preguntó Sandra- Últimamente te veo siempre con él ...

- Se está portando muy bien conmigo -respondió Lucía-. Dice que quiere resarcirme del daño que me causó, ahora que más lo necesito.

- ¿Pero hay algo entre vosotros?

- ¡No! Ahora mismo no podría, Sandra ...

- ¿Aún piensas en James?

- Todos los días ... Sé que soy una estúpida, pero me enamoré del malo ...

- ¿Y estás segura que Samuel no es el malo?

- El quiere que volvamos a intentarlo ... Dice que quiere ser un padre para mi hijo, pero yo ...

- ¿Tú qué?

- A mí no me parece justo para él ... Quedarse con una mujer que está embarazada   y   enamorada de otro hombre ... ¿Cómo va a salir eso bien?

- Pues sé clara con él, porque últimamente siempre le veo en tu casa ...

- Se ha  quedado  algunas noches ... Y ha dejado algunas cosas allí ... -dijo Lucía-.

- ¿Os habéis acostado?

- ¡No!

- Está siendo paciente entonces ...

- No sé qué hacer Sandra ...

- ¿Estás esperando algo de James? No contesta a tus llamadas, ni te llama y se ha comprometido, si no casado, con esa arpía de Marion, no? ¿A qué esperas para seguir con tu vida?

- Sí, lo sé, pero ... ¿No debería decirle que va a ser padre?

- Bueno, como yo lo veo, no te ha facilitado mucho las cosas para decírselo, así que no tiene que ser inmediatamente. Puedes esperar a que nazca y con el tiempo, igual ha dejado de ser un capullo y te coge el teléfono, no?

- Supongo que tienes razón ... -dijo Lucía abatida-.

- ¿Entonces qué vas a hacer?

- Creo que le voy a preguntar a Samuel si quiere venirse a vivir conmigo ...

- ¡Esa es mi chica!

- Me siento segura con él a mi lado y quizá, como él dice, con el tiempo volvamos a enamorarnos...

Lucía no estaba muy convencida de ese paso, pero su embarazo iba hacia adelante y ella empezaba a tener dudas y miedos de llevarlo sola y como cada vez se sentía mejor con Samuel, pensó que era un buen momento para avanzar y darle algo a cambio. Y aquel jueves le envió un mensaje:

- ¡Hola Samuel! ¿Qué tal tu semana? ¿Te gustaría cenar conmigo mañana? He reservado mesa a las nueve en aquel restaurante donde celebramos nuestro último aniversario. Si no puedes, avísame con tiempo. Besos.

- ¡Hola preciosa! -contestó rápidamente Samuel- Salgo de guardia a la diez ¿Qué tal si quedamos a las diez y media? Me ducharé y me cambiaré en el hospital.

- Por mi perfecto. Allí nos vemos.

Lucía había mandado hacer una copia de las llaves de su casa. Samuel vivía sólo en un pequeño apartamento de alquiler, al lado del hospital donde trabajaba, pero Sandra tenía razón, se pasaba más tiempo en casa de Lucía, que en su propia casa. Decía que ésta era fría e impersonal y que se sentía mejor en la casa de campo de Lucía.

Metió las llaves en una cajita que compró y que ella misma pintó. Era un paso importante para la vida de Lucía y aunque no estaba segura al cien por cien de lo que hacía, lo que sí tenía claro es que, una vez hecho, se acabaría pensar en James o tener alguna mínima esperanza de saber de él. Se lo debía a ella, a su hijo y  a Samuel. Dentro de la caja, junto a las llaves, metió una carta escrita de su puño y letra:

-Tiempo fue el que usamos para conocernos y enamorarnos. Tiempo fue el que pasamos juntos, aunque terminamos separándonos. Tiempo es el que hemos necesitado para volver a ser amigos, después de una ruptura tan dolorosa. Tiempo es lo que pone a cada uno y  a cada cosa en su sitio. Tiempo es lo que quiero darte, pero también pedirte. Yo quiero que estemos juntos y que nos acompañemos en todas las cosas de la vida; quiero que crezcamos como personas, pero quiero pedirte tiempo para volver a quererte y darte todo lo que te mereces, mientras... ¿Te gustaría vivir conmigo?

Aquel viernes Lucía tenía fiesta en la residencia, así que se fue de compras y  a la peluquería. Quería obsequiarse con un vestido nuevo y un look renovado, ahora que su barriga todavía era pequeña. Optó por un vestido de algodón, ceñido y negro y de largo hasta debajo del culo; tenía las mangas largas, pero en la espalda había una abertura desde los hombros, hasta el lado izquierdo de la cadera, engarzada por unas cadenas doradas, que iban de izquierda a derecha. La prenda era sexy y muy atrevida, pues impedía llevar ropa interior, de otro modo se vería tanto el sujetador como las bragas. Se tiñó las puntas de su pelo de rosa, manteniendo el rubio natural en el resto y se hizo un recogido, con unos cuantos mechones sueltos. La maquillaron y realmente iba espectacular. No es que quisiera darle un mensaje a Samuel, pero necesitaba sentirse empoderada para lo que le iba a proponer, pues quería que olvidase por un momento, que en su cuerpo llevaba un regalo, que no era suyo, pero que aún así, unirse a Lucía sí que lo era. Terminó de arreglarse; se colocó un pequeño abrigo de paño, un bolso y cogió la caja con las llevas y la carta y sobre las diez salió de su casa para subir al coche, que se había comprado de segunda mano y que tenía aparcado fuera, para ir a la cita con Samuel, pero antes de subir, vio a lo lejos un coche al otro lado de la cancela de su casa y un tipo que venía caminando...

- ¿Samuel? ¿Eres tú? Te dije que me esperas en el restaurante ...

- ¿Has quedado con alguien esta noche?

Esa voz ...

En sus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora