Parte sin título 41

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Amaneció el domingo, con un poco de sol pero con mucho frío. Lucía abrió los ojos. Todavía tenía el cuerpo entumecido, pero pegado al de él, dándole su calor y su olor.

- Buenos días princesa ¿Estás bien?

- Sí ... -dijo avergonzada- Lo siento ...

- ¿Qué sientes?

- Dejarte sólo en el momento que llego ...

- ¿Bromeas? Es la sensación más placentera que nunca he vivido. Me encanta llevarte hasta allí y verte entre mis brazos ... No hay mayor entrega ni sumisión; eres totalmente mía en ese momento ...

- Haces que suene raro ...

- No me importa cómo suene, sólo digo lo que siento.

- ¿Tú ... has dormido? -preguntó ella-.

- Sí, desperté hace poco.

- Voy a ducharme.

- Vale. Luego lo haré yo.

Después de bañarse y vestirse y abandonar el hotel, fueron a dar un paseo por Stornoway y acabaron desayunando tortitas con chocolate y un capuchino en una cafetería. Después volvieron a subir al ferri para llegar a Ullapool; recuperar la moto de James y tomar camino a Oban, seis horas más tarde.

Lucía iba pensando en todo lo que James le había hecho sentir, desde el principio, miedo y aborrecimiento, pero anoche se le había escapado un te quiero y aunque por suerte lo había dicho en gallego, James tenía razón; todo era distinto entre ellos; algo había cambiado y ahora no sabía si quería irse o deseaba quedarse con él. También pensó en lo que podría significar para James; quizás ella sólo era un entretenimiento y nada más, no en vano ella le había escuchado decir que ya no quería comprometerse ...

- Estás muy callada ... -dijo él-.

- Sólo observaba el paisaje –mintió-.

- ¿Te ha gustado el paseo?

- Me ha encantado. Muchas gracias.

Lucía volvió a quedar absorta en sus pensamientos hasta que vio el letrero de Oban, su casa desde hacía dos años. Eran las dos del mediodía y aunque pensaba que iban a regresar a la casona, James dirigió la moto hacia el puerto.

- ¿Has probado el marisco del pueblo?

- Pues no ...

- Pues vamos -dijo él-.

Dieron un paseo por el puerto hasta que se sentaron en una marisquería a pie de calle, donde conocían bien a James. Pidieron whisky, mejillones, ostras, vieiras, arenques, calamares y cangrejos para comer. La destilería de whisky de Oban era lugar de obligada visita y los escoceses lo bebían como el agua y aunque Lucía no estaba acostumbrada a beberlo, hizo el esfuerzo.

Después de comer cogieron otro ferri en el puerto que, les llevó a la Isla de Mull, concretamente a Tobermory, donde Lucía pudo avistar por primera vez en su vida ballenas, marsopas y delfines.

- ¡Mira James! ¡Ballenas!

Por un momento se olvidó de sus preocupaciones y disfrutó del momento y de la compañía. 

Una vez que volvieron a Oban y viendo que habían disfrutado tanto de los avistamientos, James la llevó al acuario y centro de rescate del Lago Creran y finalmente a las ruinas del Castillo Dunollie del Clan McDougall.

- Ojalá no acabase nunca este día, pero estoy un poco cansada ...

- Pues aún me falta un sitio al que quiero llevarte y después volveremos a casa.

- A casa –pensó-. Vale.

Eran sobre las siete de la tarde cuando James llevaba a Lucía de la mano por el centro del pueblo, hasta que entraron en una sala anexa al ayuntamiento y Lucía oyó música.

- ¿Dónde estamos? -preguntó ella-.

James no contestó. Abrió la puerta y ambos pudieron ver un grupo de personas tocando cada uno de sus instrumentos, mientras sonaba en conjunto una música típicamente escocesa.

- ¡Habéis venido! ¡Que bien! -acogió a gritos a Lucía y a James, Richard, el chico de la tienda de instrumentos-.

Lucía miró asombrada a James que, no dijo nada, sólo la dedicó una sonrisa.

- Chicos escuchadme. Ella es la chica de la gaita de la que os hablé. Tenéis que escucharla.

- Por favor Lucía toca algo para nosotros -la pidió James con una mirada dulce-.

Lucía no se hizo de rogar. Tomó prestada la gaita que un chico le ofreció y tocó y cantó una canción titulada "La gitana" de un grupo gallego llamado Luar na lubre. La melodía se elevó por aquella estancia y todos escucharon asombrados. Era música folclórica, tocada con gaita y pese a que sentían que era parecida a las suyas, ésta era melancólica pero alegre. Cuando además la oyeron cantar, en un tono operístico y en una lengua románica, dulce pero extranjera para ellos, se quedaron embelesados, hasta a James le costó reaccionar, pero cuando por fin lo hizo, dejó de igual modo afectado a Lucía ... James cogió un saxofón y subió a la tarima, en forma de escenario, que había y en la que aún estaba Lucía. Acercó el instrumento a sus labios y empezó a tocar. Ella conocía la canción, pero le sorprendió porque era en español. La pieza era de Luis Fonsi y se titulaba "Despacito". Él tocaba y ella cantaba la canción.

En sus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora