Parte sin título 8

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Justo al día siguiente un hombre de la embajada se puso en contacto con ella. Al principio estaba como asombrado que en dos años, Lucía no se había enterado de todo lo que había que hacer, para trabajar legalmente en Escocia después del Brexit. La dijo incluso que era un poco descuidada y ella por primera vez en mucho tiempo sintió hacerse pequeña de nuevo. Pero al percatarse de la desesperación de Lucía, el chico cambió el tono y le dijo que había una posibilidad de arreglarlo todo. Debía conseguir una declaración jurada de la persona o empresa que la había contratado, en la que explicase el tiempo que llevaba allí, que fue antes de la salida de Reino Unido de la Unión Europea y que su única intención era abandonar el país. Lo que para el chico era una solución, para Lucía era una auténtica pesadilla. Necesitaba a James para poder perderle de vista... Ella no sabía si podría manejar esa situación, lo que tenía claro es que tenía que mejorar su relación con él antes de pedírselo, así que todos los días después del suceso del jardín y mientras Rose descansaba, Lucía iba al despacho de James, sin protestar y hacía todo lo que él le pedía.

- Siéntate aquí –le dijo James señalando la silla que estaba justo tocando la suya-.

Lucía se sintió incómoda, pues sus piernas tocaban las suyas pero no protestó.

- Quiero que te leas estos informes y me hagas un esquema-resumen de ambos y me des tu opinión sobre cuál es más ventajoso -le ordenó él-.

- No entiendo mucho de informes y números... -dijo sin un atisbo de contrariedad-.

- No importa. Seguro que no eres tan tonta –dijo mientras una sombra de enojo nubló las emociones de ella-.

Y pese a que su mente no estaba acostumbrada a esos términos, Lucía hizo todo su esfuerzo en valorar ambos informes y entender algo con lo que echarle a la cara que, en efecto, no era tan tonta. Poco antes que James volviese a abrir la puerta para dejarla salir, Lucía hizo la presentación de ambos informes y apostó por el beneficio de uno, en detrimento de las pérdidas que ocasionaría el otro. James la observó complacido. Así fue pasando la semana mientras la relación se fue volviendo más cordial, por lo menos lo suficiente como para poder pedirle lo que ella necesitaba.

- Sr. Campell...

- ¿Si?

- Respecto a mi carta de renuncia... -no le acababan de salir las palabras-.

- ¿Qué ocurre con ella? ¿La tienes ya?

- Puedo hacerla, claro, pero antes necesito que me haga usted otra carta...

- ¿Qué tipo de carta necesitas?

- Una declaración jurada del tiempo que llevo trabajando para ustedes...

- ¿Cómo una carta de recomendación?

- Sí... Bueno más o menos...

- Explícate bien, porque precisamente una carta de recomendación nunca te haría...

- Necesito que haga esa declaración y que indique que el propósito es para abandonar el país.

- No entiendo nada -dijo él-.

- Verá... Con esa carta y los trámites que haga mi embajada, las autoridades escocesas me permitirán abandonar el país.

A James se le iluminó la cara en ese momento y Lucía volvió a ver esa sonrisa triunfal en sus labios.

- ¡Oh! Ya entiendo... ¿No sólo haces mal tú trabajo sino que además eres una inmigrante ilegal?

- ¡No hago mal mi trabajo! ¡Estoy ya cansada de escucharle eso! ¡Y tampoco soy una inmigrante ilegal! Lo que pasa es que con tanta dedicación a su abuela no me enteré de lo que debía hacer antes del Brexit... ¡Pero le puede pasar a cualquiera!

- No... Sólo a una tonta que no se entera del mundo en el que vive...

- ¡Sabe que aquí no hay tele! Y yo... -las lágrimas se le agolpaban en los ojos y una presión en la garganta le hizo parar-. Bueno, soy una tonta, vale, pero a usted no le gusto y usted no me gusta... ¡Porqué no me hace el dichoso papel y así nos libramos los dos de la existencia del otro!

- ¿Por qué habría de hacerlo?

Lucía no dijo nada.

- Estás en mis manos... -dijo él- Ahora puedo obligarte a hacer lo que quiera... Puedo incluso no pagarte... O encerrarte en el sótano, o en el desván... Y nadie podría hacer nada por ti...

- ¿Por qué hace esto?

- Porque puedo... ¿Creías que estos días que te has comportado como una gatita ibas a convencerme? No ... Yo estaba esperando a descubrir el motivo que te impedía gritarme o contradecirme... Pero reconozco que no me imaginaba tener tanta suerte...

- ¡Es usted un monstruo!

Y se levantó para poder irse, pero la puerta seguía cerrada con llave.

- ¡Déjeme salir! -gritó ella-.

- Si me lo pides bien... -dijo con tono burlón, mientras se acercaba acechando a su presa hasta la puerta-.

- ¡Déjeme salir! Por favor...

- Shhh.... Otra vez te pierde el tono...

Lucía respiró hasta diez veces, mientras tenía a James pegado delante de ella. Lo sintió demasiado cerca; su nariz contra su nariz; su boca a escasos milímetros de la suya; su pecho pegado al suyo, mientras respiraba profusamente; su cintura; sus caderas... Y comenzó a marearse... Un aroma típicamente masculino le embriagaba los receptores olfativos, mientras su cabeza luchaba por no sentir eso de él, sólo quería rabia y deseos de asesinarlo.

- Por favor... Sr. Campbell... ¿Puede abrir la puerta para que yo pueda salir? –Consiguió reunir toda su paciencia para preguntarle. Cualquier cosa para salir de allí y librarse de su presencia-.

- Tengo la llave en el bolsillo de mi pantalón. Cógela tu misma y podrás salir.

Que James disfrutaba enormemente de esa situación era innegable.

Los tejanos estrechos que llevaba hoy, no hacían fácil el acceso de la mano temblorosa de Lucía, pero de eso se trataba... Lucía metió la mano con repugnancia y cuidado. No quería tocar nada que no fuese la llave, pero james le había señalado el bolsillo incorrecto, así que tuvo que hurgar en círculos, hasta que se dio cuenta que allí no había nada.

- ¿Está disfrutando? -le preguntó ella-.

- ¡Oh! Ni te lo imaginas...

Volvió a hacer lo mismo esta vez en el otro bolsillo y por fin encontró la ansiada llave. La sacó, abrió la puerta y ebria de vergüenza y rabia se fue corriendo a su habitación, no sin antes proferirlo en un perfecto castellano...

- ¡Bastardo!

En sus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora