Aquella tarde, mientras Rose tomaba el té con sus amigas en la cafetería de la plaza del pueblo, Lucía deambulaba por las calles con los pensamientos a mil por hora, hasta que algo o mejor dicho alguien le sacó del trance. En una mesa del pub de enfrente, el mismo que había utilizado con ella, estaba David con una chica. Lucía se dio cuenta que no le dolía, sin embargo estaba muy decepcionada con él. Se quitó el colgante que él le había regalado y se dirigió a su encuentro.
- Buenas tardes Dr. Scott y compañía. Disculpe que le moleste, pero el otro día se dejó esto en la casa de la Sra. Campbell –dijo dejándole el collar sobre la mesa-.
- ¡Lucía!
- No le entretengo más. Que pasen buena tarde.
- ¡Espera!
Lucía no se detuvo ni por un instante. El orgullo se lo impedía, pero él salió a buscarla y la detuvo a escasos metros de la chica.
- Lucía... ¿Por qué me lo devuelves?
- Creo que es evidente. Usted y yo ya no somos nada y puede entregárselo a la chica de la mesa.
- ¿Así terminamos? ¿Sin explicaciones?
- ¿Qué clase de explicaciones quiere ahora, cuando el viernes no quiso ni verme? Ese día le hubiese explicado muchas cosas, pero ya me dejó claro que no le importaba, así que ahora no me importa a mí.
- Estaba enojado lo admito. Lo siento... Vamos a hablar.
- ¡No! Usted está ocupado y a mí no me apetece. Solo espero que el amuleto le funcione mejor que conmigo. Adiós Dr. Scott.
Y se fue sin mirar atrás. Todas las promesas que le hizo se desvanecieron con su recuerdo.
Bajaba por otra calle cuando notó una pequeña vibración más allá de sus bragas.
- ¡Mierda! –Pensó mientras buscaba a su alrededor al que llevaba el control de su aparato-.
- Hola Srta. Reivelo -la saludó James-.
- Hola Sr. Campbell ¿Qué hace por aquí?
- He salido a dar una vuelta y recordé que tenía algo con la que compensarla.
- ¿Cómo?
- ¿Me acompaña?
- ¿A donde?
- Aquí cerca ¿Qué tal con el Dr. Scott? –Le preguntó mientras ponía una mano en sus caderas de manera posesiva y la obligaba a acompañarle-.
- ¿Lo ha visto?
- Visto y oído.
- ¿Qué tal con Marion? ¿Ya lo han arreglado? –Dijo con sorna-.
- ¡Oh! Sí, arreglado como acaba de hacer con el Dr. Scott –dijo metiendo una mano en su bolsillo y apretando el mando en un número superior al de antes-.
Lucía tuvo que detenerse, presionar sus muslos y gemir hacia dentro mientras cerraba los ojos.
- Sr. Campbell... aquí no... por favor...
- Pues deja de ser insolente conmigo o atente a las consecuencias...
James la llevó hasta una tienda de instrumentos musicales y al entrar preguntó por una gaita al dependiente.
- ¿Podemos probarla?
Lucía estaba atónita.
- ¿Tocarías esta vez para mí? -le preguntó él-.
- ¿Estuvo en el festival?
- Sí. Quería comprobar que estabas a salvo.
- ¿Y me oyó tocar?
- Sí y besarle y tuve que contenerme mucho...
- ¿En qué momento empecé a interesarle?
- ¿Quieres tener esta conversación aquí y ahora?
- Me ayudaría a entender algunas cosas, pero si lo prefiere... podemos tenerla en otro lugar y momento...
- Lo prefiero. Ahora toca algo para mí por favor.
Lucía cogió la gaita con sus manos, la infló de aire y fue dejándolo salir mientras modulaba el sonido con sus dedos en el puntero, para hacer sonar "O son do Ar" de Luar na lubre, una canción de amor que le recordaba a su Galicia. Cuando salió del ensimismamiento de tocar, vio como James y el dependiente la miraban y al otro lado de la puerta, una multitud se agolpaba y aplaudía. Lucía había tocado de pequeña delante de mucha gente, pero de eso había pasado mucho tiempo o quizá el que estuviese allí James, la hizo ponerse más nerviosa de lo normal, la cosa es que sus mejillas se sonrojaron mientras James la miraba con unos ojos nuevos, llenos de admiración y ternura.
- Nos la quedamos –dijo él refiriéndose a la gaita- ¿Nos la puede enviar a casa para no cargar con ella ahora?
- ¿Qué? ¡No! Yo ya tengo una gaita, James. La tengo en casa y ésta es escocesa, un poco diferente de la gallega, la que yo sé tocar.
- Esta también sabes tocarla. Todos lo hemos oído y es un regalo, no voy a aceptar un no.
- Pero... vale mucho...
- El dinero no es un problema y es lo justo para compensar lo que ya sabes...
Mientras James y Lucía debatían sobre la gaita, Richard, el dependiente, les sacó a ambos de esa conversación.
- ¿Disculpen? Pertenezco a un grupo de música folk escocesa y buscamos a alguien como tú. Aquí tienes mi número de teléfono. Nos reunimos todos los domingos a las siete en la sala del ayuntamiento. Dime que vendrás por favor –dijo dirigiéndose a Lucía-.
- ¿Qué? No yo... No sé música folclórica escocesa, sólo española, gallega concretamente y además... No voy a quedarme en Escocia mucho tiempo –dijo con una voz recelosa y mirando de reojo a James, quien demostró una tristeza profunda en sus ojos normalmente fríos.
- No importa -contestó Richard-. El tiempo que te quedes podríamos aprender todos mucho. Por favor, piénsatelo.
- Está bien, me lo pensaré... -dijo por fin-.
Richard acabó la venta, ordenó la entrega para el día siguiente y le dio un papel a Lucía con su número de teléfono.
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En sus manos
Любовные романыTras un suceso vergonzoso, Lucía decide huir a Escocia, donde quiere empezar de nuevo. Allí encuentra un hogar y un trabajo, y empieza una relación, pero su jefe, un guapo pero trastornado hombre, se interpondrá en todos sus planes... ¿Estará prepar...