Llegaron a la mansión Campbell un poco antes de las diez de la noche. Llevaban fuera desde el sábado y la excursión les había dejado felices pero exhaustos. Mary les abrió la puerta.
- ¡Buenas noches Sr. Campbell! ¡Lucía! ¡Qué gusto volverlos a ver! ¿Qué tal el fin de semana?
- Muy bien Mary, muchas gracias por preguntar. ¿Qué tal la Sra. Campbell? -preguntó Lucía-.
- Acabo de dejarla en la cama.
- Subiré a verla antes que se duerma.
- ¿Me permiten un segundo? -preguntó el ama de llaves-.
- Claro Mary. ¿Qué ocurre? -preguntó James-.
- El sábado, poco después que se fueron, vino su abogado, el Sr. Flinch.
- ¿Henry? ¿Y qué quería?
- Bueno ... Eso es lo raro ... Quería verte Lucía y como le dije que no estabas ... me pidió tu número de teléfono.
- ¿Se lo diste? –Preguntó James visiblemente molesto-.
- ¡No señor! Le dije que yo no estaba autorizada para eso, que sólo Lucía podía dárselo.
- Muy bien -dijo más relajado-.
- Entonces ... me apuntó el suyo en un papel y me pidió que por favor te lo diera –dijo mientras le entregaba a Lucía un trozo de papel, bajo la severa mirada de James-. También llamaron de la embajada española. Me dijeron que mañana volverán a contactar contigo y que vayas preparándote para finales de semana. No me dieron más detalles ... -dijo Mary-.
Lucía y James palidecieron mientras se dedicaron una severa mirada.
- Gracias Mary. Voy a ver a Rose -dijo Lucía-.
Lucía subió corriendo las escaleras. Fue su manera de huir del golpe de realidad que le vino.
- ¿Sra Campbell? ¿Puedo pasar?
- ¿Lucía? ¡Claro niña pasa!
- ¿Cómo está? ¿Cómo han ido estos dos días sin mí?
- ¡Oh! Bien, cariño. Te he echado mucho de menos pero he estado bien, tranquila.
- ¡Cuanto me alegro!
- Pero dime tú ¿Qué tal vuestro fin de semana? -preguntó la anciana-.
A Lucía le empezaron a brillar los ojos tras aparecer en ellos algo de humedad.
- ¡Oh! Muy bien, Rose ¡He visto lugares preciosos!
- ¿Se ha portado bien mi nieto contigo?
Una lágrima comenzó a formarse en los ojos de Lucía.
- ¿Por qué lloras mi niña? ¿Te ha hecho algo malo? ¿Tengo que regañarle?
- ¡No! Su nieto ha sido maravilloso estos dos días Rose, sólo que ...
- Os habéis enamorado ...
- ¿Qué? ¡No! Yo ... -balbuceó Lucía-.
La lágrima terminó rodando por su rostro.
- ¡Oh! Mi niña ... No era una pregunta ... Os habéis enamorado y eso es ¡fantástico! ¿Por qué lloras?
- James acabó firmando la declaración hace más de diez días y ... la próxima semana tendré que irme ...
- ¡Oh! -dijo sorprendida Rose-.
Después de que ambas mujeres hablaran durante un buen rato y pusieran las cartas sobre la mesa, Lucía dejó descansar a Rose. Ahora que sabía que pronto iba a irse, se daba cuenta del cariño que había recibido en esa casa. Bajó a su habitación y se metió en el baño para darse una ducha y acostarse. Había perdido todo apetito. Salió con la toalla de la ducha envuelta alrededor de su cuerpo y al traspasar la puerta que separaba el baño de su dormitorio, notó una fuerza ajena que la llevó hasta la pared del lateral. La estancia estaba a oscuras, aunque ella había dejado la luz encendida.
- ¿Vas a llamarlo? -preguntó James-.
- ¿Qué? ¿A quién?
- A Henry.
- ¿A Henry? ¡No! -dijo Lucía-.
- Puedes hacerlo si quieres ... –dijo con una voz derrotada, mientras eliminaba la presión del cuerpo de Lucía y se sentaba sobre la cama, de espaldas a ella-.
Lucía dio nuevamente la luz y se dirigió a la cama. Se colocó en cuclillas frente a él y vio sus ojos rojos e hinchados por haber llorado.
- James...
Pero él no contestó e intentó ocultar sus ojos a la mirada de ella.
- James ... -volvió a intentar- ¿Aún no sabes que soy tuya? –Dijo temblando y desenvolviendo su cuerpo desnudo de la toalla, mostrándose ante él, de todas las formas vulnerables posibles.
- ¿Eres mía?
- Completamente.
James se puso al mismo nivel que ella; bajó hasta el suelo y se colocó enfrente.
- No te vayas ... -le pidió él-.
- Mañana hablaré con la embajada y arreglaré esto ...
Era lo único que él quería escuchar. Se abalanzó hacia sus labios y tomó posesión de ellos, de su cuerpo y de su alma por fin. Aquella noche no follaron, aquella noche fueron conscientes que se estaban haciendo el amor; que se entregaban el uno al otro como nunca antes habían hecho, esperando que eso fuese suficiente para no tener que separarse nunca.
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En sus manos
Roman d'amourTras un suceso vergonzoso, Lucía decide huir a Escocia, donde quiere empezar de nuevo. Allí encuentra un hogar y un trabajo, y empieza una relación, pero su jefe, un guapo pero trastornado hombre, se interpondrá en todos sus planes... ¿Estará prepar...