La Sra. Campbell se recuperó sorprendentemente bien de su dolencia y el infarto no volvió a repetirse, por lo que después de más de un mes en el hospital, por fin volvieron a casa.
Lucía encontró sus cosas en una habitación de la primera planta, junto a la biblioteca. En la mansión también vivía Mary, la cocinera y ama de llaves, una mujer oronda de mediana edad y su hijo Albert, que se ocupaba del mantenimiento y del jardín y que tenía ciertas limitaciones psíquicas.
La habitación de Rose y James estaban justo encima de la de Lucía. Sin embargo la primera semana de su vuelta, James tuvo la brillante idea de hacerla dormir en un sillón de lectura que había en la habitación de la Sra. Campbell, para comprobar que todo iría bien durante la noche.
- Su nieto es un hombre muy estricto Sra. Campbell, pero se nota que la quiere mucho -dijo Lucía-.
Lucía no sabía porque la trataba de esa manera y quería aprovechar las noches de intimidad para saber más de ese hombre.
- ¡Ohh! Querida... Ha sufrido mucho y ya no se fía de nadie. Espero que algún día encuentre una buena mujer que le haga olvidar todo lo malo, porque te aseguro que no es mala persona.
- Seguro que algún día la encontrará... -dijo Lucía sin mucha seguridad-. ¿Y qué es lo que le ha pasado que le ha hecho ser tan desconfiado?
- Bueno... Es un tema un poco doloroso, pero sí puedo decirte que su madre y su prometida lo hirieron tanto que lo han convertido en lo que es hoy, un hombre de negocios exitoso, pero frío.
Tras la primera semana, Rose le exigió a su nieto que Lucía debía dormir en su cuarto y que no iba a tolerar por más tiempo esa incomodidad para ella.
Tras el tiempo debido de convalecencia, la rutina de Rose y Lucía comenzó a implantarse de nuevo en la casa. A las ocho el desayuno, vestirse, peinarse y acicalarse para hacer los ejercicios físicos y psíquicos al que un paciente de ictus e infarto debe someterse. Después un paseo por el jardín y a la una el almuerzo y una siesta. Por la tarde salían a caminar por el pueblo. La señora Campbell era muy conocida y muy querida en Oban y le gustaba tomarse el té todas las tardes con sus amigas de la infancia. Ese rato Lucía lo aprovechaba para ver tiendas de ropa, aunque casi nunca compraba nada porque no tenía la oportunidad de ponérselo, así que acababa cogiendo algo de música o un buen libro con el que distraerse, pero esa tarde iba a ser diferente...
- ¡Hola Lucía! ¡Qué bueno verte sin trabajar! -dijo el Dr. Scott-.
El Dr. Scott era un médico joven que llevaba en Oban unos tres años. Era muy guapo y muy amable y las solteras del pueblo ya no sabían cómo insinuarse delante de él.
- ¡Dr. Scott! No le había visto... -contestó Lucía-.
- Pase que me llames Dr. Scott cuando ejerzo de médico, pero... ¿también me vas a llamar así cuando voy de civil...? –Dijo riéndose-. Llámame David, por favor.
- Perdona, es la costumbre.
- Lo entiendo ¿Qué haces ahora? ¿Vas a algún sitio?
- No, en realidad no. La Sra. Campbell está tomando el té con sus amigas y yo me dirigía a... pasar el rato...
- Ohh ya veo... ¿Quieres tomar algo conmigo y así pasamos el rato juntos?
- Vale, me encantaría.
- ¿Té o cerveza?
- Cerveza por favor ...
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En sus manos
RomanceTras un suceso vergonzoso, Lucía decide huir a Escocia, donde quiere empezar de nuevo. Allí encuentra un hogar y un trabajo, y empieza una relación, pero su jefe, un guapo pero trastornado hombre, se interpondrá en todos sus planes... ¿Estará prepar...