Cuando Lucía abrió los ojos, el sol ya estaba en lo alto del cielo. Realmente esas últimas semanas habían sido muy duras, pero no esperaba dormir tanto. Vio a su lado y abrazado a ella a James y pese al enfado de ayer, verlo allí le hizo sonreír como una tonta ¿Qué demonios pasaba con ella? James enseguida se desveló y también la sonrió.
- Buenos días princesa ¿Qué tal has dormido?
- Pues vieras que tuve una pesadilla...
- ¿Sí? ¿Y cuál fue?
- Soñé que mi jefe me encerró en las mazmorras para que no bailara con su abogado ¿Te lo puedes creer?
- ¡Será capullo e inseguro! ¡Menos mal que sólo era un sueño! -dijo él de una forma juguetona-.
- James... ¿Por qué lo hiciste?
- Yo no he hecho eso; no te he llevado a las mazmorras, sino a una hermosa habitación y si mal no recuerdo, antes de arroparte bajo las sábanas, hicimos el amor salvajemente... Eso no puede formar parte de una pesadilla...
Lucía suspiró mientras estiraba cada músculo de su cuerpo. Sí, recordaba ese momento de pasión y no tenía nada que objetar al respecto.
- ¿Qué hora será ya?
- No te preocupes. Hoy nos tomamos el día libre. Los invitados seguirán durmiendo en el hotel y cuando se despierten volverán a sus casas. Mary se encargará hoy de Rose y yo tengo planes para ti.
- ¿Planes? ¿Qué planes? -preguntó Lucía enormemente ilusionada-.
- Ya lo verá señorita curiosa.
Lucía se fue a dar una ducha y cuando salió, había sobre la cama algunas prendas de ropa para ella que, realmente nada tenían que ver con el vestido de anoche. Unos pantalones vaqueros; unas buenas botas de cordones; un jersey de punto y una cazadora bien calentita. También había una bandeja de comida y ella sintió unas terribles ganas de comer, así que se decidió por un trozo de pastel de manzana, un bol de fruta fresca y un café con leche. Aún le costaba familiarizarse con el típico desayuno inglés. Mientras ella desayunaba, James tomaba una ducha y al cabo de un rato salió del baño ya vestido con tejanos, jersey y chupa negra de cuero.
- ¿Dónde vamos? -preguntó ella-.
- Ya lo verás.
Lucía estaba emocionada. En los dos años que llevaba allí, sólo salió con David la vez que la llevó a Glasgow, pero realmente no conocía Escocia, ni ninguna de las maravillas de las que todo el mundo hablaba. Cuando salieron de la casona, una Harley Davison les esperaba en puerta. Lucía abrió los ojos como platos y la mandíbula le cayó al suelo. James se montó primero, luego ella. Él acercó el cuerpo de Lucía al suyo, como si estuviesen unidos por alguna sustancia pegajosa.
- No queremos que te caigas... –dijo él, pero lo cierto era que a ambos, les gustaba notar el cuerpo del otro cerca del suyo-.
James condujo hacia el norte y tras cincuenta minutos aproximadamente llegaron a un pequeño pueblo llamado Glencoe, donde James le contó sobre un hecho histórico que tuvo lugar entre el clan Campbell y el clan McDonald.
- ¿Qué pasó entre ellos? -preguntó una curiosa Lucía-.
- Básicamente que, un rey ordenó a mis antepasados que masacraran a todos los hombres del clan McDonald, porque estos no habían prometido su lealtad a tiempo.
- Oh... Vaya...
- La historia de Escocia está llena de cosas así.
- Ya veo.
Realmente la zona era preciosa. Grandes montañas se veían al pasar. Tras seguir conduciendo media hora más, llegaron a Fort William o como le llamó él, An Gearasdan. Allí vieron el Fiordo de Linnhe, un lago de agua salada espectacularmente largo y las bocas del río Lochy y Nevis, a los pies del Ben Nevis, un pico de algo más de mil trescientos metros.
- ¿Hablas gaélico escocés?
- Me encantaría, pero me temo que sólo conozco algunas palabras. Mi madre era de Aberdeen, de las Tierras Bajas de Escocia, donde se habla el escocés que, es muy parecido al inglés. Su padre hizo dinero con el petróleo del Mar del Norte. De Frank, el mayordomo, sólo sé que era un pobre diablo y es lo único que me interesa de él. El único que podía enseñarme, como auténtico escocés de las Tierras Altas, Sir Eduard Campbell, murió antes de poder hacerlo.
- Qué pena...
- ¿Tú hablas gallego?
- Sí, claro. En España se fomenta la educación bilingüe en las autonomías donde hay otra lengua además del castellano, pero el gallego deriva del latín y no tiene ninguna raíz céltica.
Siguieron sobre la moto cincuenta minutos más y llegaron a Fort Augustus, con las puertas del Canal de Caledonia y tras ellas y algunos minutos más de moto, el famoso y dulce Lago Ness. Allí James detuvo la moto por fin. El lago era inmenso y las aguas muy oscuras.
- ¿Te atreves a bañarte? ¿O le tienes miedo al monstruo? -preguntó James-.
- ¿Miedo al monstruo? Pensaba que viajaba con él... -dijo Lucía con una sonrisa traviesa-.
- ¿Sí? Pues espera que anochezca... Los monstruos tienen más poder por la noche... -dijo riéndose, mordiendo su labio inferior y pellizcando el trasero de ella-.
James abrió uno de los baúles que tenía incorporados la moto y sacó una cesta de mimbre, típica para hacer un picnic. Extendió una manta de cuadros sobre la playa de cantos rodados del lago y puso encima la cesta.
- ¿Tienes hambre?
- Un poco ¿Viniste preparado?
- Yo nací preparado...
Abrió la cesta y sacó dos platos, cubiertos, servilletas, dos copas y una botella de whisky. Abrió una fiambrera con unos filetes de pollo empanados, una ensalada con brotes, hortalizas y trozos de queso, nueces e higos y de postre unas uvas, manzanas y medio pedazo de bizcocho.
- ¡Menuda pinta! -gritó una Lucía hambrienta-.
Ambos se sentaron sobre la manta y degustaron las viandas que Mary había preparado para los dos. Al acabar fueron a ver las ruinas del Castillo de Urquhart que, estaba de pie sobre el lago y procuraron otear sobre él, por ver si se vislumbraba a Nessy, pero pareció que dormía dentro de sus profundidades oscuras, para no ser descubierto.
- ¿Vas a meterte en el agua?
- ¡No! El agua está helada y en esta época más.
Era otoño, así que había pocos turistas, por no decir ninguno. James la cogió de la mano y dieron un paseo alrededor del lago.
- ¿Cómo es Galicia? -le preguntó él-.
- Es húmeda y verde, con mucha lluvia y niebla. Las ciudades están llenas de piedras antiguas y varias aldeas forman un pueblo. La gente se parece un poco a la de estos lares; trabajan la tierra y los animales y sacan provecho del mar. Hay mucha naturaleza...
- ¿Algún día me la enseñaras?
- Claro... -dijo ella con cierta nostalgia-.
- ¿Estás bien?
- Sí, es sólo que... -Lucía no sabía qué le pasaba; no estaba segura que sólo fuese morriña, pues sentía una extraña tristeza desde que sabía que el momento de irse se estaba acercando y que algún día tendría que despedirse-.
- ¿La echas de menos?
- Sí –dijo poco convencida-.
- Yo también te echaré de menos –dijo pareciendo adivinar los verdaderos sentimientos de Lucía-. No sabes cuánto...
Lucía levantó la mirada y ambos se quedaron un rato así, viéndose; observándose, hasta que una lágrima resbaló por su rostro. James la tomó con la yema de uno de sus dedos y metió la mano en las frías aguas del lago.
- La mayoría del lago es de agua dulce, pero también tiene agua salada procedente del mar -le contó él-. Ahora tu lágrima estará atrapada por siempre aquí.
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En sus manos
RomanceTras un suceso vergonzoso, Lucía decide huir a Escocia, donde quiere empezar de nuevo. Allí encuentra un hogar y un trabajo, y empieza una relación, pero su jefe, un guapo pero trastornado hombre, se interpondrá en todos sus planes... ¿Estará prepar...