James no sabía cómo podía tener tanta suerte en todo lo referente a su pequeño capricho rubio. No es que quisiera ser padre inmediatamente, pero todo lo que le ocurría a ella, le servía a él para controlarla y someterla a su voluntad y eso era algo que le producía una enorme satisfacción.
- ¿La píldora del día después? Mmm... Me imagino cómo te quedaría una enorme y sexy barriga de embarazada...
- Muy gracioso Sr. Campbell. Pues siga soñando con eso, porque no lo verá.
- Es momento de otro trato.
- ¿Por qué creo que va a ser más ventajoso para ti que para mí?
- Pues no sé... Igual empiezas a conocerme... -dijo riéndose-.
- ¿Cuál es el trato?
- Yo te traigo la píldora, sin que Albert sepa nada y a cambio cambiamos de juego.
- ¿Juego? ¿Estábamos jugando? -preguntó confundida-.
- Sí, ya no quiero pelear, quiero que te entregues; que te dejes llevar; que me entregues tu voluntad; tu pasión, sin reparos ni dudas ni vacilaciones. Quiero que seas mía de todas las maneras posibles; que tu cuerpo obedezca al mío; que tu mente no me aparte de ella y que tu corazón se acelere sólo con mi presencia.
- ¿¿Qué?? –Dijo mientras el aire se le paralizó en los pulmones- ¡Yo no soy una sumisa!
- Lo sé, pero yo no quiero una sumisa; he tenido muchas y me aburren. Quiero a alguien que batalle porque se niega a aceptar lo que su cuerpo pide a gritos; alguien como tú que, mientras peleas conmigo por las cosas que voy a hacerte, tu cuerpo responda de la manera que necesito que lo haga.
- ¿Olvidas que te dejé inconsciente?
- ¡Oh no! Ahí estaba mi pequeña luchadora diciéndome que no la gusta que la humillen. Sólo tengo que aprender a localizar tus límites...
- ¡Ya me firmaste esto! ¡Ya puedo irme y no estoy a tu merced! –Dijo enseñando el papel que él le había firmado esa mañana-.
- ¿Crees que te he dado la libertad? Porque sí es eso lo que crees, déjame decirte que estás muy equivocada... Lo que yo te he dado ha sido el libre albedrío. Ahora podrás elegir qué quieres hacer; si deseas irte podrás hacerlo, pero... estarás de acuerdo conmigo que, ya no te sientes como cuando llegué, verdad? Ya no tienes la misma urgencia de irte, porque las cosas han cambiado, o... ¿me equivoco?
- ¡Me iré en cuanto pueda! No te quepa la menor duda –dijo para convencerse a sí misma-.
- Bien, entonces el trato sólo será hasta que te marches. No te detendré –dijo con una sonrisa convencida-.
Mientras Lucía escaneaba y enviaba la carta firmada de James a su contacto de la embajada, él llamó a la farmacia del pueblo. Parece que la farmacéutica y él se conocían de hace años y Lucía tuvo que oír como le pedía una píldora del día después, preservativos libres de látex y parches anticonceptivos. Lucía se descubrió molesta por el tono suave y provocativo que utilizó con la mujer del teléfono, al mismo tiempo que la aseguraba que llevaría a su amiga al ginecólogo tan pronto como pudiese. Después ambos se pasaron el resto de la tarde al teléfono, contratando catering, mobiliario, arreglos florares, invitaciones, camareros, músicos, animadores y preparando el discurso que tenía que dar James, como director de la empresa.
Rose y Albert regresaron como era costumbre a las siete de la tarde y desde entonces James le daba largas a Lucía con su demanda. Ni siquiera sabía si Albert le había traído algo a su jefe.
- En cuanto acuestes a mi abuela iré a buscar la pastilla y te la daré.
Pero la paciencia se iba esfumando del cuerpo de Lucía.
- ¡Eres insufrible!
Por fin cuando cada cosa y cada persona estaban en su lugar, Lucía volvió a pedirle la pastilla a James.
- Sr. Campbell por favor... Cuánto más tiempo pase menos efectiva será...
- Sígueme –le dijo-.
Lucía creyó que irían a su dormitorio o a su despacho a buscar el medicamento, pero se quedó un instante paralizada, cuando vio que James avanzaba hacía el pasillo de la biblioteca.
- ¿Dónde vamos? No será a aquella habitación, verdad?
- Ya te dije que la traje sólo para ti. Allí nadie nos molestará y podrás gritar todo lo que quieras...
- ¡No pienso ir!
- ¡Oh! Vamos... pensé que teníamos un trato... ¿Quieres la pastilla o no?
- No debería ser así...
- Probablemente tengas razón, pero hacerlo así me produce más placer del que he sentido nunca...
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En sus manos
RomanceTras un suceso vergonzoso, Lucía decide huir a Escocia, donde quiere empezar de nuevo. Allí encuentra un hogar y un trabajo, y empieza una relación, pero su jefe, un guapo pero trastornado hombre, se interpondrá en todos sus planes... ¿Estará prepar...