Untitled Part 44

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Su cuerpo siente cada toque y cada roce de su piel, como corrientes eléctricas que la llegaban o como quemaduras que la abrasaban. Tal era la pasión y las sensaciones que se estaban procurando que, parecía que se entregaban a la muerte más dulce, sin importar lo que pasase después ... Los labios de James la saboreaban; las manos la acariciaban; su aliento la envolvía; su roce; su peso, hasta su barba incipiente la hacía sentir un cosquilleo que le turbaba la razón.

- ¡Oh! Dios como te deseo ... -dijo un James muy afectado-.

- Entonces tómame ...

Pero él no quería acelerarlo. Sentirla así, le provocaba tanto placer que, no deseaba terminar nunca y no parecía saciarse de ella. Con su cabeza entre las piernas de Lucía, fue lamiendo sus rincones más íntimos, observando satisfactoriamente como estaba ella de excitada. Sus manos paseaban por sus redondos y perfectos pechos, mientras sus dedos índices toqueteaban suave pero insistentemente sus pezones, para afectarla cada vez más.

- Ohhh James ...

Ella acarició la "V" final de su abdomen. Era perfecto; parecía esculpido en mármol y llevó sus manos hasta su pene, acariciándolo de arriba abajo y notando como iba creciendo entre sus dedos. Entonces él arremetió su punta contra la pequeña entrada de su oquedad y ambos soltaron un pequeño grito de excitación. James fue introduciéndose en ella de manera suave pero indulgente, mientras ella se acoplaba a su invasión y a su tamaño, arqueando su espalda para hacer más fácil y placentero su acceso. Desde luego no iba a ponerle barreras, lo necesitaba y lo deseaba dentro de ella de una manera genuina, como si le fuese la vida en ello. La penetración fue haciéndose más profunda, rápida e intermitente, pues cuando ella estaba llena, él volvía a vaciarla y a introducirse de nuevo, en un juego salvaje de poder.

- Dime que eres mía ...

- Soy tuya ...

- Dime que no le vas a dar esto a nadie ...

- A nadie ...

- Dime que volverás ...

Lucía notaba como el nudo de nervios se arremolinaba en su vientre y como iba llegando al punto de tener que soltarlo para seguir viviendo, pero James no paraba en su empeño.

- Eres mía, sólo mía ...

No le era suficiente. Su corazón le pedía más; Necesitaba sentir que ella no se iba a ir de sus manos y que no iba a perderla; Necesitaba oírla decir que pronto regresaría y que no podría entregarse a nadie, porque tenía su piel sellada con sus besos y sus caricias y porque todo su cuerpo le pertenecía y su alma se rompería sin el tacto de su piel, pero aún así, no le era bastante. Sentía que una parte de él se moriría sin ella y quería sentir que ella también se moriría sin él. Así que cuando Lucía llegó al clímax, él siguió empujando dentro de ella, haciendo que sus fluidos, sus sensaciones y hasta la voluntad de sus cuerpos se descontrolasen. Un chorro de líquido caliente resbalaba por sus piernas; su umbral de dolor-placer estaba hecho añicos; su cuerpo temblaba entre sus brazos; su garganta emitía gemidos guturales y sus ojos liberaban una cascada de lágrimas. James seguía absorto en sus propias sensaciones y no vio como ella le suplicaba que parase, pero porque el placer era demasiado, hasta que Lucía volvió a perder el control de su cuerpo y de su consciencia.

James era el único que le había hecho desfallecer literalmente entre sus brazos y ese poder le daba a él una carta de propiedad que jamás había sentido necesitar tanto de una mujer. Lucía le hacía desearla con tanta intensidad que, podía romper el poco juicio que le quedaba. Llevarla hasta allí se había convertido en su misión diaria, porque cuando desfallecía, él sentía que se rompía de todas las maneras posibles y que sólo entonces conseguía su voluntad; su cuerpo; su resistencia; su olor; su suavidad y su fuente de placer. Así que cuando ella fue totalmente suya, él siguió utilizando su cuerpo por un buen rato, hasta alcanzar el más dulce de los precipicios, el lugar donde no había retorno y sintió como su cálido fluido salía de su cuerpo para colarse hasta lo más íntimo de ella, donde él deseaba estar siempre...

Cuando cayó por fin desfallecido sobre su cuerpo y sin pretenderlo, sus ojos se posaron sobre el parche anticonceptivo que tenía Lucía sobre la parte posterior de su muslo y pensó por un momento de todo lo que le privaba. Pensó en cómo sería obligarla a volver por llevar un hijo suyo y pensó en lo hermoso de compartir la paternidad con ella y en cómo sería el resto de su vida a su lado, así que sin pensarlo ni por un momento se lo arrancó.

- Perdóname mi amor, pero no puedo perderte ...

Mientras ella siguió inconsciente, él siguió acariciando y besando cada parte de su cuerpo, desde su cuello hasta sus muslos, por delante y por detrás y sintió como su deseo volvía a crecer y volvió a hacerla suya una y otra vez, hasta que por fin desfalleció de cansancio, cuando despuntaba el alba.

En sus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora