Por fin amaneció el día. La ventana de aquella sala dejaba ver el sol y un cielo entre azul y gris. Lucía se las había arreglado para coger algo de la colcha que no usaba James y había permanecido algo caliente, sin embargo la misma e incómoda postura le había entumecido todo el cuello y la espalda. Cuando abrió los ojos vio como James aún dormía. Parecía imposible que un rostro y un cuerpo tan bello guardara tanta crueldad y maldad en su interior, pero así era. Entonces comprobó que no podía deshacerse del amarre de su cuello y cuando se dio por vencida, vio como James la observaba sonriendo y ya despierto.
- Buenos días ¿Has descansado? –Dijo como si fuera otro hombre-.
- Sí, mucho –dijo con toda la ironía que pudo-.
- Bien. Voy a por algo para comer. No te muevas de aquí –dijo burlándose de ella y dándole un beso en la mejilla-.
James se vistió y desapareció de aquel lugar durante un buen rato. Lucía intentó, otra vez, quitar el nudo que la tenía presa, para poder escapar de allí, pero fue imposible. Media hora más tarde apareció él. Lucía notó que se había duchado y cambiado de ropa y llevaba en sus manos una bandeja con panecillos, huevos, bacon, zumos y unas piezas de fruta.
El se acercó a ella y fue retirando la cuerda que tenía en la hebilla de su garganta. Lucía exhaló al verse libre, hasta que se dio cuenta que sólo se había librado de la pared, porque James había cambiado la cuerda por una correa de la cual él tiraba.
- Vamos a desayunar.
Y dando un tirón a la correa, obligó a Lucía a seguirle por el suelo a cuatro patas.
- Debes estar bromeando ...
- Yo nunca bromeo.
La obligó a sentarse de rodillas, a su lado y la fue dando de comer con sus dedos, cual perrillo dócil. Lucía tenía mucha hambre y recordando lo que le había dicho la noche anterior, decidió primero recobrar fuerzas y luego enfrentarlo, pero James estuvo disfrutando mucho de ese juego. A medida que iba metiendo en su boca un trozo de huevo frito, o una fruta, dejaba sus dedos dentro, para que ella, aprovechando toda la comida, se los chupase.
- Estás hambrienta, ¿no?
- Sí ...
- Cuando acabemos de comer vamos a hacer algo de ejercicio.
Lucía pensó en algo de estiramientos y cardio, pero nada más lejos de la realidad. James la siguió tratando como si fuera su mascota y al tiempo que lanzaba algo hacia el otro extremo de la estancia, la obligaba a llegar a ello a cuatro patas y recogerlo con la boca.
- ¡Muy bien! ¡Buena chica! –Dijo mientras le acariciaba la cabeza-.
Ahí Lucía explotó y empezó a forcejear; a estirar de la cuerda y a maldecir en castellano, que cuando era ese el idioma escogido, es que estaba muy enfadada.
- ¡Maldito seas! ¡Yo no soy tu caniche!
Pero James parecía preparado para esa reacción y tenía bien cogida la correa, por lo que no le dio ni un centímetro de alivio al cuello de Lucía que, casi se ahora con la fuerza. Entonces él sacó una fusta y comenzó a fustigarla sin piedad. Lastimó su espalda, su culo y sus genitales todavía desnudos, hasta que ella rompió a llorar y a dejar de pelear.
- ¿Has terminado ya? -preguntó James-.
Lucía sólo lloraba.
- Voy a prepararte la bañera.
Aunque anoche Lucía no se dio cuenta, al otro lado de la habitación, había una puerta con un baño enorme, completo y limpio. James, sujetando fuerte el extremo de su amarre, hizo que Lucía entrase en la tina y luego fue él mismo, quien deslizando suavemente y por todas las partes de su cuerpo la esponja, la lavó. Lucía estaba furiosa con él, pero más consigo misma. Mientras James la bañaba a ella se le ocurrió un plan.
Lucía no era una mujer muy fuerte ni muy grande. Media metro setenta y pesaba sesenta kilos. El deporte nunca la había llamado mucho la atención, pues sus hobbys eran otros y por eso nunca había peleado ni se había defendido. Lo suyo era curar y ayudar a las personas, por eso, cuando terminó en la facultad de enfermería, se puso a estudiar acupuntura. Mientras James la manoseaba dentro del agua, se armó de valor, y despacio, y de la manera más sexy y sumisa que pudo, se acercó a sus labios y los besó. Automáticamente él se dejó llevar y se volvió parte activa de ese largo beso. James pensó que su actitud había cambiado por completo y se disponía a aprovecharla, así que hundió uno de sus dedos dentro del centro de ella, para acompasar cada roce con todos sus labios, por lo que no lo vio venir...
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En sus manos
RomanceTras un suceso vergonzoso, Lucía decide huir a Escocia, donde quiere empezar de nuevo. Allí encuentra un hogar y un trabajo, y empieza una relación, pero su jefe, un guapo pero trastornado hombre, se interpondrá en todos sus planes... ¿Estará prepar...