Parte sin título 15

2.3K 174 2
                                    

En ese momento alguien tocó la puerta.

- ¿Sr. Campbell? -sonó la voz de Mary-.

- ¿Qué pasa? ¡Estoy ocupado! –Dijo al otro lado de la puerta y sin dejar de presionar el cuerpo de Lucía contra su mesa-.

- Hay una mujer abajo que quiere verlo.

- ¡Qué vuelva en otro momento!

- Lo he intentado Sr. Campbell, pero insiste en verlo ahora. Dice que viene de Edimburgo.

- ¡Mierda! ¡Ya bajo! No te muevas de aquí –le dijo a Lucía-.

Lucía subió su ropa interior y bajó su vestido. Se fue al baño contiguo a refrescarse mientras James abandonaba el despacho. El rato que estuvo sola aprovechó para utilizar el ordenador y escribir su carta de renuncia. No sabía cuánto tiempo tardarían en llegar las noticias de la embajada, sin embargo sabía que el mes que debía darles antes de irse, era innegociable y cuánto antes hiciese la renuncia, antes podría irse. Cuando terminó de escribirla, la imprimió, la firmó y se la dejó en la mesa y luego salió de allí. Bajó las escaleras y vio que la puerta del salón estaba cerrada y oyó la voz alzada de una mujer tras ella. Caminó hacia la cocina y se encontró con Mary.

- ¡Hola Mary! ¿Quién ha venido?

- Era una mujer. Muy bonita y muy elegante pero muy desagradable. Quería ver al Sr. Campbell, pero no quiso decirme su nombre.

- Será de su mismo círculo –dijo riéndose de su ocurrencia-.

- Tiene pinta que hay algo entre ellos y que viene muy enfadada desde Edimburgo.

- Bueno, aprovecharé y descansaré un rato.

- Bien cariño.

Eran las tres de la tarde, así que Lucía tenía una hora para dormir. Entró en su habitación y atrancó la puerta con la silla del tocador, ya que ese dormitorio carecía de candado o pestillo y se estiró sobre la cama. A las cuatro sonó la alarma de su móvil. Había dormido tan profundamente que se sintió descansada por primera vez en mucho tiempo. Fue a buscar a Rose y entonces recordó los últimos acontecimientos y tuvo miedo de encontrarse con James y que éste volviese a castigarla por desobedecerle.

Cuando Rose y ella bajaron, la puerta del salón ya estaba abierta y no había rastro de la mujer... ni de James, cosa que alegró a Lucía. Se fueron al pueblo y mientras Rose tomaba el té con sus amigas, Lucía miraba escaparates. Volvieron antes de las siete, la hora de la cena y al entrar en la casa, a Lucía le volvieron los nervios.

- ¡Oh! ¡Aquí estás cariño! Ven quiero presentarte -dijo muy efusivo James-.

En principio Lucía pensó que hablaba de su abuela, así que hizo ademán de irse a la cocina y ayudar, si hacía falta a Mary, pero se extrañó cuando James la cogió fuerte por la cintura y la llevo casi en volandas al salón, donde había una mujer de unos treinta y tantos años, rubia, muy guapa y elegantemente vestida con un traje ejecutivo de falda y chaqueta.

- Esta es Lucía, el motivo por el que no vuelvo a Edimburgo. Y ella es Marion, mi socia.

- ¿Socia? Y... ¿Por esto me ha dejado? -dijo la rubia-.

Marion miraba a Lucía como a una cucaracha.

- Encantada Marion. Seguro que tenéis mucho que hablar, así que os dejaré tranquilos -dijo Lucía con la sonrisa más fingida que pudo encontrar-.

- ¡Oh! ¡No Cariño! Marion y yo ya hemos estado toda la tarde hablando de negocios. Ahora quiere conocerte porque no se cree que estoy contigo...

- ¿¿Qué?? ¿Conmigo ?? Debe ser un err...

Lucía no pudo terminar de hablar, porque la boca de James le tapó la suya propia; su cuerpo era aprisionado cada vez más cerca del suyo; sus delicadas manos fuertemente sujetas por las de él, mientras que Marion y Rose les miraban atónitas.

- Bueno, en realidad no he venido a conocerte; he venido a que James entre en razón y deje de perder el tiempo aquí contigo.

- ¿Es importante para el trabajo que James vuelva a Edimburgo? -preguntó Rose-.

- Sí, yo sola no puedo con todo. Además... él y yo estábamos juntos...

- ¿Sois novios? -volvió a preguntar la anciana-.

- Bueno, abuela, novios... novios... no. Ya sabe cómo es eso, todo el día juntos pues al final pasan cosas, pero no quiero hablar de eso delante de Lucía. No es apropiado, no crees?

Lucía escuchaba atónita las mentiras que decía su jefe. Estaba claro que la estaba utilizando para cortar lo que fuese que tuviera con Marion, pero... ¿Hacía falta tanta proximidad?

- Bueno Marion, siento que las cosas hayan salido de esta manera... Desde luego por mi parte puedes llevarte a James a Edimburgo, si necesitas que se haga cargo de su parte del trabajo. No es bueno escaquearse de las obligaciones laborales, verdad cariño?

- ¡Oh amor! ¡Qué comprensiva eres! Pero te aseguro que no me estoy escabullendo de mis obligaciones laborales, pues las hago desde aquí, en la mesa del despacho que tan bien conoces... -dijo refiriéndose a la situación acaecida sobre ella después del almuerzo-. Además, no quiero irme. No voy a separarme de ti... Nunca...

Lucía sintió como se le retorcía el estómago.

- Está bien, si eso es lo que quieres... No voy a quedarme aquí mientras me humillas.

- Lo entiendo. Puedes volver cuando quieras.

Y Marion se marcho ofendida y algo llorosa.

- ¿Qué ha significado todo esto James? -preguntó Rose-.

- Nada abuela, que hay mujeres que porque les invitas a cenar un par de veces ya se piensan que pueden ir organizando la boda...

- ¿Y no puedes ir con la verdad por delante? Le has hecho daño a esa mujer y te has aprovechado de Lucía.

- Voy con la verdad abuela, pero se creen que pueden cambiarme y yo no quiero ningún compromiso, ya no más.

Rose se entristeció con sus palabras pero las entendió. Mientras, Lucía seguía aprisionada contra su cuerpo.

- Ejem... ¿Puedo irme ya Sr. Campbell?

- Sí claro, pero no te vayas muy lejos que tenemos que hablar. ¡Ah! Y gracias por tu ayuda.

- De nada.

En sus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora