Parte sin título 12

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A la mañana siguiente, sin haber conseguido dormir, Lucía se levantó y fue a prepararle el desayuno a Rose.

- Buenos días Sra. Campbell ¿Qué tal ha dormido?

- ¡Ohh! Como un bebé, pero me parece que tú has dormido poco, no? ¿Cómo fue tu noche?

- ¡Oh! Muy bien, pero la tormenta no me dejó dormir...

- Espero que haya sido sólo la tormenta...

- ¿Qué más podría ser?

- Escucha querida, sé que lo que te voy a decir te va a sorprender mucho, pero estoy en la obligación de hacerlo...

- ¿De qué se trata? -preguntó Lucía con cierta curiosidad-.

- Se trata de James. No sé qué le pasa, pero mantente lo más alejada posible de él.

- ¿Por qué? ¿Le ha dicho algo?

- No es lo que dice, es lo que hace y lo que veo en sus ojos...

- Pero... ¿Tiene algo contra mí?

- No es fácil saberlo. Siento algo raro cuando te mira y no sé lo que es...

- Escuche Sra. Campbell... ¿No me dijo que tenía una prometida? Igual podría hacer que regrese a Edimburgo con ella, no?

- Hubo una prometida querida, pero ya no existe. Un día la encontró en la cama con su mejor amigo y desde entonces no ha vuelto a salir con nadie.

- ¡Oh!

- No ha tenido mucha suerte con las mujeres, empezando con su madre... y eso le ha hecho ser como es, pero ahora le veo peor que nunca y... temo... Creo que es mejor que te vayas de aquí Lucía.

- Lo he pensado, pero no puedo. Necesito una declaración jurada para abandonar el país y él se niega a dármela.

- ¿Por qué? -preguntó la anciana-.

- No lo sé... No sé qué pretende ni lo que quiere de mí...

- Tú escribe esa carta y yo te la firmaré. Te he cogido mucho cariño Lucía y no quiero que te vayas, pero ahora mismo no conozco a mi nieto y no quiero que te haga daño...

- La traeré la carta y lo solucionaremos. Yo tampoco quiero irme y dejarla, pero ya he visto que debo hacerlo.

La mañana trascurrió con la rutina diaria, pero a la hora de comer, James le ordenó a Lucía que comiera con ellos.

- ¿Escucharon la tormenta de anoche? -preguntó James-.

- Pues la verdad es que no -contestó Rose-.

- Sí, a mí me despertó completamente –dijo Lucía sin levantar los ojos de la mesa-.

Tenían de almuerzo unas patatas al vapor, con guisantes y carne y de postre una bandeja entera de frutas. Mientras James comía unas uvas y unos gajos de naranja con las manos, observaba a Lucía como un halcón a su presa. Lucía estaba muy incómoda al recordar lo que había sucedido ayer entre ellos, pero si no se hubiese acordado, James lo habría hecho, ya que después de comer cada pieza de fruta, no hacía más que chuparse los dedos y producía unos pequeños gemidos mientras decía...

- ¡Qué rico sabe...!

Lucía se puso colorada y mantuvo la mirada fija en un punto abstracto, intentando no caer en su provocación.

- James, hijo... ¿No te he ensañado modales? -le increpó Rose- ¿Tienes que chuparte los dedos todo el rato?

- ¡Oh! Perdón abuela, tienes razón. No me di cuenta...

Tras la comida, Lucía acompañó a Rose a su dormitorio para que se echase la siesta y después se dirigió al despacho de James como cada día, aunque hoy iba especialmente nerviosa... James la esperaba apoyado en el quicio de la puerta con una actitud soberbia .

- Pasa –dijo-.

Y ella obedeció sintiendo que se metía en la boca del lobo...

- Así que... ¿No has dormido en toda la noche? -le preguntó él-.

- ¿Cómo iba a poder dormir? ¿Podemos olvidar, por favor, lo de anoche? Sin insinuaciones, ni comentarios, ni ruiditos, ni nada...

- ¡Me encantaría decirte que sí! –Dijo riéndose a carcajadas- Pero te estaría mintiendo... No podría olvidar lo de anoche ni aunque quisiera y... -Sin apartar sus ojos azules de los ojos verdosos de Lucía- Sueño con el momento de terminar lo que empezamos...

- ¡Eso no va a suceder nunca! –Gritó-.

- Ya veremos...

El trabajo de hoy consistía en escribirle unas cartas e imprimirlas para mandarlas por correo ordinario, así que Lucía aprovechó y entre medias redactó la declaración jurada a nombre de Rose Campbell, la imprimió y la escondió entre su ropa, sin que James se diese cuenta.

Antes que acabase el tiempo y pudiese irse, James tenía algo que decirla.

- Creo que es hora que lleguemos a un consenso...

- ¿Un consenso? -preguntó Lucía-.

- Bueno... más bien un trato.

- ¿Qué trato?

- Había pensado que... Si dejas de salir con el doctor...

- ¿Me harás la declaración?

- ¡No! Pero si no dejas de verlo le enseñaré tu vídeo...

- ¿Cómo ?? ¿Qué vídeo? –Preguntó Lucía con la cara desencajada-.

- Vamos Lucía... Tú sabes de qué vídeo hablo... No te hagas la inocente conmigo...

A Lucía le empezó a faltar el aire.

- ¿Crees que no investigo a las personas que contrato? ¿Crees que en un mundo globalizado como el de hoy los vídeos eróticos desaparecen al traspasar la frontera de tu país?

- ¿Lo... lo has... visto? -tartamudeó Lucía-.

- ¡Oh! Sí. Muchas veces. Entonces qué... ¿Tenemos un trato? ¿Dejarás de verlo?

- ¿Por qué? ¿Por qué haces esto? -preguntó ella-.

- Bueno, porque como buen escocés, me imagino que el Dr. Scott es un hombre muy tradicional y muy católico, y a la mayoría no les gusta ver como se follan en un vídeo a su chica... Créeme, si lo viese, no quería seguir saliendo contigo. En el fondo te estoy haciendo un favor.

Lucía no podía articular palabra. Su peor pesadilla se estaba haciendo realidad y la vergüenza le cubría la cara.

- ¿Puedo salir de aquí? -dijo totalmente descompuesta-

- En cuanto me digas si tenemos un trato o no.

- ¿Tengo alguna opción?

- A mi modo de ver... Puedes elegir libremente entre dos opciones –dijo de forma socarrona- O dejas de ver al Dr. Scott, o le invito a ver una película...

- Tenemos trato –dijo mientras las lágrimas le caían de los ojos y se marchaba a su habitación, tras la apertura de la puerta-.

En sus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora