Aquella noche, después de cenar, Rose y Lucía se fueron al pequeño salón. Ya hacía algo de frío en aquella época y la chimenea debía estar encendida. Lucía se acomodó en una mecedora con una manta y un buen libro bajo una lámpara de pie. Rose la siguió. En aquella casa no había televisión y por eso Lucía no estaba al corriente de muchas cosas. Las diez de la noche era la hora de acostar a Rose y cuando Lucía volvió a la pequeña sala, James estaba allí, sentado en la mecedora que antes ocupaba ella, por lo que Lucía se quedó de pie junto a la chimenea.
- ¿Qué lees? -le preguntó-.
- "La casa de los espíritus" de Isabel Allende.
- ¿Y de qué va?
- ¿No lo ha leído?
- No tengo mucho tiempo para leer cosas que no sean técnicas o me enseñen algo...
- Pues es una pena, porque el personaje masculino se parece mucho a ti...
- ¿Sí? ¿Es guapo, rico y triunfador?
- Bueno... Es rico sí, podría decir que también guapo y triunfador, pero lo que más se te parece es que es un maníaco, controlador, agresivo y violador.
James se quedó muy serio y Lucía de pronto se arrepintió de haber sido tan desagradable.
- No me conoces y lo poco que has visto de mí es sólo una faceta. Mi carácter es mucho más complejo.
- Me lo imagino. Y supongo que tus experiencias pasadas te habrán influido -dijo Lucia-.
- ¿Qué sabes de mis experiencias pasadas?
- ¡Nada! –Dijo rápidamente y faltando a la verdad por temor a su enfado-. A todo el mundo nos influyen nuestras experiencias pasadas...
- Desde luego –dijo con una sonrisa traviesa y mirando a Lucía directamente a sus ojos verdes, momento en el que ella entendió que estaba recordando su vídeo erótico-. Bueno quería aclarar varios puntos contigo... ¿Por qué te fuiste de mi despacho cuando te dije que quería que me esperaras?
- Pensé que tendrías para un buen rato tal y como vino Marion...
- Otro día no pienses y obedéceme ¿Por qué bloqueaste la puerta de tu habitación?
- Eso no creo que necesite respuesta... Llevo dos noches sin poder dormir porque tú entras cuando quieres.
- Es mi casa.
- Sí, pero existe algo que se llama intimidad...
- Algo he oído sobre ello... -dijo riéndose- Y por último... ¿Por qué tu renuncia sobre mi mesa? ¿Puedes irte?
Ahí Lucía lo notó terriblemente afectado, como si fuese lo peor que alguien podría hacerle.
- Bueno, no... Pero como tengo un mes para daros tiempo a que busquéis a otra persona y no quiero dejaros colgados... Creo yo que en ese tiempo igual cambias de opinión y me ayudas a volver a casa...
- Ya estás en casa Lucía –dijo casi susurrando-.
Lucía de pronto sintió como un pellizco en el corazón y una necesidad de respirar profundamente, pero no supo catalogar ese sentimiento.
- ¿Puedo yo también aclarar varias cosas?
- Claro -contestó él-.
- ¿Por qué me azotaste anoche? ¿Qué se supone que hice mal?
- Habíamos hecho un trato. No ibas a volver a quedar con el Dr. Scott y ayer por la tarde le viste...
- ¿Me seguiste? Quedé con él para decirle que no podía volver a verlo... ¿Cómo se supone que debería hacerlo? ¿Por WathsApp?
James abrió mucho los ojos para ver de lo que no se había dado cuenta antes.
- Sí te seguí. Lo siento. Tienes razón; era lo justo quedar con él.
- ¿Y entonces? ¿Te devuelvo los azotes?
- Eso no va a ser posible –dijo sonriendo- pero te lo compensaré de algún modo...
- ¿Con una declaración jurada?
- Buen intento...
- ¿Por qué no puedo salir con David?
- Porque no me gusta. No lo soporto.
- Si fuera otra persona... ¿Me dejarías?
- Probablemente no.
- ¿Por qué?
- Porque soy maníaco, controlador y agresivo.
- ¿Crees que soy mala enfermera?
- No.
- ¿Por qué no me dejas ir?
James emitió una fuerte respiración; se levantó de la mecedora y se acercó a Lucía sin pronunciar palabra. Ella seguía apoyada en la chimenea y cuando lo vio acercarse, no encontró ningún camino que tomar. Se posicionó justo enfrente de ella, demasiado cerca como siempre, para que Lucía pudiese pensar. Volvió a sentir su aroma y el ritmo de su corazón se aceleró. James colocó una de sus manos detrás del cuello de Lucía, atrayéndola más hacia él y la otra mano en su mentón, mientras se lo levantaba para que lo mirase a los ojos. Y entonces fue directamente a sus labios, mordiéndoselos, estrujándoselos y lamiéndoselos con hambre y recorriendo toda su boca agresivamente con su lengua, mientras sus manos abandonaban los lugares altos de su cuerpo para pasearse por su espalda, pechos, ombligo, culo y el interior de sus muslos... Lucía estaba en un remolino de percepciones. Todo su cuerpo le pedía más, aunque su mente no lo entendía ¿Por qué sentía todo aquello cuando él la tocaba? ¿Por qué no tenía deseos de separarlo de ella y en cambio su cuerpo le pedía acercarse más? Empezó a sentir que la piel le ardía y la ropa le hacía daño. Notó cómo todo su interior se tensaba y se humedecía para que él entrase y en su mente el deseo crecía. Y entonces recordó que James no iría más allá si ella no se lo pedía y aunque su orgullo le impedía hacerlo, su cuerpo lo estaba reclamando a gritos.
- Mmm... -gimió-.
Por su parte James estaba jugando a un juego muy peligroso. Tenía claro que podía excitarla hasta que se corriese, pero también tenía claro que no la follaría si ella no le suplicaba. Quizá su orgullo había salido más lastimado de lo que él pensaba al haberlo comparado con el personaje de Esteban Trueba, libro que sí había leído. Sin embargo llevarla a ella tan lejos y no poder seguir, le estaba volviendo loco. El ya estaba preparado para embestirla, pero ella sólo gemía y se retorcía entre sus brazos. No iba a suplicarle, no todavía, pero él conseguiría que más pronto que tarde acabara haciéndolo, sólo tenía que trabajar en su autocontrol, porque desde luego en ese preciso momento, no podía aguantar más.
- Buenas noches Lucía. Que descanses –dijo con un sonido ronco-.
Y se fue de la estancia, dejando a Lucía sorprendida y al borde del colapso.
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En sus manos
RomanceTras un suceso vergonzoso, Lucía decide huir a Escocia, donde quiere empezar de nuevo. Allí encuentra un hogar y un trabajo, y empieza una relación, pero su jefe, un guapo pero trastornado hombre, se interpondrá en todos sus planes... ¿Estará prepar...