Parte sin título 25

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Abrió la puerta con cuidado, aunque ésta siempre crujía al hacerlo y dejó la bandeja y el papel en una mesa.

- ¿Vas a pasarte todo el día llorando? –Le preguntó recordando su propio encierro-. Pero James no contestó.

- Quiero que negociemos -volvió a intentar-. El silencio volvió a contestar.

Lucía empezó a agobiarse, pues a ella no se le daba bien ir de farol aunque esta vez tenía que hacerlo. Se aproximó a la cama por el lateral menos comprometido y vio que James seguía recostado sobre el cabecero de la cama, con los ojos cerrados.

- ¿No quieres hablar? ¿Me llevo la comida entonces?

Nada.

Lucía se acercó un poco más por el otro lado, donde pudo ver cómo James temblaba y una capa de sudor le envolvía todo el cuerpo

- ¡Oh! ¡Dios mio! ¿Qué he hecho?

Lucía corrió al baño a por una toalla, que empapó de agua y regresó con la misma velocidad a la cama. Se subió a ella, retiró la correa del cuello de James, lo estiró hacia abajo, para que quedase recostado y le puso la toalla sobre la frente.

- ¡James! ¡James! ¿Me oyes?

Comprobó que su temperatura era muy elevada y que los espasmos no paraban. Lo tapó y se metió en la cama con él para darle calor. No comprendía como en un par de horas se había puesto así.

- ¿Mamá, eres tú? -por fin habló él-.

- No, James, soy Lucía ¿Cómo te sientes?

- Mamá tengo miedo. No quiero quedarme aquí solo. Mamá...

Lucía sabía que debido a la fiebre, las alucinaciones eran normales, pero no entendía las de James; no cuadraban con lo que ella sabía...

- Tranquilo James, no vas a quedarte aquí.

- ¿Vas a pegarme? -preguntó él-.

- ¡No! ¿Por qué dices eso?

- Sé que me he portado mal... Pero es que hoy no quería hacerlo mamá...

- ¿Qué no querías hacer?

- Eso que siempre me haces... Hoy no quería...

- Está bien, no pasa nada, tranquilo. Te pondrás bien y saldremos de aquí, vale? Llamaré al Dr. Scott.

- ¿Podré salir de aquí mamá? Tú nunca me dejas salir... ¿No pasa nada porque me vean?

- ¿Qué? -Lucía no estaba entendiendo nada-.

- ¿Quieres que juguemos? -preguntó James-.

- ¡Claro! ¿A qué quieres jugar?

- ¿Puedo llevar yo hoy el control? Siempre lo haces tú...

- Vale ...

Lucía quería que sintiera que estaba con su madre para que se sintiese seguro y no le importaba hacerse pasar por ella, si así él se recuperaba, pero lo que hizo James, tras esa pregunta, no se lo hubiese imaginado nunca... James se incorporó y se puso frente a ella. Puso las manos sobre su vestido, una a la derecha y otra a la izquierda y estirando bruscamente ambas, hacia lados opuestos, consiguió arrancarle los botones de la pieza y desnudarla. Despejó sus brazos; bajó las medias, las bragas y retiró su sostén. Después eliminó su propia ropa y se puso encima de Lucía.

- ¡James! ¿Qué estás haciendo?

- ¿No te gusta, mamá?

Lucía comenzó a sentirse horrorizada de lo que estaba imaginando que le hacía su madre.

- No puede ser... James... Dime que no es cierto... ¡Oh! ¡Dios mio!

Pero James no la escuchaba. El estaba dispuesto a mantener el control por primera vez en esa habitación y quería aprovecharlo. Arqueó un poco la espalda de Lucía, colocó sus caderas, abrió sus piernas y empezó a embestirla con su pene. Lucía seguía en shock, bloqueada por el horror que imaginaba guardar el alma de James y por primera vez pudo verlo, pudo entender porqué hacía lo que hacía y pudo empatizar con su dolor, pero de repente notó cómo James empujaba su miembro contra su vagina y tuvo que desbloquear su mente.

- Escucha mi voz James. Mírame a los ojos por favor. Soy Lucía y cuido de Rose, tu abuela.

James bajó el ritmo, pero no se detuvo.

- Ahora eres un hombre adulto y nadie puede volver a hacerte daño; ni encerrarte, ni pegarte ni abusar de ti. Tu mamá ya no está -continuó diciéndole-.

Lucía intentaba parecer tranquila y convencerlo de la realidad, mientras se retorcía debajo de James para impedir que la penetrara, porque enfermo como estaba, parecía tener más fuerza que nunca.

- ¿Te acuerdas de Rose? Ella está arriba durmiendo ¿Quieres ir a verla?

- ¿Rose?

- Sí, Rose, tu abuela, la que te ha querido y cuidado todos estos años.

- ¿Y tú no me quieres?

- ¿Yo? -preguntó confusa-.

- Sí, tú -dijo James-.

- ¿Te refieres a tu mamá?

- No, me refiero a ti Lucía –dijo por fin-.

- ¡Oh! ¡James! ¡Has vuelto! ¡Vamos arriba y llamaré al doctor!

- ¡No! No, todavía. Tu eres enfermera, ¿no?

- Sí, pero...

- No me encuentro lo suficientemente bien como para aparecer hoy en casa, ni ver a tu doctor.

- ¿Mi doctor? Bueno, déjame que vaya a por algún antipirético para bajar la fiebre y voy viendo como evolucionas... ¿si?

- Bien. Debo tener mucha fiebre porque estoy viéndome dentro de ti y no me malinterpretes, me encanta, pero no sé cómo hemos llegado a esto.

- Eres muy gracioso. Sal de encima de mí y ve comiéndote la comida que traje. Necesito que tengas el estómago lleno cuando te tomes la medicina.

James la liberó. Lucía se vistió como pudo y le acercó la comida.

- ¿Volverás? -le preguntó James-.

- Por supuesto. Aquí tienes la llave. Vuelvo enseguida.

- Gracias.

En sus manosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora