Cuando James se hubo saciado de su apetito y Lucía ya no podía ofrecer ninguna resistencia, la escena cambió drásticamente. El soltó las cuerdas de los tobillos y las muñecas de ella, la puso boca abajo, apoyando sus caderas sobre un par de altos almohadones y la volvió a amarrar. Lucía había pensado por un momento que ya se había terminado, pero nada más lejos de la realidad... La nueva postura le daba a James un acceso fácil a su trasero y a todas sus zonas erógenas.
Y entonces él empezó a azotar repetidamente su hermoso culo, de forma dura y exenta de placer, con las palmas de sus manos. Lucía se revolvía por ver si podía librarse de las ataduras, pues una cosa era sentir placer y otra muy diferente dolor, pero no hubo forma...
- Hoy sólo quería hacerte sentir bien Lucía, pero me has decepcionado mucho... Hoy habíamos llegado a un acuerdo y tú lo has incumplido; me has engañado y voy a castigarte ...
Ella no sabía a qué se refería exactamente, pero tampoco podía pensar mucho, en lo único que podía pensar era en el dolor que estaba sintiendo y las veces que él llevaba golpeándola. Extrañamente, viéndose así, en esa postura tan vulnerable, atada de pies y manos y recibiendo los azotes de las manos de James, con cada ola de dolor le venía otra de placer. Cuando ella contó veinte azotes, James se sacó el cinturón de sus tejanos, lo dobló y volvió a azotar diez veces más el trasero de Lucía, hasta que ella no pudo sujetar sus lágrimas. El placer se había disipado de repente.
- No tolero las mentiras. La próxima vez que me engañes las consecuencias serán peores.
Y entonces le retiró el pañuelo, las cuerdas y las almohadas, la cubrió con las sábanas y se marchó.
Lucía seguía llorando cuando el amanecer la encontró. Había pasado toda la noche con él y estaba exhausta y adolorida, pero pese a todo, esa mañana volvió a preparar el desayuno y volvió a llevárselo a la habitación de la Sra. Campbell, pero Rose se dio cuenta que la alegría habitual de aquella chica no estaba; sus ojos estaban rojos e hinchados; caminaba con dolor y se negaba a sentarse junto a ella en su cama.
- ¿Qué te ocurre cariño?
- Nada Sra. Campbell, sólo que recibí malas noticias de casa –volvió a mentir-.
Por supuesto que no la creyó, pero sabía que si James tenía algo que ver, Lucía nunca se lo diría, así que dejó que se marchara, caminando despacio y con la cabeza agachada.
Lucía fue hasta la cocina y comió algo allí de pie. Sentía además de dolor y entumecimiento en sus articulaciones, escozor en sus nalgas y mucha vergüenza y rabia. Cuando Rose estuvo lista, ambas salieron al jardín a hacer yoga. Hacía un día precioso; brillaba el sol y el cielo estaba despejado. James las vio a través de la ventana de su habitación. Tampoco había dormido nada, pero en cambio él estaba pletórico. Tener a Lucía bajo su merced le embriagaba de un desconocido sentimiento de placer y propiedad a partes iguales y haría todo lo posible por mantener así esa relación. Bajó también al jardín a tomar su café con leche, mientras veía y notaba las muecas de dolor de su enfermera y se sintió enormemente satisfecho consigo mismo. Lucía al notarlo allí, todavía se puso peor.
- ¿Qué demonios estará haciendo aquí? –Pensó Lucía-.
- ¿Estás bien Lucía? Pareces dolorida... -dijo con un cinismo mayúsculo-.
- Lucía ha recibido malas noticias de casa y no ha dormido en toda la noche -intervino Rose-.
Pero Lucía no dijo nada, no podía; la vergüenza y la rabia de ver allí al hombre que le había infringido tanto dolor y tener que escuchar cómo se burlaba de ella, hacía que el llanto volviera y lo que no quería era que él la viese llorar.
- Deberíamos dejarla ir unos días a España hasta que solucione esos asuntos ¿No crees querido?
- Claro, pero más adelante; ahora es del todo imposible –dijo James con la sonrisa desaparecida-.
- ¿Por qué es imposible? -preguntó Lucía- ¿Va a volver a Edimburgo y por eso no quiere dejar sola a su abuela?
- ¿A Edimburgo? ¿Por qué debiera volver a Edimburgo? Estoy muy bien en mi casa y no voy a irme, nunca... -dijo con su enorme sonrisa triunfal y entendiendo el deseo enorme de Lucía de perderlo de vista-.
Después del trabajo físico y de los ejercicios para la mente, Lucía baño a Rose, la vistió, cortó sus uñas, peinó su pelo y le dio sus medicinas. Luego ella misma se duchó y se puso un vestido. Era cómodo, de un tejido de algodón, pero también algo ceñido y por debajo del trasero. Era lo menos rasposo que encontró en el armario.
A la hora del almuerzo Lucía quiso comer en la cocina, de pie, como lo había hecho esa mañana, pero James no estuvo de acuerdo...
- Quiero que te sientes a comer con nosotros y no lo voy a discutir contigo.
- ¡No puedo sentarme!
- ¡Ohh! Pobrecita... ¡Qué penita me das...!
- ¡Es usted ... Es un monstruo!
- Pues este monstruo te hizo llegar anoche a... ¿Cuántos? ¿Cuatro orgasmos?
- ¿Sabe lo qué es cuando no hay consentimiento? –Dijo furiosa-.
- ¡Pues denúnciame! ¡Ah! ... Claro, que no puedes ... Sin embargo yo sí puedo volver a hacértelo...
- ¡Algún día le haré pagar por todo!
- Bien... Pero mientras ese día llega, vamos a comer y si te portas bien, igual te doy algo que alivie ese escozor.
Lucía le siguió, temblando de rabia, hasta la mesa del comedor y se sentó muy despacio sobre un cojín que alguien había colocado en una silla al lado de James y en ese mismo momento supo que había sido él y en su interior apareció cierto grado de agradecimiento. Después de comer Rose se fue a echar la siesta y Lucía se fue al despacho de James.
- Súbete ese vestido, bájate las bragas y apóyate boca abajo sobre el borde de mi mesa –dijo James después de cerrar la puerta con llave-.
- ¿Qué? ¿No puede sólo darme el producto y ya me lo pongo yo?
- Podría sí... pero entonces no sería tan divertido...
- ¡Es usted un pervertido!
Lucía se subió el vestido que, como era ceñido, se quedó parado en su cintura.
- Llevo tanga, por lo que no es necesario que me baje nada.
- ¡Ohh! No había contado con eso...
Se apoyó en la mesa de su despacho, mientras James la contemplaba totalmente excitado. Pasaron unos largos segundos hasta que James reaccionó. Abrió el bote de un ungüento y lo repartió delicadamente con sus manos por las nalgas de Lucía.
- Anoche no pudiste contestarme, pero... ¿Cuánto tiempo ha pasado?
- ¿A qué se refiere? –Preguntó Lucía un poco fuera de su mente... -. ¿Por qué se siente tan agradable ahora? –Pensó-.
- ¿Cuánto hace que no te follan?
Y al oír esa palabra Lucía comenzó a sentir pequeñas sacudidas de placer dentro de ella.
- Bueno... Creo que la última vez fue antes de venir a Escocia...
- ¡Eso es mucho tiempo!
- ¿He estado ocupada, sabe?
- Sí, lo sé –dijo riéndose-.
Entonces le empezó a bajar el tanga hacia los pies y ella no pudo decirle nada... Sus piernas empezaron a temblar y una humedad emergía de su centro. El había puesto su mano encima de su espalda y ella sintió como si volviese a estar atada.
- Eres tan bonita ...
Y posó su lengua sobre su clítoris, sin moverla, mientras Lucía luchaba consigo misma por no sentir nada.
- No ... por favor ...
- Me encanta cuando me suplicas Lucía... Es más he decidido que no voy a follarte hasta que me lo supliques...
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En sus manos
RomantizmTras un suceso vergonzoso, Lucía decide huir a Escocia, donde quiere empezar de nuevo. Allí encuentra un hogar y un trabajo, y empieza una relación, pero su jefe, un guapo pero trastornado hombre, se interpondrá en todos sus planes... ¿Estará prepar...