Tras aquella conversación telefónica algo se rompió entre ellos. Lucía sabía que James se enfadaría mucho, cuando supiese que ella no deseaba volver, pero no se había imaginado que él la colgase el teléfono y que no volviera a cogérselo todos los días que ella le llamó. Y lo intentó a diario, pero James se negó a responder y a devolverle las llamadas. Ella quería que él entendiese lo bien que se sentía en casa, con su familia, con su entorno, con su gente... Quería decirle que nadie le recriminaba nada y que de pronto se sentía muy feliz. Claro que, todavía no había escudriñado sus sentimientos hacia James y aunque le echaba de menos y soñaba con su cuerpo todas las noches, no estaba segura que, sus emociones fuesen libres desde el principio. A veces se preguntaba si la intensidad de lo que ella había sentido por él, no se correspondía a una especie de síndrome de Estocolmo, pues no en vano, ese hombre, pese a su pasión y a sus confidencias, había sido su carcelero y sentir algo por él la asustaba...
Y así llegó la semana que debía retirarse el parche y esperar su menstruación. Y la esperó, hecha un mar de nervios, pero esta no parecía querer venir y aunque ella no sentía nada extraño en su cuerpo, acabó comprando un test de embarazo en la farmacia. Y la dichosa prueba dio positivo. Eso cambiaba todos sus planes... Pero empezó a tener claro que su hijo se adaptaría a su vida y a las cosas que a ella le hacían feliz y que todo lo demás, se iría colocando poco a poco. No se había planteado aún la maternidad, pero era incapaz, ahora que sabía que ya crecía dentro de ella, deshacerse de su hijo...
Tras algunos días en los que trató de prepararse, volvió a intentar hablar por teléfono con James y se sorprendió cuando escuchó al otro lado, el sonido que atestiguaba que había descolgado el teléfono.
- ¡James! –Gritó toda emocionada-.
- ¡Oh! Querida, no soy James, soy Marion. Él ahora se está dando una ducha.
- ¿Una ducha? -preguntó extrañada- ¿Dónde estáis?
- En casa.
- ¿En casa? ¿En Oban?
- ¡No! ¿No te ha dicho? Ha vuelto a Edimburgo y ahora vivimos juntos -le explicó Marion-.
- ¿¿Qué?? No... No sabía... ¿Estáis juntos? -preguntó temiendo la respuesta-.
- Me ha pedido matrimonio, querida. No sé qué le hiciste, pero supongo que debo agradecértelo enormemente –dijo riéndose- ¿Quieres que te enviemos la invitación?
Lucía no pudo escuchar más y colgó el teléfono. Empezó a notar como el corazón luchaba por salirse de su sitio y se le subía a la garganta; el aire se le atragantaba y sus pulmones vacíos hacían el típico ruido de opresión, mientras la cabeza le daba vueltas.
- ¡No puede ser! –Gritó llorando y tirando el teléfono como si quemara-.
Lucía no lo entendía. Después de lo que él le había dicho <eres todo para mí> no podía imaginar que se hubiera enfadado tanto como para echarse en los brazos de Marion, aunque más calmada, una voz interior le recordó que James era un hombre de gran temperamento y que tras el daño que ella le había hecho, él podía reaccionar de cualquier manera. Y en ese mismo momento decidió que aún no le diría que estaba embarazada, quizás más adelante... Pensaba que si él quería casarse con Marion, no iba a ser ella ni su hijo quien se lo impidiera y desde ese día dejó de contactar con él, aunque en ese tiempo empezó a darse cuenta de lo enamorada y dolida que estaba.
Poco a poco las piezas del puzzle fueron encajando. Lo primero que hizo fue decirle a su familia que estaba embarazada. Les contó que había tenido una relación en Escocia, pero que ésta había terminado y que ella sola iba a sacar adelante a su hijo.
- Hija... ¿Estás segura? -preguntó su madre-.
- Sí mamá, muy segura. Quizás no haya venido en el mejor momento, ni lo haya buscado, pero... hay algo que ya me hace quererlo...
- Está bien, te apoyaremos en todo -le dijeron sus padres-.
Sus padres han dejado la casa de campo y se habían trasladado a un ático en el centro de Cambados, cuando su hermano y su cuñada empezaron a tener su propia familia, pero la verdad era que la mujer de su hermano, quería comprarse un chalet adosado, más cerca del colegio de sus sobrinos, así que cuando Lucía explicó su deseo de quedarse en la finca y en la casa familiar, todos quedaron enormemente satisfechos.
- ¿Lucía nos vemos esta noche? -le pidió Sandra una noche-.
- ¿Claro, pero ya nada de alcohol...
- ¿¿Qué?? ¿¿Estás embarazada??
Cuando Sandra supo que Lucía estaba embarazada, al principio no estuvo muy de acuerdo con su amiga en seguir ella sola adelante, pero cuando la vio tan feliz por ello, no tuvo otra opción que respetarla, aunque también notó su corazón roto y que era algo de lo que no quería hablar. Aquella noche se divirtieron, bailaron y rieron y aunque hubo opciones, Lucía no quiso acercarse a ningún tipo. Todavía pululaba alguien en su cabeza y en su corazón y no se veía capaz de sustituirlo con nadie, hasta que...
- ¿Cómo estás Lucía? -preguntó un Samuel, su exnovio, totalmente renovado-.
- ¡Samuel! ¿Qué haces aquí?
- Oí que habías vuelto y quería verte, aunque no sé si tu quieres verme a mí ...
- ¿Para qué quieres verme?
- Estás muy guapa, Lucía -dijo mientras iba acercándose más a ella- Y te he echado tanto de menos...
- ¿Qué quieres de mí, Samuel? ¿Te crees que soy tan tonta?
- Quiero pedirte perdón por todo lo que te hice. Me porté como un cabrón, pero es que no supe gestionar que me dejaras; que ya no quisieras estar conmigo... Me enfadé tanto que, sólo quise hacerte un poco del daño que sentí que tú me hacías a mí.
- Eso no justifica lo que hiciste... -dijo ella-.
- Lo sé, pero sólo quería que supieras cuánto me arrepiento.
- Bien. Ahora ya lo sé, puedes irte.
- ¿Podemos ser otra vez amigos?
- ¿Amigos? -preguntó sorprendida-.
- Sí. No pretendo otra cosa y sé que tengo que ganarme tu confianza, pero de veras que me gustaría...
- No lo sé Samuel. Tengo mucho que pensar...
- Con eso me conformo. Cuídate -Y se despidió de ella tras dejarle un beso en la mejilla-.
Verdaderamente la intención de Samuel era volver a conquistar a Lucía, pero había aprendido mucho en ese tiempo separado de ella e iba a procurar tener éxito en ese cometido. Era cierto que se arrepentía, pero de lo que más se culpaba, era de haberla echado de su vida, aunque nunca se fue de su corazón. Había sido su primer amor y todavía pensaba en ella, pese a las decenas de mujeres que habían pasado por su cama.
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En sus manos
RomansaTras un suceso vergonzoso, Lucía decide huir a Escocia, donde quiere empezar de nuevo. Allí encuentra un hogar y un trabajo, y empieza una relación, pero su jefe, un guapo pero trastornado hombre, se interpondrá en todos sus planes... ¿Estará prepar...