Lucía sintió que todo el cuerpo se le estremecía, pero había hecho un trato y tenía que cumplirlo. Ella era de ese tipo de personas.
- ¿Quieres que me desnude aquí?
- Sí, sobre esto –dijo señalando una otomana tapizada en terciopelo rojo que, había en uno de los laterales de la recámara-.
Lucía se quitó los zapatos y se subió a ella, como una cantante sobre un escenario y después de respirar hondo, comenzó a quitarse la ropa. Llevaba unos leggings negros de cuero y una blusa rosa, justo por donde empezó. Uno a uno los botones de la camisa fueron desapareciendo y a su vez dejaban ver su cuerpo y su ropa interior de seda. James se había sentado en el borde de la cama y la observaba con adoración.
- No podrás tocarme -dijo ella-.
- Sólo si cambias de opinión...
- No lo haré.
- Entonces no tienes de qué preocuparte.
Después se quitó los pantalones. Lucía no tenía mucha experiencia y no se sentía sexy para nada, pero siguió retirando piezas de su cuerpo como si no le importase. Su ropa interior fue lo siguiente. Primero el sostén. Cuando liberó sus pechos fue cuando comenzó a darse cuenta de lo que estaba haciendo. Debido a la incomodidad o al frío o a ambas cosas, los pezones se pusieron duros, pero no quiso demostrarle a James lo mal que se estaba sintiendo y continuó hasta retirar sus bragas. Cuando estuvo totalmente desnuda, vulnerable y expuesta, James se levantó de su asiento y empezó a caminar rodeándola y observándola con una mirada totalmente encendida.
- Precioso. Tienes un cuerpo precioso. Ahora tócate e imagina que lo estoy haciendo yo.
Lucía comenzó a acariciar sus pechos, pasando de manera suave tanto las palmas como el dorso de sus manos. Ella no era una mujer de grandes proporciones, pero sí tenía sus curvas bien definidas y sus pechos eran medianos y bien puestos. Se pellizcó ligeramente ambos pezones y sintió como algo se encendía en sus entrañas. Después recorrió la suave piel de su abdomen y sus costados, sintiendo como unos pequeños escalofríos que la atravesaban. Continuó moviendo y palpando sus caderas y se dio la vuelta para que James viese como apretaba su culo.
- Mmmmm... -gimió él-.
Sus manos recorrieron sus muslos hacia el interior de los mismos y poniéndose de rodillas en aquel extraño sofá sin respaldo, abrió sus piernas y llevó su mano hacia su sexo. Entonces se percató que su humedad había brotado desde su interior y utilizando unos de sus dedos, empezó a rozar suavemente su clítoris mientras James se iba posicionando más cerca de ella, para verla bien. La cabeza de Lucía ya no la controlaba. La cantidad de sensaciones, hormigueos y fluidos le hacían empezar sólo a sentir, sin pararse a pensar en nada que no fuesen sus terminaciones nerviosas. El continuo roce de su dedo con su clítoris, había provocado más fluido y una extraña debilidad de cintura para abajo. Recostó totalmente su espalda en la otomana y con sus piernas dobladas y abiertas, comenzó a introducir un dedo en su vagina. Entonces notó como un soplo de aire frío sobre sus labios menores y cuando pudo mirar, vio a James con su cara cerca de sus genitales y exhalando pequeños soplidos sobre su cuerpo.
- ¿Qué estás haciendo? -logró preguntar-.
- ¡No estoy tocando!
- Pero estás muy cerca...
- De eso no dijimos nada...
- ¿Puedes volver a tu sitio? -pidió Lucía-.
- No incumplo ninguna norma... ¿Te pongo nerviosa? –Preguntó con su típica sonrisa cínica-.
La respuesta era obvia, pero Lucía no podía admitirlo, aunque tampoco podía continuar con James tan cerca, viendo como su cuerpo respondía a todas sus caricias. El siempre iba por delante; era cierto que nada estaba hablado de dónde estaría él mientras ella se masturbaba... Como no pudo decir nada, James contraatacó con una especie de plumero que fue deslizando por su piel, desde sus pechos, pasando por su culo y su abdomen hasta abajo, donde su vulva estaba toda mojada e hinchada y las caricias de aquellas ligeras plumas la embriagaban de una corriente de placer.
- Oh... -gimió-
- Sigo sin tocarte... ¿Te gusta?
- Sí... -admitió-
- ¿Nos olvidamos de esa estúpida norma tuya? ¿Puedo tocarte?
Ella no pudo responder; su escasa capacidad de razonar se veía colmada por la capacidad de sentir placer y la pregunta que James le hizo, se quedó en el lado de las cosas pospuestas. El tomó su silencio como una aprobación y excitado como estaba de verla así, comenzó a acariciarla y a colmarla con sus labios en cada parte de su cuerpo, hasta que la tomó en brazos y la posó sobre la cama.
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En sus manos
Любовные романыTras un suceso vergonzoso, Lucía decide huir a Escocia, donde quiere empezar de nuevo. Allí encuentra un hogar y un trabajo, y empieza una relación, pero su jefe, un guapo pero trastornado hombre, se interpondrá en todos sus planes... ¿Estará prepar...