El también se desvistió y por primera vez, Lucía pudo ver sus fuertes brazos, su ancho pecho, sus abdominales cinceladas, su pene, sus muslos tonificados... Su piel no era mucho más morena que la de ella, pero tenía un perfume ligero a almizcle y enebro .
El estaba sobre ella, aprisionándola con su cuerpo, pero colmándola de delicadas caricias que la volvían loca. Lucía empezó a sentir cómo, con toda la extensión de su lengua, lamía su vulva, clítoris y labios internos; cómo mordisqueaba los pliegues de su interior y cómo su cuerpo respondía. Un baile de caricias y toques sutiles que iban creciendo desde su vulva hasta sus pechos. Allí notó como chupaba sus pezones con fuerza y como una corriente de electricidad la recorría hasta las paredes de sus entrañas. A veces jugaba con toda la lengua y otras sólo con la punta, pero Lucía no podía evitar estremecerse bajo el cuerpo de James. Llegó un momento que Lucía ya no podía sentir nada que no sucediese en su cuerpo; todo su alrededor se desvanecía, como el momento que James cogió unas pinzas y se las enganchó en los pezones. Lucía nunca había jugado con ningún artilugio sexual. Su experiencia se limitaba a Samuel, su único novio y éste no era muy ducho en esas cosas, así que cuando notó que algo le mordía los pezones, tuvo que adaptarse a esa nueva pero placentera sensación.
- Dime que te está gustando... -rogó James-.
- Sí...
- Dime que jamás te has sentido igual...
- Jamás ...
- Que ningún hombre te ha hecho sentir así...
- Ninguno ...
- Pídeme que te haga mía...
Lucía no sabía lo que quería decir con esas palabras; el peso de su significado hacía eco en el interior de su mente... <suya...> y aunque estaba ensimismada en el placer que la daba, no se atrevió a formularlas, cosa que enfureció a James como nunca.
- ¿No quieres? –Le preguntó mientras le fulminaba con la mirada-.
Pero Lucía no se atrevió a contestarle... De repente, James le puso una especie de gargantilla de cuero negro alrededor de su cuello. Ella no tuvo ni la ocasión ni las fuerzas para evitarlo. De la misma sobresalía una hebilla que, a través de una cuerda, enlazó a otro gancho de la pared, impidiendo un movimiento muy extenso de su cuello y por extensión de su cuerpo.
- ¿Qué haces? -preguntó asustada-.
- Voy a hacerte entender algo ...
- No puedo moverme...
Se veía obligada a permanecer sentada sobre la cama y a escasos centímetros del cabecero, pues era ese el recorrido de la cuerda, a la que él la había atado.
- De eso se trata... -dijo James-.
- ¿Qué vas a hacer?
- ¡Oh! ¡Nada! Si no quieres seguir es momento de irnos a dormir. Ha sido un día muy largo y estarás cansada.
- ¿No vas a soltar mi cuello?
- No.
- Entonces... ¿Cómo voy a dormir? ¡Si ni siquiera puedo estirarme!
- Seguro que encuentras la forma... Buenas noches Lucía.
Apagó las luces, se estiró en aquella cama y se tapó con las sábanas, mientras Lucía, desnuda, quedaba sentada sobre la almohada y con su espalda apoyada sobre la madera del cabecero y la pared.
- ¡Eres muy cruel! –Le dijo sin pensar-.
- No sabes cuánto más puedo serlo...
- ¿Qué ibas a hacerme entender? -preguntó Lucía-.
- ¡Duérmete!
- No puedo... ¡Tengo frío y estoy incómoda!
- Pues deja dormir a los demás.
- ¡No te lo mereces!
- Seguramente.
- ¿Qué tengo que entender? –Volvió a preguntar-.
James encendió la luz de la habitación, se acercó a dos milímetros del rostro de Lucía y con los ojos llenos de ira la profirió:
- Tienes que entender que estás bajo mi control; que puedo hacer que tu vida sea mejor o peor; que yo controlo a qué hora te levantas y a la que te acuestas; controlo lo que comes, a quien ves y dónde puedes dormir. Puedo obligarte a hacer, pensar o soñar lo que yo quiera; puedo hacer que te corras de placer o provocarte el mayor de los dolores y tú no puedes hacer nada para evitarlo ¡Eso es lo que tienes que entender de una puta vez! Y si quiero que hoy duermas atada de tu hermoso cuello a la pared pues lo haces, porque nadie lo puede impedir; nadie puede librarte de todo lo que yo quiera hacerte... ¿Lo has entendido ya?
Y volvió a apagar la luz y a cubrir su cuerpo con las sábanas, mientras Lucía temblaba de miedo y de frío y se disponía a pasar la noche tal y como James quería.
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En sus manos
RomanceTras un suceso vergonzoso, Lucía decide huir a Escocia, donde quiere empezar de nuevo. Allí encuentra un hogar y un trabajo, y empieza una relación, pero su jefe, un guapo pero trastornado hombre, se interpondrá en todos sus planes... ¿Estará prepar...