- ¿La encerró porque se estaba viendo con el mayordomo? -preguntó Lucía-.
- Veo que conoces algunos de mis cadáveres... -contestó él-.
- Bueno ... Algo me dijo su abuela...
- Realmente no sé si mi madre se veía con el mayordomo, pero en la mente de mi padre así era. Los celos le consumían y no le dejaban ver la realidad, así que un día escribió una carta en su nombre, echó al mayordomo y la encerró aquí, sólo para él, hasta que un día, tras dos años aislada, la encontró muerta. Después de eso su vida dejó de tener sentido y se suicidó. De todo esto yo me enteré mucho después, claro. Mi padre me dejó una carta que leí al cumplir la mayoría de edad.
- Ya veo de dónde heredaste tu enfermedad...
- Bueno, ya sabes lo que dicen... De tal palo, tal astilla... -dijo riéndose-
- Es una historia muy triste...
- No te preocupes, ya está casi superada. ¿Nos vamos?
- Claro.
Lucía volvió a respirar cuando salió de aquella estancia tras James, aunque sabía que lo que estaba por venir, tampoco iba a ser fácil para ella. El la llevó a otra estancia de aquella parte de la casa. Estaba cerca de la anterior pero lejos del resto de habitantes. Lucía caminaba como un animal que llevan al matadero. Deseaba que el pasillo no terminase nunca, pero lo hizo tras otra puerta vieja, parecida a la anterior. James metió la llave y la puerta crujió, como algo en el interior de Lucía. Esta vez la visión fue diferente pues la estancia estaba bien iluminada por luces tenues pero eléctricas y el orden y limpieza brillaban por doquier. Incluso había un ventanal que mostraba la luz de la luna y unos grandes cortinajes de terciopelo rojo. La decoración era antigua, pero se notaba que cada pieza había sido escogida con gusto. En el centro había una enorme cama con dosel, sin embargo la atención de Lucía se fue hacía todos los artilugios que vio cerca de ella, colocados sobre estantes y baldas. Vio pinchos, pinzas, látigos, clavos, cuero, plumas, esposas, cuerdas... Y un sinfín de artículos de bricolaje, o al menos para eso los había usado ella...
- ¿Para qué usas esta habitación?
- ¿De verdad no lo sabes?
- Desde que estoy aquí nunca te había visto, así que no sé cómo has podido usar esta habitación en los dos últimos años...
- Bueno, es verdad, esta habitación se ha preparado mientras estabais en el hospital y aún no la he utilizado, pero eso se solucionará pronto.
- ¿Eres un sádico? -preguntó ella visiblemente ruborizada y avergonzada-.
- Mm... Podría ser sumiso... ¿no?
- No te pega.
- ¿Cuánto sabes de este tema?
- Casi nada, sólo lo que sale en libros o películas...
- ¿Y en qué papel te sentirías cómoda?
- Creo que en ninguno...
- Eso lo dices porque aún no lo ha probado...
- Puede ser...
- ¿Y te gustaría probar?
- ¿Contigo?
- No veo a nadie más aquí...
- ¿Eres un sádico? –Volvió a preguntar-
- Más bien un amo –dijo- y estoy deseando que seas mía...
ESTÁS LEYENDO
En sus manos
RomanceTras un suceso vergonzoso, Lucía decide huir a Escocia, donde quiere empezar de nuevo. Allí encuentra un hogar y un trabajo, y empieza una relación, pero su jefe, un guapo pero trastornado hombre, se interpondrá en todos sus planes... ¿Estará prepar...